CAPÍTULO VI

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El PRIMO

El coronel kim era el tipo más acabado del gentleman. Habia querido que sus oficiales fuesen semejantes a él, y había logrado reunir en su cuerpo verdaderamente escogido de dandys

El único con quien estaba descontento era Jeon, y eso no porque careciera de modales finos, sino porque, como lo he dicho, no era comunicativo ni galante, ni gustaba de la francachela. Parecía el mal pariente de aquella familia militar; y como su conducta, su observancia rigurosa de las leyes del ejército, y su exactitud, eran un reproche constante para el coronel, que solía relajar la disciplina, éste deseaba con toda su alma desembarazarse de tan incómodo subalterno.

He dicho antes que Jeon prometió a su amigo kim llevarle a casa de su primo.

El don Juan, a quien pareció seductora la promesa, deseuso como estaba de conocer a las beldades de Doncaster, para quienes esperaba ser tan simpático como siempre, no perdió oportunidad de recordar a Jeon su oferta; y al dia siguiente, después de terminadas las ocupaciones militares del cuartel, los dos jóvenes se dirigieron a la plaza principal a practicar un reconocimiento, presumiendo, como era natural, que alli había bellezas que contemplar y amigos que les sirvieran.

Era domingo, y la mañana estaba hermosisima; pero en la plaza, cuyo cuadro está embellecido con una hilera de naranjos, no encontraron nada de particular, pues la reunión más notable se hallaba en el atrio de la Catedral, en la que se celebraba la misa de doce. Este atrio se halla limitado por una soberbia y magnifica reja. de hierro.

Nuestros oficiales, llamando la atención por su elegante uniforme, y particularmente kim por su gallardo continente, atravesaron la puerta de la reja y penetraron al interior del templo, cuya magnificencia omito describir para no parecer fastidioso. Sólo diré a ustedes que los ingléses se enorgullecen de poseer tan suntuoso edificio, obra del arquitecto Martk hut, el maestro más insigne que había en aquellos tiempos, según ellos dicen.

Cuando los oficiales entraron, la misa estaba concluyéndose, y mientras que Jeon, más artista y más observador, examinaba la fábrica del templo, la forma y riqueza de los altares, y se fijaba con curiosidad en los sombreros viejos de los obispos difuntos, que están pendientes de un hilo arriba de cada uno de los altares, y acerca de los cuales se cuentan muchas candorosas tradiciones que el joven recordaba sonriendo, Kim, más inclinado a contemplar las bellezas humanas que las bellezas arquitectónicas y las antigüedades, recorria con admiración los diversos grupos de encantadoras hijas de Londres, que llenaban las naves de la Catedral y al  derredor del altar en que se celebraba el Oficio Divino.

-Hombre, jeon, deja de contemplar santos como un bobo y mire las bellezas que hay aqui. Canario! qué muchachas tan deliciosas tiene Inglaterra.

Jeon miro y quedo asombrado. En efecto, había alli un centenar de mujeres hermosas, hermosisimas, como las sueñan los poetas, como las pintan los enamorados.

Resplandecian más que con el fulgor de los blandones y con los rayos de luz que penetraban por las ventanas, con el brillo de tantos ojos negros que parecían encendidos, no por el tibio fuego de la piedad, sino por la hoguera abrasadora del amor y del deseo.

La misa había concluido; los oficiales vinieron a situarse en la puerta principal, y alli pasaron viendo a todas las bellezas que acababan de ver en conjunto y deprisa.

Todas ellas se fijaban en los dos jóvenes, y con especialidad en Kim, que estaba soberbio de belleza, de elegancia, y que tenia en su semblante y en su apostura ese no sé qué poderoso e irresistible que atrae infaliblemente las miradas y el corazón de las mujeres.

De repente se acercaron a ellos dos jóvenes gallardas y majestuosas como dos reinas. Una de ellas tenia cubierto el semblante con un espeso velo. El otro era hermoso como un ángel. Rubio, de grandes ojos zafiros de tez blanca y sonrosada, y mediano y esbelto como un junco, este joven era una aparición celestial.

Jeon, al verlo, se ruborizó cuanto era posible en su semblante. Los ojos zafiros le dirigió una mirada y le saludó sonriendo ligeramente; pero al fijarse después en Kim se detuvo un instante lo mismo que su compañera, como fascinado por la mirada audaz del bello seductor que estaba acostumbrado a imponer desde el primer instante, sobre las mujeres que veía, el despotismo de su influencia terrible.

Después de esta detención momentánea las dos criaturas salieron del templo con cierta precipitación, atravesando el atrio entre una doble hilera hombres  que se inclinaron respetuosamente para saludarlos. En este momento Jeon murmuró al oído de Kim estas dos palabras:

-¡Mi primo!

Taehyung sonrió y se contentó con decir entre dientes:

-¡Delicioso!

El rubio, al través de las rejas del atrio aun volvió una vez el semblante y, sin hacer caso de los cuyos ojos la seguian, dirigió una última mirada al compañero de su primo.

-Entiendo dijo Kim ,  tendrás el buen gusto de seguir a su lindo primo; y yo creo que es de mi deber acompañarle.

-Bueno-contesto Jeon un poco contrariado no sé si se dirigirá a su casa y si podrá recibirnos a esta hora: pero vamos, y el dirá.

Querido -replicó Taehyung estoy seguro de que un chico  tan lindo y de buen sentido tendrá mucho placer en recibir a cualquier hora a dos chicos de Londres como nosotros,

Diciendo esto siguieron a las encantadoras criaturas que, atravesando la plaza y algunas calles y encontrando en su camino unas miradas de amor y saludos cariñosos se dirigieron a la calle principal,    deteniéndose a la entrada de una casita linda y alegre después voltearon  para cerciorarse si eran seguidos, viendo a los oficiales que venían detrás de ellos a pasos rápidos, haciendo sonar en las baldosas sus acicates de oro, entraron y se dirigieron inmediatamente a la sala de recibir.




Ojos zafiros

Ojos zafiros

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Este yoongi ..es el primo de Jeon jajaja  lindo

윤기 [yoongi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora