IX - La Ascensión.

8 4 3
                                    

"Lamento haberte llamado a estas horas, pero es el único momento que tengo para hablar contigo." Su voz es cautivadora como una serpiente hechizada por la más hipnótica melodía.

"¿Estoy soñando?" Susurra la chica parpadeando un par de veces.

Las esquinas de su boca se curvan hacia arriba. "¿Si fingimos que sí sería más sencillo para ti?" Eso no hace que Maia se sienta para nada cómoda pero no va a demostrárselo.

"¿Quién eres?" Habla con claridad.

No responde de inmediato, en su lugar da dos pasos hacia Maia. Su vestido de satén se mueve como si fuese el objeto más fino y el encaje en el borde inferior brilla gracias a las pequeñas piedras bordadas en él.

"Evina Grimoldi, es un placer." Su sonrisa ahora es más grande y sus manos entrelazadas sobre su estómago permanecen firmes en ese lugar.

"Evina," repite la chica en voz baja.

Suelta una suave risita y se da la vuelta caminando por el lugar. No es más que un establo vacío a excepción de unos cuantos ramilletes de heno desparramados por el suelo y montones de polvo. "Por tu reacción puedo adivinar que has escuchado sobre mí antes," expresa con calma antes de volver su atención hacia su invitada. "La diferencia, es que no soy lo que todos han estado diciendo."

Maia levanta una ceja escudriñando su respuesta. "¿Una bruja?"

"Bueno, eso sí," contesta de inmediato. Una vez más, camina hacia la joven hasta estar lo suficientemente cerca como para levantar una mano y colocarla sobre su barbilla moviendo su cabeza a su gusto. "Tienes un hermoso rostro," murmura. "Lo reconocería donde sea que vaya."

Hay algo en el tono de su voz cuando dice eso. No fue un alago, fue una crítica, no está feliz con ello.

"¿Qué quieres de mí?" Inquiere la chica una vez que la suelta.

Ladea su cabeza apenas. "Nada. Considera esto una...ayuda, de mujer a mujer."

Maia casi quiere reír ante eso. "¿Por qué querría tu ayuda?"

"No te encuentras aquí por nada," mira hacia fuera de una de las ventanas. "Estás desesperada porque estás a punto de perder algo muy importante para ti."

¿Acaso sabe sobre su abuelo? Se cuestiona. "Tengo que irme." Maia no llega a girarse por completo cuando Evina vuelve a hablar.

"¿Qué han hecho hasta ahora?" Pregunta. "Tus amigos," añade. "Asumo que ninguno ha sido honesto hasta ahora." La chica le da una mirada de lado. "¿Toda esta farsa que se han armado? Fue solo para llevarte a Idena." La mujer suspira negando. "Esos hermanos, no tienen idea de lo que hacen, ya han fallado antes e incluso han hecho que su abuelo desapareciera," comenta. El hecho de que sepa tanto sobre ellos la pone aun más nerviosa. "Y Edrik," hace una pausa corta, "puede usarte para saldar su deuda y obtener su libertad. ¿Sabes por qué?" Su mirada es tan intensa que intimida a Maia más de lo que quisiera. "Porque él sabe algo que tú no," sonríe. "Tu sangre es la sangre de un traidor."

La joven finalmente decide enfrentarla. "La única traidora aquí eres tú."

Esas palabras provocan que Evina suelte una carcajada. "Te pareces tanto a él, tan fiel e ingenua como él." El desprecio en su voz es evidente. "Maia, no estás a salvo con ellos, lo único que lograran es herirte y mucho. Personas como ellos hacen eso todo el tiempo," expresa sin dar vueltas. Coloca ambas manos sobre los hombros de Maia apretándolos un poco. "Ven conmigo, y te prometo que liberaré a tu abuelo y ambos podrán volver donde pertenecen." Maia se zafa de su agarre apenas comprende que ella, en efecto, se llevó a Alan pero Evina insiste una vez más. "Ven conmigo, y te prometo que esto sólo habrá sido una pesadilla más."

El Alquimista de Almas ©Onde histórias criam vida. Descubra agora