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Según la propia Maddie, que era maestra en tirarse piedras contra su propio tejado, ser estudiante de Psicología te convertía automáticamente en un ser insoportable por dos motivos: uno, siempre ibas a tender a sobreanalizar las cosas; y dos, siempre ibas a encontrar una explicación para un comportamiento que quizá no lo necesitaba. Evidentemente, Maddie había hecho las dos cosas.

El contexto era el siguiente: quería volver a ver a Will. La explicación más elaborada era que necesitaba volver a establecer contacto con él, fuera como fuese, porque cuantas más veces se topara de forma ''casual'' con él, mayores probabilidades de que el chico tuviera un mínimo de interés. Madeleine había investigado sobre cómo se establecían las relaciones más duraderas y había encontrado varios estudios que respaldaban su hipótesis, así que decidió ser esa estudiante insoportable y basó en la evidencia algo que la gente hacía casi sin pensar. Cuantas más veces se vieran, mayor sería la sensación de familiaridad y, por ende, mayor cercanía. Sencillo, ¿no?

Como en todo, la teoría era fácil. La práctica era otra cosa. Madeleine llevaba paseando casi una semana seguida con Tofu por los alrededores del pabellón donde los MIT Engineers entrenaban, pero no había habido suerte; ni rastro de chicos que jugaran al vóley, ni balonazos, nada. Tofu comenzaba a cansarse de su nueva e impuesta rutina, y su dueña también empezaba a sentirse una estúpida. 

Fue entonces cuando llegó el sobreanálisis de la situación. Se le pasaron por la cabeza miles de opciones, todas ellas viables en mayor o menor medida, y finalmente llegó a la conclusión de que estaba haciendo aquello porque era tonta.

Una tonta que anhelaba algo que no necesitaba y que había decidido perder su tiempo dando vueltas. 

Tras seis días paseando por el mismo sitio, Madeleine decidió centrarse en lo importante: sus estudios. Al fin y al cabo, no tener lo que todo el mundo tenía tampoco era para tanto.

*****

El ruido en el apartamento era insoportable. Por alguna razón que se escapaba de toda explicación científica, siempre que Madeleine o cualquiera de sus compañeros de piso necesitaban concentrarse, sus vecinos martilleaban sin descanso la pared. Por eso -y porque debía encontrar un manual para su tesis-, Maddie decidió poner rumbo hacia la biblioteca del campus. 

El paseo fue corto y algo frío; una chaqueta de cuero no era suficiente para resistir a las temperaturas de Boston, donde la primavera apenas existía. Con las manos hundidas en los bolsillos de la chaqueta, su bolso cruzado al hombro y la suela de sus botas chocando contra el suelo, Madeleine entró en el enorme hall de la biblioteca. Se acercó al mostrador mientras se quitaba los auriculares, dejando sonar The Smiths en el fondo de su bolso. 

—Hola. —saludó a la mujer joven que estaba al otro lado del mostrador. Parecía estar cansada de trabajar allí, aunque al parecer su trabajo no requería demasiado esfuerzo. —Venía buscando el manual- 

—¿Tienes carné de estudiante, personal docente o personal investigador?

—Ah, sí. —Maddie esbozó una sonrisa algo forzada y buscó su cartera. —Un momento. —el nerviosismo y la vergüenza comenzaron a apoderarse de ella cuando se dio cuenta de que el carné no estaba donde debía estar. Revolvió el contenido de su bolso unas cuantas veces. Estuvo a punto de volcarlo sobre el mostrador, pero los tiques y los pañuelos usados le iban a dar aun más vergüenza, así que se limitó a fruncir más su sonrisa. —Sí, sí tengo, pero no lo he traído. Seguramente-

—Sin carné no se puede acceder al archivo ni a las salas de estudio.

Maddie abrió la boca para soltar un improperio, pero se contuvo. En su lugar, soltó un incrédulo: —¿Qué?

No room for chanceUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum