EL PODER DEL PERDÓN

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En la densa penumbra, entre los vientos gélidos, cuando la luna con su fulgor resplandeció en el firmamento, una sonata de violín se entonó. Las cuerdas emitieron una nostalgia, una melodía a lo más profundo del corazón del hombre. Daryna y Marco bailaban un vals como dos enamorados, los rayos de luna resplandecieron la tez blanca de la joven ucraniana, el silencio entre las notas del violín eran su compositor.

Marco se había enamorado de esa chica.

Sin más preámbulos, ambos intercambiaron miradas, y un beso despertó la pasión juvenil. Los copos de nieve caían a su alrededor, así, pintó la pista de baile de escarcha plateada.

—Debo confesar algo, mi querida Daryna —metió sus manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero—, la razón por la que no soy muy sociable... —suspiró—. Es porque no confío en la gente. Al igual que tú, es un mecanismo de autodefensa.

—Yo no soy igual que tú —reviró la chica que clavó sus ojos azulados en su nuevo enamorado. El nivel del frío aumentó, a medida que entablaron su conversación bajo la luna llena—. Si yo dije que la gente tiene pensamientos que los hace ser débiles, es por otra razón.

—Lo sé, hay pensamientos que hacen al ser humano débil, a lo que me refiero es que en una apariencia fuerte; detrás existe un corazón herido.

—¿Me estás diciendo que yo también soy débil? —soltó la mano de su acompañante de vals. Miró al suelo, tierra blanca, cubierta por la fría nieve de invierno—. ¿Qué te hace pensar que yo soy como el resto?

—Oye, no quise decir esto —resopló ladeando la cabeza—. Ambos nos mostramos fuertes ante la gente pero en realidad, en el fondo: hay heridas, se esconde el dolor, existe el miedo...

—¿Miedo? —Daryna negó con la cabeza—. ¿A qué debería tener miedo?, ¿a la guerra?

—Miedo de ser lastimados, Daryna. Si el ser humano no fuere moralmente malo, las guerras no existirían, incluyendo el dolor humano.

Marco tocó el hombro de su amada —por esta razón fingimos ser fuertes, aunque, ambos sabemos la realidad. Somos tan débiles como cualquier persona. La diferencia es, que ellos no temen a demostrarlo; nosotros sí. Rusia atacó su país por ese miedo—. La fría noche los envolvió, encima de ellos, el extenso firmamento, solo la luz de la luna alumbró una vereda en que ambos estaban bailando.

—¡Quieres callarte! ¡Tú no sabes nada! ¿Qué vas a saber lo que estoy sintiendo ahora si tu país no ha pasado por algo así?

Los ojos de Daryna se sumieron en una profunda tristeza, derramó una lágrima sobre su blanca mejilla; sentimiento que se heló por la nieve.

Él, con un gesto de compasión, secó su lágrima con la punta de su dedo. Ella agachó la mirada de nuevo, divagó las palabras de Marco.

—¡Lárgate, no te quiero volver a ver! —gritó Daryna.

El Último Vals [Versión Extendida] #PGP2024Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon