Ay Dalia. ¿Cuánto has tenido que vivir?

Mi cuerpo se estremece ante mis pensamientos uniendo fragmentos, la aprieto más a mí mientras pongo atención a su respiración. Trato que se relaje al mantener mi respiración lenta y constante. Logro tranquilizar un poco su respiración sin decirle nada, pero no lo suficiente.

"¿Por qué crees que haríamos eso?" Pregunta Ian. Frunzo el ceño. Está tratando de sacarle más información. No pienso que sea el momento adecuado, pero tal vez nunca vuelva a querer hablar de eso. Es ahora o nunca. Malestar para sanar, repito en mi mente.

DALIA

"¿Por qué no lo harían?" Suelto sin pensar en realidad. Mi vista baja, ambos están molestos conmigo, sus voces lo dicen, no están conformes conmigo, con lo que digo.

"Dalia" llama mi nombre, pero no respondo, sus manos toman mi barbilla, suelto aire preparándome para lo que viene... tal vez ellos no son tan diferentes a él cómo creía. "Conejita" llama sin soltar mi barbilla, su agarre en mi cara es suave y no me lastima. ¿Por qué estoy esperando que me lastime?, gimo.

"No te hemos mostrado ningún comportamiento de ese estilo como para que pienses que te haríamos eso" Su delicado reproche me hace estremecerme un poco, me acerco más a Sean, buscando algo...

"¿Quién te hizo eso para que piense que nosotros haremos lo mismo?", interroga desde su lugar en el suelo. Su cara se mantiene casi inexpresiva.

"Maestro" susurro, no quiero nombrarlo en alto. No quiero que me escuche.

"¿Tu profesor?" Niego suavemente, Maestro no es un profesor, es un monstruo.

"Hacía que lo llamáramos así" respondo levantando la mirada. Mi sollozo disminuye al sentir cómo mi garganta duele. Ian parece darse cuenta, me entrega un vaso de agua, tomando el líquido, siento como mejora la resequedad en mi garganta, pero no por mucho tiempo.

"Maestro... ¿Es tu padre?" Pregunta después de que terminara el agua. Niego moviendo la cabeza.

"No recuerdo mucho antes del internado" explico tratado de ignorar el escozor mientras hablo, hace mucho tiempo no hablaba tanto, el mejor momento para hacerlo, refunfuño.

"¿Estabas en un internado?" Mi cabeza se eleva asintiendo.

"¿A qué edad entraste a ese internado, bonita?" Sean pregunta desde arriba de mi cabeza, no dirijo mi vista a él, simplemente respondo su duda desde mi posición actual. "Siete... Ocho, tal vez" mi voz va perdiendo fuerza.

"¿Maestro era alguien del internado?"

"No... él llegó un día por mí" susurro levemente.

"Y te llevó del internado" solo hice un sonido afirmando su conclusión.

"¿Él fue quien te dejó en la calle?", interroga.

"No... fui yo" explico forzando mis cuerdas vocales, no quiero hacerlos enojar al dejar de hablar... ellos dijeron que teníamos que hablar y eso estábamos haciendo "Un día no cerró bien la jaula, así que escapé"

"La policía no quiso hacerme caso... y tenía miedo que él me encontrara" trago, saliva, sintiendo, ardor, gimo ante lo que es mi culpa. "Entré en un autobús, donde guardan los bolsos" explico lentamente mis primeros días de libertad "Llegué acá después de un tiempo"

"No somos como ese maestro" asegura tomando mis manos. Un pequeño sollozo sale de mis labios. ¿Cómo sé que eso es verdad? ¿Cómo sé que cuando llegue a confiar en ellos, no cambiarán?

"Te pedimos que nos dejes mostrarte con acciones y no palabras lo diferentes que somos de ese hijo de puta" Sean sigue, su maldición me da un poco de gracia, pero no la suficiente para reír.

"Necesitamos que hables" pide, una fugaz molestia se apodera de mí, sin pensar respondo "eso hago" mi voz suena más tajante y cortante que nunca, la ronquera desapareció, mis ojos se abren al darme cuenta de lo que he hecho.

"Y te lo agradecemos muchísimo" responde Sean, mi corazón se tranquiliza un poco al no percibir represalias por mi arrebato.

"Queremos que sigas así" Anima Ian.

IAN

Dalia permanece un rato en silencio, hasta que empiezo a notar como se inquieta un poco. Una repentina mirada confusa cruza por mi rostro mientras sigue buscando algo... algo que no sé qué es. Luego comienza a ver alrededor de la habitación.

Me inclino un poco hacia delante "¿Buscas algo?" Pregunto.

Ella solo me mira a los ojos por un breve segundo antes de seguir buscando, esta vez por la cama. "Sí" su voz es más tranquila, baja, pero tensa. "Mi... mi manta" rebela casi entrando en pánico. Observo a Sean, a quien veo interrogante.

"No estaba con ella cuando la encontré" dice haciéndola sollozar.

"Te compraremos otra" digo de inmediato tratando de detener su llanto, pero por alguna razón mi intento de consuelo empeora aún más su llanto, niega con la cabeza, mientras su labio se mueve en un puchero que me deja embobado. Lágrimas silenciosas salen de sus ojos mientras Sean trata de calmarla.

Mierda. La manta es su objeto de apego. Un recuerdo difuso de mis clases en la universidad, me hace entrar en razón. "Iré a buscarla" aseguro levantándome. Ella me ve con sus grandes ojos avellana inundados. "Iré por ella" repito más para mí que para ella, suelto un beso en su frente. "Traeré devuelta tu manta" repito, mis palabras parecen consolarla. Bien. Resolvería esto de la manta. 

Amarte, Dalia.Where stories live. Discover now