Capítulo 8

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Agosto, 2039.
Geumcheon-gu, Seúl.

Retar a un superior nunca era una buena idea, mucho menos si se trataba de una pelea. A decir verdad, era probable que los chicos tuvieran razón y Félix hubiera perdido la razón, pero ignorando que su contrincante pudiera matarlo en un parpadeo, batirse en duelo con un maestro de las artes marciales de la talla de Renjun era una experiencia extrema que todo amante de la adrenalina debía probar al menos una vez en la vida.

El primer ataque vino de parte del australiano, una estocada directa que el chino se limitó a esquivar, sin perder la calma que lo caracterizaba, como una roca firme en medio de una corriente. Embiste tras embiste, parecía que el rubio caería en todas sus trampas, apartándose de la trayectoria de sus espadas en el último segundo, sin que las hojas le rozaran siquiera.

La última estocada, Renjun la atrapó con el tsuba de su espada y con un giro de muñeca torció el brazo de Félix hasta obligarlo a quedar de rodillas. Apuntando a su largo cuello con la punta del sai en su mano izquierda, hizo que su subordinado soltara el arma que todavía sujetaba y que admitiera la derrota en voz alta, saboreando como nadie el haber vencido (una vez más) a su fiel asistente.

Fue entonces, justo cuando ayudaba al otro a ponerse de pie, que advirtió a la persona que había ido a colarse en su sesión de entrenamiento, observando desde las sombras, como un mudo espectador.

Inquieto por su expresión, Félix giró en redondo para descubrir de qué se trataba y al pillar a un intruso, no lo pensó dos veces y saltó del ring. Empujó al extraño contra el muro más cercano, presionando su tráquea con el brazo para impedirle respirar. No fue difícil someterlo, habiéndolo tomado por sorpresa y sin darle oportunidad a defenderse, aunque intuía que también porque el alto no estaba en la mejor forma.

—Suéltalo —ordenó el rubio, a sus espaldas, con un tono que no emitía ni molestia ni sorpresa, sino más bien aburrimiento. Félix obedeció al instante, pero no se movió, todavía interponiéndose entre el extraño y su jefe.

Tosiendo para recuperar el aliento, Lucas estuvo a punto de ahogarse otra vez al ver al rubio acercarse.

Había cambiado enormemente desde la última vez que se vieron y, al mismo tiempo, era el mismo chino precioso, adorable y malhumorado que él alguna vez conoció. Entre lo destacable, se había puesto más alto y tenía el cabello más largo, sus brazos daban cuenta del ejercicio al que se sometía y a la altura del hombro, tenía la cicatriz de lo que parecía ser un buen corte. Entonces, así luce a los 20 años, pensó.

—Podría fingir que es un placer volver a verte, pero me limitaré a decir que no esperaba encontrarte de nuevo, mucho menos en un sitio así. ¿Cómo te enteraste de este lugar? —preguntó Renjun, devolviéndole a la realidad— No, más importante aún, ¿qué demonios estás haciendo aquí?

Le miraba con una frialdad tan impropia de él que el alto perdió la capacidad de hablar momentáneamente. Suponía que se lo merecía después de cómo lo trató aquella noche, la decepción y el asco con que le habló, la cruel indiferencia con que pasó a su lado sin volverse a mirarlo. En ese entonces, ni siquiera le agradeció por haberlo salvado, lo único que hizo fue juzgarlo, escupir en su familia, en lo que le estaban legando, como si se tratara de una enfermedad y Renjun fuera el agente infeccioso.

—Y-Yo... necesito ayuda.

Incluso Lucas pensó en lo descarado que era aparecer frente a su exnovio, tras varios años sin ninguna clase de contacto, implorando por algo que no se merecía recibir. Y no que no lo hubiera pensado antes, a decir verdad, fue lo primero que le pasó por la cabeza cuando la opción de recurrir a él se le apareció por la mente, sin embargo... no lo estaba haciendo por sí mismo.

Sangre y poder [Luren] TERMINADAWhere stories live. Discover now