Entrega total

61 11 6
                                    

El tiempo pasó como agua entre las manos en medio de la desoladora situación por la cual Yuuri atravesaba tras cuatro largas horas sin saber absolutamente nada sobre el estado de su esposo. Al inicio intentó soportar lo mejor posible autoconvenciéndose de que la intervención se había dado a tiempo, que un alfa como Víctor estaba a su lado y que además Yuri era un omega lo suficientemente joven y fuerte como para perder las esperanzas, así como así.

Sin embargo, tras el inevitable pasar del tiempo, dichos pensamientos perdían fuerza haciéndolo presa de la desesperación. Además, debía reconocer que, en su vida, jamás se había sentido tan solo, tan vulnerable como en aquellos momentos. Ni siquiera cuando gran parte de los fanáticos del patinaje sobre hielo de aquella nación se mostraron en su contra al conocer su relación con Víctor.

Suspiró por milésima vez, entre cansado y triste. Durante toda la tarde no pudo evitar pensar en su familia, en lo ilusionados que estaban con su primer hijo, mucho más considerando la baja tasa de concepción para un omega y beta. Recordó como en su momento, su madre fue la más entusiasmada, a tal grado de encargarse de llamar casi todos los días a Yuri durante el primer trimestre a manera de darle un par de consejos y recetas para que pudiera hacer frente a las molestas náuseas.

Sonrió de solo recordarlo, Yuri no conoció a sus padres, así que tener en Hiroko una figura materna lo hacía sentir no solo querido, sino llenaba su corazón de un cariño que jamás experimentó. Se sentía derrotado, deseaba tanto escuchar a su madre, no deseaba preocuparla, solo escuchar su voz.

Antes de siquiera pensarlo sus manos fueron más rápidas y tomaron el celular de entre sus bolsillos del abrigo para marcar el número de sus padres. Timbró, una vez, dos, tres, y a la cuarta estuvo a punto de colgar, pero antes de hacerlo, la escuchó.

—¿Diga?

—Ho...Hola, mamá —tartamudeo un poco al responder. Como si de un mágico bálsamo se tratara, escuchar su voz sanó una pequeña parte de su alma que en esos momentos agonizaba.

—Yuuri, cariño ¿cómo estás? Ya debe ser muy tarde allá ¿no? —Se removió en su asiento, escucharla hablar de manera simple, sin conocer por todo lo que su hijo y yerno estaban pasando, le daba una sensación de fingida paz.

—Estoy bien, mamá. Tienes razón, aquí ya casi es media noche. ¿Cómo están todos allá? —devolvió la pregunta, no se sentía listo para tocar el tema y preocupar a su familia, prefería al menos mantener en esa llamada ese falso ambiente, así poder engañar a su corazón al menos por unos instantes.

—Estamos bien, tu padre recién fue al médico y le prohibieron el alcohol, no ha sido bueno para su presión. Mari también está pasando por un buen momento, la cafetería que recién abrió con su esposo está pasando por un buen momento. Pero mejor dime, ¿cómo está Yuri? Seguro se debe sentir muy incómodo a estas alturas del embarazo. ¿Está contigo? Me gustaría hablar con él.

Se mordió los labios, era obvio que preguntaría por él, y le rompía el corazón la simple mención.

—Lo siento mamá, pero no, no está conmigo.

—Ya veo. —Tras esa última frase siguió un silencio un tanto incómodo para ambos, Hiroko al parecer ya intuía lo que ocurría, pero no quería ser demasiado invasiva, ni quebrar a su hijo quien visiblemente intentaba aguantar con todas sus fuerzas para no soltarse a llorar.

—Yuuri, cariño. Estoy contigo y los amo a ambos. Sabes que siempre pueden contar conmigo y tú padre.

Sintió su labio inferior temblar al escuchar las palabras de su madre, no tenía corazón para hablar abiertamente del tema, mucho menos para preocuparla, pero tenerla ahí al otro lado de la línea le daba fuerzas, en ese momento sentía el apoyo que todo el día tanto le hizo falta. Internamente deseaba hablar de la situación con ella, de sus labios escuchar que todo saldría bien, solo con escuchar esas simples palabras de la gentil voz de su madre le haría creerlo como una realidad.

Al final estabas túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora