Algo en el corazón de Sora dolió, el solo hecho de imaginarse al pequeño niño enfrentándose a bestias peligrosas de la espesura del infierno lo aterraba, pero la idea de que este se envenenaba casi a diario por unas pequeñas flores blancas lo hacía sentir culpable, si el niño moría en la espesura sería su culpa, no podía soportar perder a la única persona que le traía alegría en un lugar tan doloroso como el infierno.

¿Como le decía que no quería que se arriesgara mas por aquellas flores?, ¿Como le agradecía aquellos pequeños detalles que hacía por él? No podía sentirse tranquilo consigo mismo al saber que un niño tan pequeño entraba al pantano lleno de peligros por unas simples flores.

—No tienes que... es peligroso... ¿Que pasa si te enfermas o...?

—No importa — respondió Jett enseguida, con una sonrisa confiada y transparente, como si supiera exactamente lo que el ángel pensaba — no es nada, además te gustan, yo voy a seguir trayéndolas. Pero... si quieres flores de la tierra cazaré mas almas de bestias y demonios menores para que mis cuernos crezcan mas rápido y pueda ir a la tierra a buscarlas para ti, desde mañana me esforzaré el doble.

Tal vez estaba especulando, pero en el fondo, Sora pensaba que la inocencia y dulzura de Jett se debía a que aún sus cuernos no crecían y le aterraba pensar que cuando estos comenzaran a crecer entonces se volvería egoísta y sanguinario como los demás demonios. Quería que Jett se mantuviera pequeño por siempre como un padre desea que su hijo nunca crezca. Sora no queria que Jett perdiera aquella amabilidad, no quería perderlo, no aún.

—No tienes que crecer... estás bien así... pero... tampoco tienes que traer flores... no es que no me gusten, me gustan mucho, pero...  — no sabía como convencer al demonio de que no arriesgara su vida debido a un par de flores. 

Sora se sentía feliz con la compañía de Jett, con que lo desconcentrara un poco de la monótona vida en el infierno, de que con su sonrisa repleta de dulzura le entregara esperanzas y ganas de seguir viviendo, necesitaba esa esperanza.

— ¿Entonces como podría venir a verte si no te traigo un regalo?

—¿Como? — preguntó Sora confundido, pestañeando repetidas veces haciendo que sus largas pestañas se vieran aún más hermosas.

—Es... es lo normal ¿no? Dar regalos cuando quieres hablar con alguien.

Tal vez eso era una costumbre entre demonios, aún así a Sora le dolía pensar que un niño debía depender de objetos solo para recibir atención o ayuda, para intercambiar un par de palabras.

—No... no es necesario, puedes venir simplemente a hablar conmigo eso seria un regalo para mi, la compañía de Jett es suficiente.

Jett estaba confundido, toda su vida había tenido que dar algo a cambio de consejos, favores e incluso la simple compañía de sus hermanos y era así para todos en el infierno. Las relaciones e interacciones solo eran importantes si podías ganar algo de ellas ¿Que ganaba Sora de hablar con él? Nada... Sora no obtenía ningún beneficio de relacionarse con un demonio sin cuernos como él, o al menos eso era lo que Jett pensaba, por lo que seguiría llevándole flores para tener el derecho de permanecer a su lado, aunque el ángel le dijera que no ¿que pasaba si era una prueba para medir su lealtad?

—No te preocupes... — Jett miró en dirección al palacio, sintiendo que alguien se acercaba, sabía que se metería en problemas si lo veían hablando con el ángel — debo irme...

Tan rapido como dijo aquello el demonio corrió hacia el palacio dejando a Sora con el adiós en los labios, las despedidas siempre le dejaban un gusto amargo al ángel, en una situación diferente le hubiera gustado palmar con cariño a cabeza del pequeño y apretar sus mejillas sonrosadas cada vez que este decía algo encantador, pero sabia que no podía.En su situación no debía encariñarse con un demonio, sin embargo, era lo único a lo que se podía aferrar para no caer en la desesperanza, no podía creer que se estuviera encariñando de un demonio. 

La Jaula del ÁngelWhere stories live. Discover now