Capítulo 8: Cambio de Planes.

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     Diez dias habían pasado desde que dejamos atrás Bakersfield. Sin un destino claro pero suministros abundantes, seguimos nuestro camino hacia el norte de California, evitando Central Valley y los desolados bosques irradiados del parque nacional Sequoia en la medida de lo posible, optando en su lugar por caminos rurales en las zonas despobladas aledañas al Valle de la Muerte, justo al Este de la región.

     El paisaje más allá de las ventanas era impresionante; colinas áridas cubiertas de matorrales, grandes rocas color arena, plantas espinosas y antiguas cercas de alambre oxidado que flanqueaban el camino desertico hasta perderse de vista. Jamás pensé que lugares así pudieran seguir existiendo en el presente, literalmente parecía algo salido de una película del viejo oeste o aquel videojuego de vaqueros que papá jugaba cuando yo era niña. Algo tan majestuoso e intacto que casi me hacía olvidar los horrores podrían seguir merodeando.

     Según el mapa de Spencer, parece que habíamos entrado yá en el condado de Inyo. Fuí niña exploradora hasta los 11 años, pero no iba a fingir que aún recordaba cómo leer uno de estos. Sin mi teléfono para guiarme, era obvio que estaba asumiendo muchas cosas por el camino, pero al mismo tiempo no sentía que estuviésemos pérdidas o algo por el estilo. Era una corazonada y el paisaje árido pero amistoso, nos invitaba a seguir adelante.

     En cuanto a Meiko, las cosas no habían cambiado mucho, pero al mismo tiempo, eran completamente diferentes ahora. Ya no eran solo los besos fugaces por el camino, o la forma en que ella se acurrucaba en mis brazos antes de dormir. Éramos literalmente nosotras, y lo mucho que esto nos había cambiado desde el comienzo.

    Era tan difícil poder explicar la forma en que nos sentíamos conectadas todo el tiempo. Una sintonía más allá de las palabras, donde estas parecían importar cada vez menos cuando se trataba de entendernos e incluso el más pequeño de los gestos ahora podía significar tantas cosas. No éramos solo dos chicas enamoradas, sino de algo más. Algo especial y diferente, como una suerte de complicidad entre nosotras que a cada momento que pasábamos juntas solo se volvía cada vez más fuerte. Algo mágico que nunca antes había sentido...

     Se que no puedo tapar el sol con un dedo y ni siquiera iba a intentarlo. Meiko y yo, las dos éramos mujeres. Un tipo de relación que traía siempre complicaciones, y no me refiero únicamente a las personas a las que no les gusta la idea, o por el contrario, les gusta demasiado, sino más bien a uno mismo. El darse cuenta y aceptar lo que desde siempre había sido evidente por más que quisiste ignorarlo, era siempre el paso más difícil de dar.

     Desde algo tan simple como la forma en que veía a Clancy en la escuela y lo que sentía al ver cómo era más cercana con Dakota que conmigo, hasta entender que aquellos no fueron juegos, ni hechos aislados, sino experiencias románticas tan reales como lo puede ser un beso...

     Primero fue Olivia hace un par de años. Una chica de último grado, originaria de Oklahoma. Cuando la conocí, seguro tenía la misma edad que tengo yo ahora o quizá un poco más. Su piel era blanca y sus cabellos dorados, aunque teñía sus puntas de rosa a cada rato. Era la capitana del equipo escolar de voleibol femenil. Una jugadora estrella que en sus fotos de perfil siempre levantaba trofeos que luego eran exhibidos en las vitrinas de la escuela.

     Apareció en mí vida justo después que Dakota y Clancy lo hicieran. Simplemente se me acercó en el almuerzo y la amistad floreció rápidamente. Yo aún no sabía que era lo que estaba sintiendo realmente, pero se hacía cada vez más fuerte cuanto más tiempo pasábamos juntas.

     Fué el día de uno de sus partidos más importantes cuando Olivia me pidió por mensaje que la buscara tras los vestidores. Llevaba puesto su uniforme del equipo, y una actitud mas nerviosa de lo que pudiera esperarse de ella. Pensé que era por el juego, así que intenté calmarla deseándole suerte a mi manera, pero ella entonces prefirió hacerlo a la suya...

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