Capítulo 12

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Creo que voy a vomitar.

Y no, no es porque esté borracha, porque no lo estoy. A ver ¿Cómo que la chica de la pareja cachonda ya no existe? ¡Dios mío! Solo espero que me diga que es una broma, se ría como siempre lo hace después de decir una estupidez y que puedo pasar a mi apartamento.

—Estás bromeando ¿Verdad?

—¿Tienes dónde quedarte? —Parece que no está bromeando, está serio y me está viendo a los ojos. Entonces me toma del brazo y me aleja un poco más del resto. —Escúchame, el tipo posiblemente esté armado y puede estar en cualquier lugar de este edificio. —Por Dios ¡¿Qué?! Se me está acelerando el corazón. —Revisaron las cámaras del lugar y se le ve entrar con ella, pero nunca salir. No está en su apartamento y el tuyo es el que está contiguo al de él.

Me va a dar un ataque, me va a dar un ataque; lo sé.

—¿Me estás diciendo que ese tipo podría estar en mi apartamento? —Estoy a punto de un paro cardíaco. Me está doliendo el pecho, el corazón se me va a salir por la boca y sí, sí voy a vomitar, necesito entrar, pero puede haber un sujeto armado en mi baño.

—Esperemos que no ¿Pero puedes abrir, por favor? Quiero que los oficiales revisen. —Lo hago, porque lo necesito más yo que ellos. Voy hasta mi puerta y en mi bolso comienzo a buscar la llave, pero todo está borroso. Okey, logro ver mi llavero, pero en el proceso de sacarlo se me cae la caja de tampones y la de pastillas anticonceptivas.

Y caen sobre los pies de Nico.

Él las mira, yo también, pero es él quién las recoge. A ver, ahora mismo un tipo loco armado puede estar metido en mi apartamento, así que este es el menor de mis problemas. Intento ingresar la llave en el orificio de la puerta y, por Dios, casi estoy viendo doble.

Nicolás toma mi mano, ingresa la llave y gira la manecilla. Cuando se abre yo voy a dar un paso al frente, pero él me detiene pasando su mano alrededor de mi cintura. Los oficiales pasan y yo me quedo ahí, observando como encienden la luz y cautelosamente entran apuntando con sus armas.

—¿Cómo pasó? —Le pregunto a Nico en su susurro, todavía su brazo está alrededor de mi torso y le estoy agarrando los dedos con fuerza. Me doy cuenta de que sostiene mis cajas, se las quito y las guardo en mi cartera. —¿El tipo tiene una pistola o algo?

—No —contesta al mismo tono. —La apuñaló.

Okey, estoy a punto de un ataque de pánico. Estamos hablando de los mismos que se manoseaban en el elevador y que vi hace unas horas.

—Tengo que entrar —le digo. Él atiende su celular, porque alguien lo está llamando. A ver, no sé si los oficiales ya revisaron el baño, pero yo paso directo a dejar todo lo que me tomé. Tal vez no debería beber alcohol los días que a alguien se le ocurra matar a otra persona a la par de mi apartamento. Escucho que alguien entra y ya sé de quién se trata cuando me recoge el pelo. —¿Qué estás haciendo? ¿Puedes salir de aquí?

—¿Y quién va a sostenerte el cabello?

—Yo puedo sola. —Y torpemente intento tomarlo yo misma. Siento que me voy a morir, no sé si por la resaca o por el shock. Me duele la cabeza y hasta el cuerpo. Es Nico el que tira la palanca. —No mires eso.

—Miro cosas peores todos los días, pulga.

Sale a hablar algo con los oficiales y a duras penas me pongo de pie, porque parece que me pasó un tren encima. Me lavo los dientes. Cierro los ojos un momento y lo primero que se me viene la mente es la imagen de la pareja cachonda dentro del elevador.

—¿Tienes donde quedarte? —La voz de Nicolás me interrumpe. Dejo mi cepillo en su lugar y me vuelvo a él cuando agrega: —Al menos por hoy.

—La única casa donde podría quedarme es la de mi abuelo, si me aparezco a esta hora y les cuento qué acaba de pasar en el apartamento contiguo, Glenda y él no me dejan volver nunca.

Bendito Karma © (En Proceso)Место, где живут истории. Откройте их для себя