La miro, sin saber qué decirle.

—Evangeline, lamento profundamente lo de tu madre —agrega en un suspiro lleno de pesar—. Pero quiero que sepas que no estoy enamorada de tu padre, y él tampoco lo está de mí. De hecho, me salvó la vida sacándome de un prostíbulo donde la luz del sol parecía ser un recuerdo olvidado. Lo último que quería tu padre era casarse con otra mujer, pero yo misma vi cómo le ponían un arma en la costilla mientras firmaba sus papeles de matrimonio conmigo. No vengo a ocupar el lugar de tu madre —afirma Cindy con firmeza—. Ni mucho menos me acostaré en la misma cama que él. Me están preparando una habitación muy bonita donde pienso pasar el resto de mi vida lejos de los hombres.

Mis hombros se relajan de alguna manera al ver que podría estar hablando en serio. Me tomó por sorpresa que me diga tanta información de golpe.

—Bien —acepto de alguna manera—. Creo que te mereces esta vida después de todo lo que has vivido. Nadie va a molestarte aquí, Cindy.

La sonrisa de ella se aflora para reflejar el alivio. Parece tan contenta con todo esto que incluso amaga con abrazarme, pero ambas nos damos cuenta de que es demasiado, por lo que se echa hacia atrás.

***

La limusina está esperándome de nuevo para regresar al palacio de la Elite. Salgo al pórtico y el sol me pega de lleno en el rostro, por lo que debo cubrirme con la mano para que no me lastime los ojos.

Mi padre se une a mí, saliendo para acompañarme a la puerta trasera del auto. En silencio, compartimos ese breve espacio entre la grandiosidad de la mansión y la elegancia de la limusina. Mientras avanzamos hacia el vehículo, el peso de lo dicho y lo no dicho cuelga en el aire.

Desde la puerta principal de la mansión, mi abuela me observa con una mezcla de tristeza y resignación. Un pañuelo en su mano revela el intento de disimular las lágrimas que amenazan con emerger. Nuestros ojos se encuentran por un instante, y en ese intercambio fugaz, se transmiten emociones que las palabras no pueden expresar.


A mi padre no le hablo, pero él está desesperado para que lo haga.

—¿Te hace falta algo más para tu estadía en el palacio? —me pregunta.

—Sí.

—¿Qué cosa?

—Un pasaje con ida a California —respondo con sarcasmo.

—A mí también me gustaría recibir ese pasaje.

Me lo quedo viendo un momento y decido bajar la guardia. Honestamente, no me sale hacerme la fría y la distante. No soy así, aunque a veces se siente tan bien fingir que sí...

—No esperes que regrese casada esta temporada, papá.

—No espero que lo hagas.

—Y tu relación con Cindy...

—La única relación es la que tengo y tendré con tu madre, Evangeline —admite con gran dolor en su voz—. Debiste ver a esa chica cuando la rescaté del prostíbulo, estaba tan desesperada de que la sacara de allí que no dudé ni un segundo.

—Cindy me contó todo —le digo—. ¿Podrán fingir que son un matrimonio sin que los maten a los dos?

—Sí. Ella puede hacer su vida, y si quiere, podrá volver a enamorarse de quien quiera —suspira—. Al menos hice algo bien en esto y creo que tu madre estaría orgullosa de mí.

—No lo arruines enamorándote de Cindy.

—¿Enamorarme? —se echa a reír—. Esa chica tiene varios años más que tú hija. Podría tranquilamente adoptarla como una más.

—Necesita una familia después de todo—observo que Cindy ha salido al pórtico para saludarme y yo le devuelvo el saludo con la mano—. No parece mala chica.

***

La limusina se estaciona frente al imponente palacio. Siento un vacío tan grande en el pecho que ni siquiera tengo ganas de mover mis pies para bajar del auto.

—Llegamos al destino, señorita Brown —me dice el chofer.

—Un momento más, por favor —echo la cabeza hacia atrás en el asiento y cierro los ojos.

—¿Escuchó hablar del burdel subterráneo del pueblo, señorita Brown?

La pregunta del chofer me hace abrir los ojos de golpe, y lo observo a través del espejo retrovisor.

—No.

—Qué raro, de ese sitio salió su madre antes de su accidente —responde—. Y no me responda a lo que acabo de decirle porque hay cámaras en todos lados y no me permiten hablar con la élite. Será mejor que baje del auto y saque sus propias conclusiones, señorita Brown.

Tras bajar del coche con mi maleta, veo a la limusina arrancar a toda velocidad. Me quedo un momento procesando la bomba que acaba de soltarme antes de esfumarse.

¿Mi madre en un burdel? ¿Qué demonios?

Mis ojos se desvían a un punto de la entrada del palacio, y veo cómo otra limusina se estaciona frente a esta.

La puerta se abre, y de allí salen Darya, Nathan y... Dan.

La sorpresa se refleja en mi rostro al verlo.

Parece tan desconcertado como yo. 

En las sabanas de un TelescoWhere stories live. Discover now