— Me alegro mucho por ti, REBECCA.

— Gracias IRINA — le sonríe y se siente más tranquila ahora que su mejor amiga estaba allí —. Ahora ayúdame a terminar la cena antes de que Song se queje de que tiene hambre.

— Marchando, señora — Dice haciendo un saludo militar a lo que la Tailandesa rueda los ojos.

Al menos, pase lo que pase, siempre tendría a Irin.

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El viernes llega, y con el, una bomba de nervios que estalla dentro de Becky. Las mariposas se prenden fuego, y quizás se convierten en murciélagos que muerden y arañan cada parte del interior de la Tailandesa. Se siente como un huracán explotando dentro de ella, y cuando detiene el coche en el aparcamiento del club de fútbol siente que va a desmayarse.

Probablemente estaba siendo dramática, no era para tanto. Pero de algún modo, lo era. Becky había tenido citas, pero aquello había sido antes, hace mucho tiempo atrás, antes de tener que poner a su hija por encima de cualquiera, incluso de ella.

Salir con alguien lo complicaba todo, porque cuando aquello terminara, no tan solo tendría que lidiar con su propio dolor, si no que también tendría que lidiar con el de Song. Tenía que dejar su propio dolor a un lado y poner una sonrisa para la pequeña y hacer como si todo estuviera bien.

Y aunque Becky siempre había sido una profunda romántica sin remedio, el miedo de que las cosas salgan mal le detenía siempre de tan siquiera intentarlo.

Porque teniendo a Song no necesitaba a nadie más.

O eso creía hasta ahora.

— ¿Nerviosa? — Song pregunta desde la parte trasera del coche, sentada en su silla morada con los brazos cruzados.

— ¿Por que lo dices, cariño?— Becky pregunta mirándola a través del espejo retrovisor con una sonrisa nerviosa.

— Llevamos aquí diez minutos, mami.

Es entonces, que Becky se da cuenta que llevan paradas en aquel estacionamiento más tiempo del que creía, que había sido completamente absorta por sus pensamientos.

— Oh — Es todo lo que es capaz de decir mientras sonríe un tanto avergonzada

Quizás estaba actuando como una niña pequeña, pero volvería a ver a Freen después de haberla besado, después de que se besaran bajo la lluvia hasta que sus labios se hincharon, y decir que no estaba nerviosa sería una completa mentira.

— ¿Podemos ir ya? — Song pregunta desabrochándose el cinturón para seguidamente colocar su pequeña mano en el hombro de su madre — Estarás bien mamá.

Son las palabras que de alguna manera necesitaba, dichas por la persona que más le importaba, así que Becky se siente mucho más aliviada ahora, mucho más valiente.

— Por supuesto amor, vamos.

Salen del coche y cuando entran en el campo de fútbol, la pequeña corre hasta su entrenadora haciendo que Becky sonriera levemente.

— ¡Entrenadora Freen!

— Hola pequeña.— Freen la abraza con la mayor sonrisa en su rostro, y las mariposas dentro de Becky empiezan a revolotear.

— ¡Te he echado de menos!— exclama con brillo en sus ojos — Ayer mi mamá y yo fuimos al parque con la pelota que me regalaste y le marqué todos los goles, ¿Te lo puedes creer?

— No me sorprende para nada, pero no se lo digas a tu madre

Becky rueda los ojos pero sonríe, y cuando Freen la mira, siente que todo el aire en sus pulmones desaparece.

❝¡Entrenadora Freen!❞ (Freenbecky)Where stories live. Discover now