El problema era que se trataba de Luz Noceda.

Luz Noceda, la chica que era tratada de delincuente en Hexide, la que se viste con la ropa más usada y gastada de todas, la que peleaba con cualquiera que se metiera con sus queridos amigos.

Pero también era esa Luz Noceda que defendió a la comunidad LGBTQ+ ante toda la escuela, la que la escuchó cuándo necesitaba desahogarse con alguien, la que la sacaba de su zona de confort. La que la trataba cómo una princesa y al mismo tiempo cómo alguien común y corriente, sin buscar su propio beneficio con su amistad.

La que tenía TODO lo que le gustaba a Amity en una persona. Pero la que también tenía todo lo que odiaba su madre en un partido para sus hijos y en cualquier persona.

—¿Mittens?—la voz de su hermano fue lo que la regresó al ambiente del hospital—¿Segura que sabes porqué?

—Si Edric—contestó cortante, pero no podía ocultar aquello toda la vida, ya debía de confesar por lo menos a sus hermanos—. Pero... no es fácil responder.

Si no se sentía lista, su hermana mayor sabía cómo hacerla sentir segura y no tan aterrada de sus sentimientos, con un simple abrazo que ya le daba a entender que Emira ya sabía la respuesta.

—Si no quieres hablar ahora está bien, pero igual estaremos para escucharte.—le dijo la Blight mayor sonriendo y apretando un poco sus hombros de manera confortable.

Y sirvió, casi que pudo sentir las lágrimas acumulándose en sus ojos, pero no podía perder la compostura frente a quienes siempre la vieron casi como una figura de autoridad a pesar de la diferencia de edad.

Pero no pudo agradecer, pues su madre había tocado la puerta y seguido a eso, la abrió.

—Edric, creo que ya podemos irnos, los doctores insisten en que no tienes nada.—la noticia salía molesta por su boca, no parecía estar contenta con el trato que les brindaba ese hospital.

—Ah, genial, vamos a casa entonces.—Edric ya se estaba levantando cuándo su madre volvió a hablar.

—¿A casa? Claro que no príncipe. Te llevaremos a un hospital en Massachusetts, aqui hay mucha negligencia.

Ambas hermanas rieron sabiendo que ellas en definitiva no irían a Massachusetts, y Edric estaba completamente aterrado por la idea, ya que no eran vacaciones, pues conociendo a su mamá lo más probable es que le inyectarían muchas cosas y nunca saldría de ese hospital.

—¡No es necesario mamá! ¡Estoy bien!—Edric se levantó rápidamente y se movió bastante, para demostrar que no tenía ningún problema ni ninguna necesidad de ir a otro hospital.

—¡Edric vuelve a la camilla!

Y esa discusión se alargó cómo por una hora.

Obviamente Amity no iba a soportar ese comportamiento y se fue a cómo pudo, y mientras iba en la limusina sin rumbo, pensó en ir a la biblioteca, hacía mucho que no iba y necesitaba despejarse del beso que le había costado su sueño. Y sus hermanos no le ofrecieron ninguna solución.

—Ignacio, a la biblioteca por favor.—pidió mirando por la ventana polarizada y llevándose un chocolate a la boca.

Y claro que se acordó de la morena por ese chocolate, en primera pensó en sus ojos que eran como un mar de chocolate en que siempre se perdía mínimo 3 minutos. En segunda, por el momento que compartieron en la limusina, en el que le llevaba chocolates a la boca y sus dedos de vez en cuándo rozaban sus labios, volviéndola loca y tornándola a un rojo vivo.

—Llegamos, señorita.

—¿Tan rápido?

—El hospital y la biblioteca están a unas 6 cuadras de distancia, señorita.

—Oh... claro, lo siento Ignacio, estoy un poco distraida—la peliverde salió del vehículo con ayuda del hombre, tomando su mano para salir—. Puede irse Ignacio, llamaré a Osvaldo más tarde para que me recoja. Tómese el día libre si gusta.

El chofer sonrió feliz y sereno, agradecido por lo que su pequeña jefa le ofrecía.

—Muchas gracias, señorita Blight—el adulto de varias canas tomó la pequeña mochila de la millonaria y se la dió, para después cruzar los brazos detrás de su espalda—. ¿Se encuentra bien? No es propio de usted estar tan distraida.

La ojos dorados sonrió algo decaída, ¿Tanto le había afectado la situación que hasta su chofer se preocupaba por ella? Quizá solo era porqué Ignacio era muy bueno leyendo a la gente, pero no había que ser un genio para saber que algo le pasaba.

Claro que, no podía mentirle a un hombre que siempre se había portado bien con ella. Y quién sabe, quizá podría darle algún consejo.

—Ignacio... ¿Usted alguna vez se distanció de alguien sólo por la vergüenza que pasó por una situación?

Puede que haya sido muy directo, la reacción del señor le hacía suponerlo; pero no tardó mucho en responderle de una manera relajada.

—Algo así, pero fue una amiga la que se distanció—le confesó, sonriendo con nostalgia—. Tuvimos un conflicto por algo personal, y ella se distanció sin darme explicaciones. Yo trataba de buscarla pero ella no podía ni verme después de... eso.

—Ya veo...—se pusó su mochila pequeña en la espalda algo triste por su chofer, quién ya no se veía tan triste por eso que pasó hace tanto tiempo.

—¿Está pasando por lo mismo, señorita Blight?

—Si... y usted tiene razón, esto no es algo propio de mi—indicó la de tez blanca, desviando la mirada a cualquier otro lado—. Mucho menos lo es... no tener una respuesta a un problema tan vanal y estupido como este.

—Ningún problema es estupido si me permite decirle—comentó Ignacio, llamando la atención de la chica nuevamente y logrando que volteara a verlo—. Mire... si usted está pasando por esa situación que planteó, lo mejor será hablarlo con la otra persona. Y con la pura verdad, así sea vergonzosa o no.

—Pero es difícil... hablar de sentimientos es más complicado de lo que cree

—Digamelo a mi, he vivido más tiempo que usted—murmuró sonriendo—. Pero a mi me hubiera gustado que mi amiga me explicara todo lo que pasó hace tantos años, con tal de no haber perdido contacto con ella.

Aquello dejó pensando por un buen rato a la peliverde, pero no tenía tiempo de reflexinar, al menos no ahí, en la banqueta con la biblioteca al lado.

—Muy bien, nos vemos mañana señorita. Espero y resuelva sus problemas—Ignacio sonrió ampliamente reconfortando un poco el ambiente pesado que sentía y adentrándose nuevamente en la limusina—. Le avisaré a sus padres que llegó sana y salva.

—Muchas gracias Ignacio, entraré para que les diga que me vió entrando sana y salva. No vaya ser que mi madre quiera mandarme a Massachusetts también.

Ambos rieron y se despidieron mutuamente, Amity entró en completo silencio a la biblioteca a excepción de sus tacones.

Seguro que ahí, en medio del silencio y la paz encontraba la respuesta a lo que haría próximamente con Luz.

DelincuenteWhere stories live. Discover now