25: Ideas entre los espejos

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Cainán A

Miro desde el gran ventanal de mi mansión. El bosque de día se ve tan calmo y mi alma está tan alterada. Antes lo estaba, pero desde que apareció Adara Kyleth, siento que esto es el triple. Me encontraba aislado, pero siento que todo era mejor. No se puede volver atrás, lo acepto, lo que no logro es admitir la presencia de ese Akil.

—¿Por qué tiene que vivir con ella? —Presiono los dientes.

«Hay que quemarle la casa», ofrece B.

Me giro de manera abrupta a observarme en el espejo.

—Eso es demasiado hasta para mí.

«Y los quieres ver abrazaditos», en mi reflejo sonrío.

—Tienes toda la razón, B. Ojalá tuvieras mejores ideas para conquistarla. Recuerda que es tu culpa que no nos acepte por completo.

«Si no me hubiera interesado, tú ni te le acercabas».

Dejo de responderme, entonces observo al ventanal.

No debería seguir ninguna idea descabellada de B, pero estoy desesperado. Necesito una maldita oportunidad para que Adara se interese en mi otro yo, y así me desharía de este conflicto, el cual no debería tener relevancia en este momento.

Adara

Lavo los platos después de almorzar, entonces veo por la ventana, como Akil deja de colgar la ropa para jugar con los niños. Sonrío, pues así me lo imaginaba cuando me lo contaba por teléfono. Es una imagen muy bonita. Una familia, en una cabaña, de vacaciones y pasándola bien con sus hijos. Aunque yo era la supuesta otra, y su esposa inexistente sería la que estaría aquí.

—Qué molestia. —Dejo de sonreír.

«Adara», oigo a mi costado y me llega un escalofrío.

Decido ignorar a la sombra que me habla, entonces le presto atención a los platos y en lo que estaba pensando. Debo concentrarme en Akil, en eso. Está jugando con los niños. De repente, se arremanga, así que veo su tatuaje.

«No soy tuyo».

¿Eso fue el recuerdo de nuestra conversación o en realidad lo escuché en mi mente? Decido observar a mi costado, el espejo que no había notado hasta ahora, se rompe. Me estremezco ante el repentino resquebrajamiento.

—¿Q...? ¿Qué? —Me sobresalto, algo ha caído en el comedor. Voy directo hasta allí y me sorprendo—. ¡Hay fuego!

Intento salir, pero no puedo pasar. Toso y me cubro la cara con el brazo. Veo mucho humo, no tengo idea por donde huir. De pronto, las maderas del techo se abren, entonces visualizo a Akil. ¿Cómo ha llegado hasta allí tan rápido? Todo está tan borroso, luego siento que estoy suspendida cuando me agarra. Salimos fuera del peligro, luego aterriza, puedo notarlo, son alas.

—¿Un ángel? —susurro.

Parpadeo varias veces para reaccionar, luego me doy cuenta de que son alas negras, y tiene un tercer ojo, como cuando vi a Cainán transformado.

—¿Por qué no la bajas? —Hablando del Rey de Roma, visualizo a A.

—Señor Done —dice tranquilo Akil—. ¿Ha sido usted?

—Era la idea, pero no —comenta—. Es como si se hubiera materializado.

Quedo desconcertada.

—¡¿Qué quieres decir con que era la idea?! —me quejo.

—Bájala. —Me ignora y le ordena a Akil.

Él va a obedecerle, pero lo detengo.

—¡No! —dictamino, entonces se paraliza, como si hubiera tenido el poder, como si mi voz lo hubiera frenado en aquella repentina sacudida.

—¡¡Adara!! —se queja Cainán.

—¿Qué? —Ignoro todo lo anterior y lo miro de mala manera—. No le des órdenes.

Él también no me presta atención.

—He dicho que la bajes —exige, luego lo observa, más detenidamente—. Qué raro ver un ángel por aquí.

—No lo soy —le responde—. Soy un híbrido, aunque no tengo tanto de eso que mencionas.

Se le aproxima al rostro, enojado.

—Eso es imposible, yo soy el único demonio evolucionado que se puede mezclar con otras razas.

—Lo eres, mi padre está muerto.

—Es muy curioso —acoto, sin soltarme de Akil—. He notado que todos los padres de los demonios están muertos.

—¡¿Ya puedes bajarla?! —se queja Cainán.

—No puedo —contesta mi ex—. Tiene que pedirlo ella.

Observo que en sus manos hay como un tiritar, están tensas, parece que hace fuerza. Luego Cainán mira el tatuaje en su brazo, luego a mí, para hablarme, indignado.

—¿Sí eres un demonio? —me consulta—. Qué decepción —Su tono cambia al de B, así que frunzo el ceño.

—¡¡No lo soy!! —declaro, molesta, luego le recrimino a Akil—. ¡¡Deja de fingir demencia, no tengo tu alma!!

—Comprobémoslo. —Sonríe el castaño—. Dile que te baje y nos deje a solas.

—No voy a hacer eso.

—Quizás no seas un demonio, pero puedes darle órdenes, inténtalo —insiste.

Mis dientes se presionan, entonces miro a Akil.

—¿Pu... puedes bajarme?

—No, no, en tono de orden —aclara.

No muy segura, miro un momento a Cainán, luego a Akil.

—Bájame y déjanos a solas.

De repente, mi ex me inclina, dejando mis pies en el suelo, entonces como si nada se retira. Quedo un poco en shock, luego observo a Cainán, desconcertada.

—¡¿Qué hiciste?! —me quejo.

Él sonríe.

—Yo no hice nada, fuiste tú.

—¡¡Eso es imposible, y no tiene lógica, no soy un demonio!!

—No, pero quizás te relacionas con brujas. —Se hace el pensativo.

—¡¿Te burlas de mí?! —expreso, más alterada.

Se ríe.

—Un poco.

Maldita sea, cómo lo odio, detesto a B.

            Maldita sea, cómo lo odio, detesto a B

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