Capítulo 2

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Fugaku salió de la habitación para responder a la llamada entrante, excusándose de la mirada acusadora de su mujer quien seguía en reposo en la cama. Dejando a los guardaespaldas en la entrada para no dejar acceder a ninguna visita indeseada, caminó hacia la salida de emergencia donde pudo sacar el cigarrillo, exhalar los químicos y soltarlos hacia la nada.

—Espero sea algo que valga la pena escuchar —respondió al otro lado de la línea, con la voz malhumorada debido al cansancio y al exceso de trabajo al cual había sido sometido en las últimas semanas.

Escuchó a Naka carraspear antes de responder, un gesto que le hizo fruncir el ceño por la exagerada espera de algún movimiento de parte de su hermano mayor.

—Habla —ordenó con voz fría.

Recibiendo el mensaje, y asumiendo por la tonalidad en la voz del Uchiha mayor, Naka respiró hondo para dar los detalles sobre la misión secreta a la cual Fugaku le había encomendado.

—Madara-sama se ha movido.

Fugaku tiró del cigarrillo, pisoteándolo de inmediato, saboreando el tabaco aun en la lengua antes de que la bilis se le subiera por la garganta.

—Sé más preciso —rugió—. Ha estado yendo y viniendo, no es nada nuevo. Me importan los lugares a los que ha ido. Si no quieres quedar ciego completamente, da bien tus respuestas.

—Fue al funeral... de esa mujer.

No fue necesario que Naka especificara aquel punto, él sabía a quién se refería. Una especie de nudo se le implantó en la garganta pero lo deshizo rápidamente. La muerte de una mujer no debería afectarle, especialmente sin haber compartido absolutamente nada; lo único que sabía acerca de la tragedia de esa mujer se debía a las deudas que Hiashi dejó en vida.

—Asumo que fue para cobrar lo que la familia de ese desgraciado nos debe —opinó Fugaku, analizando las acciones de Madara.

Hacer las tareas de un chinpira no eran las obligaciones que a Madara, el cabeza del clan Uchiha, aceptaría gustosamente; tenía a muchos subordinados capaces de encargarse de aquella molestia. Eso sin duda era inesperada, algo que sin duda un tipo como Madara jamás realizaría sin tener algo planeado.

Fugaku gruñó sin entender por completo las acciones de su hermano mayor. Odiaba nunca poder leerlo, contrario a lo que sucedía cuando Fugaku estaba en la presencia de Madara.

Estaba ideando miles de teorías de por qué a Madara le interesaría asistir a un funeral de alguien sin importancia, posiblemente a causar más sufrimiento a una familia ya en bancarrota o a meter presión a los familiares aun activos y responsables de los errores de Hiashi. Podría señalar una opción viable, una que fuera lo suficientemente lógica de entender, más era Madara de quien estaba hablando.

No sabría decirlo con certeza, Fugaku-kumicho —respondió Naka, confundido igual.

Fugaku masajeó su sien.

—Finaliza con la misión y déjalo. No quiero que él levante sospechas de lo que estamos siguiendo; que yo lo estoy espiando. Regresa a la organización, ocúpate de las casas de apuesta en Kabukicho, y que los chinos no se estén robando nuestros clientes.

Hai.

Cortó la llamada, metiendo el celular de nuevo a la bolsa, mirando hacia el punto donde la bombilla reflejaba sobre el lustroso piso de granito. Escuchó lejanamente el sonido de las ambulancias, recordándose el lugar donde se hallaba. Mikoto seguía esperándole, y como su esposo debía encontrarse al lado de ella. Podría verificar cualquier sospecha sobre Madara en algún otro momento.

Dulce VenenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora