William se veía diferente, y vaya.

Desde que Nico lo había conocido, el hombre parecía a punto de tener un ataque, y realmente lo había visto vestido con ropa demasiado cómoda y holgada, así que verlo ahora con un pantalón de vestir, una camisa que se veía bastante ajustada y el cabello perfectamente peinado le hizo cosas raras a su mente.

No lo iba a negar, William era un hombre guapo —iba a estar condenado si alguna vez lo decía en voz alta—, pero era verdad, solo que parecía que la ropa anterior no le hacía justicia.

—Ehhh... Solo veía a decirte que tenemos que irnos —dijo William con una sonrisa y las mejillas sonrojadas.

Nico se dio cuenta que se le había quedado viendo como un completo estúpido.

—S-sí —Nico se aclaró la garganta—. Quiero decir, uh... Está bien ¿a qué hora va a regresar Bianca?

—Más o menos al mediodía están aquí —respondió William.

—Bien —dijo Nico porque no sabía que más decir.

—¿Quieres... tal vez, despedirte de ella?

Y a Nico no se le había ocurrido, pero claro que quería hacerlo, no la iba a ver más o menos por cuatro horas, bastante tiempo en su opinión. Asintió y ambos se dirigieron a la sala donde la niña esperaba.

Su opinión podía estar un poco sesgada —un poco—, pero Bianca se veía como la niña más perfecta del mundo, toda adorable con sus coletas y su pequeño uniforme escolar, la mochila de dinosaurios —claro que sí— un poco más grande que ella, y una adorable cara de sueño.

Una vez más sintió una oleada de ira porque alguien hubiera atentado contra esta niña perfecta, William pareció leer sus pensamientos porque dijo:

—Ella no es una niña abandonada, es mucho más que eso.

Y sí, Bianca lo era todo y no solo una experiencia que había pasado, de cualquier manera, Nico se alegraba que estuviera con ellos.

Sí, con ellos.

No lo iba a negar, era absurdo negarlo, William era un padre increíble y se comportaba a la altura, tenía sus momentos malos como cualquiera, pero siempre parecía hacer de todo con tal de que Bianca estuviera bien, incluido ponerle un ultimátum a Nico. Era la especie de padre que Nico quería ser algún día y que incluso hubiera deseado para sí mismo —no de una manera rara— sino esa dedicación y ese amor que le profesaba a su hija.

Por lo menos podía concederle eso al hombre.

—Papi, tengo que ir a la escuela —se quejó Bianca mirando a Nico como si mágicamente podría desaparecer la escuela, pero Nico obviamente no iba a hacer eso.

—¿No quieres volver a ver a tus amigos?

—No —dijo Bianca arrugando la nariz con disgusto, y vaya, era demasiado parecida a la expresión enfurruñada de Nico ¿cómo es que no lo había notado? Bianca definitivamente había obtenido eso de él.

Nico le sonrió —Pero te vas a divertir.

Bianca lo miró como si no estuviera tan segura de eso. —¿Y si me voy y te enfermas de nuevo? —preguntó con una voz extremadamente seria para una niña de cinco años.

William miró a Nico esperando su reacción, por supuesto, esto le tocaba a él.

—No me enfermé porque no estuvieras conmigo —explicó Nico—. Fue un accidente y los accidentes no son culpa de nadie.

Por supuesto sabía que este accidente sí había sido culpa de alguien, pero no se lo pensaba decir a Bianca.

—Como cuando me caí —dijo Bianca.

CADENAS DEL PASADO Where stories live. Discover now