Te lo cuenta Lúa #3

Začať od začiatku
                                    

La chica no podía evitar que su corazón latiera fuerte cuando estaba cerca.

—Alfa— saludó el hombre poniéndose frente a su mamá, con una sonrisa en el rostro.

—¿En dónde has estado en los últimos días? Ven aquí— extiende los brazos para que él se ponga de cuclillas.

Ariangely lo tomó del cuello de su camisa y procedió a olfatearlo por todas partes para desagrado de Avys. La suegris, ni lenta ni perezosa, le olió hasta el alma para asegurarse de que su hijo no apestara a esa «cosa del mal», por palabras de ella.

—Le dije que lo dejaría, ¿por qué no me cree?— le preguntó con una mueca.

—A ver tu boca— acercó la nariz y nada, no había rastro de cigarrillo por ningún lado —Muy bien, bebé, así se hace.

—Ya no fumo, lo entendí muy bien— sabrá Dios cómo se deshaga del hedor a tabaco. Los sentidos de la suegris dan miedo de lo desarrollados que están, por lo que esconderle algo como eso, no debe ser tarea fácil —Tuve suficiente con que me rogara llorando que no lo hiciera— pues sus lágrimas no bastaron.

—Es que entiéndeme, me da miedo que tus pulmones se llenen de carbón— lo abrazó apoyando la cabeza en su pecho —No te quiero volver a ver con un cigarro nunca.

—Umh...— sí, ajá.

—Y dime, ¿dónde estabas?— volvió a preguntar, esto todavía abrazándolo.

Cada lobo tiene necesidades diferentes en cuanto a los alfas. Avys pertenece al grupo que demanda afecto físico por encima del promedio, y eso Ariangely lo sabe, por más que su hijo no lo expresara abiertamente. Puede que sus poderes maternos la ayude a darse cuenta de pequeños detalles que para los demás resultan imperceptibles.

—Estaba dando un par de vueltas por la ciudad, unos lobos me convencieron de ir a explorar la zona— bueno, no mentía.

El problema radica en qué tipo de vueltas estaba dando.

—¿De verdad?— distinto a otras alfas, Ariangely no veía mal que sus lobos salieran del bosque —¿Visitaste a Imri?

—Ah, no estaba por esos lados— le acarició el cabello —Lo tendré pendiente para la próxima.

—Oye, ¿cómo vas a la ciudad y no visitas a tu hermano? Eso está mal— claro que sí, muy mal ahí, cuñis mayor —Imri se deprime muy fácil, ahorita piensa que lo odias.

—Claro que no, él sabe que lo amo— sonrió viendo a Arissa —Oye, me regalaron un cupón para comer la cantidad de helado que quiera, ¿quieres ir esta noche??

—¿Lo dices en serio?— para la chica, era un sueño hecho realidad —Pues claro que...

—¿No me ibas a acompañar a mi reunión?— intervino la alfa con la ceja levantada.

—Oh— su alegría fue tanta que se le olvidó ese pequeño detalle.

—¿Te juntarás con las alfas?— le preguntó Avys. No le convenía que sus movimientos llegaran a los oídos de su mamá, el hombre no sabía el grado de alcance que habían tomado sus acciones —¿Crees necesario seguir fingiendo que son amigas tuyas?

—No finjo— reprochó separándose de él para mirarlo —Es necesario mantener una buena relación con las alfas. Por más que nos resulten un estorbo, ellas son el «estorbo». Somos los lobos geniales, ellos no; un mal paso y esas zorras, en vez de lobas, susurrarán un millón de cosas a los oídos de sus alfas y en lo que menos cante un gallo, no nos querrá nadie.

—Problemático— se puso de pie —Alfa, llegará un punto en que las cosas sean diferentes; algún día, las dinámicas de las manadas de este bosque van a cambiar.

Ahora tengo una familia lobuna, ¿qué será lo siguiente?Where stories live. Discover now