Capítulo 3

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Laurent

Tuvimos que volver a casa, me despedí de Claudia y de los comensales al tener que salir por diligencias las cuales eran que Oliver estaba inquieto, muchísimo, lloraba sin parar y lanzaba patadas en modo de berrinche porque no quería que ni se le acercaran. Sus hermanos intentaron cálmalo sin embargo fue un caso perdido.

—¡Quiero ir a jugar! —gritó por quinta vez consecutiva en el asiento del auto—, ¡Bwaa papi, llévame a jugar!

—Debemos llegar a casa, corazón —negó con la cabeza—. Alguien necesita una muy buena siesta ¿no les parece?

—Uf, si por favor —dijo Ander cabreado de tanto ruido.

—Me romperá el tímpano a este ritmo —se quejó Nicolas.

—Si tan solo respirara un minuto... —siguió Kiara.

—¡Mi camión, mis autitos! —lloriqueó—, ¡Un helado, quiero helado!

—Lo que quieres es dormir bebé, y eso es exactamente lo que vas a hacer —doblé estacionándome por fin en mi dulce hogar. Abrí las puertas y mis hijos salieron disparados de ahí agobiados por aquello.

—¡Bwaa, no! —suspiré antes de sacarlo con una pataleta inmensa de ese auto, lloraba y no eligió mejor idea que revolcarse en el piso—, ¡Malo, malo!

—Oliver, levántate de ahí —quise agacharme, pero lanzó manotazos.

Requiero de una paciencia que perdí hace muchos años para controlar semejante escena que tengo a vista de todos los vecinos, si salen pensarán que maltrato a mi hijo de tanta gritería. Opté por sacarlo de allí ignorando sus lamentos, lo subí a mi hombro y me encargué de abrir la puerta principal.

—Ya cállate, no te aguanto —Ander gruñó y se fue en dirección a la sala de estar como sus hermanos.

—Lo iré a dormir ¿bueno? Pueden comer algo si quieren o encender la televisión, ya hablaremos de lo que ocurrirá luego —les dije mientras subía las escaleras con un nene agotado empapado en lágrimas.

Al subir cada escalón le tarareaba una canción, la cual curiosamente lo calmaba un poco. Le hacia mimos en la espalda hasta notar como se relajaba por completo en mis brazos, su estatura es pequeña aun, acaba de cumplir los seis años hace una semana y la verdad me entristeció no poder celebrárselos.

—Ya mi niño ¿estas mejor? —me paseé por el cuarto como si de un bebé se tratara.

—Si *snif* quiero un abracito de oso —susurró más calmado.

—Uy te daré uno inmensamente grande campeón —lo bajé y lo recosté en mi cama—. Pero antes vamos a intentar dormir ¿Qué te parece?

—Nooo —iba a volver a llorar.

—Pero con magia —me prestó atención—, si cerramos los ojitos y soñamos, lo más probable es que tengas una sorpresa en el día.

—¿Cuál? Dime papi...

—Tendrás el poder de la elección —levantó una ceja—, ¿Sabes qué es eso? Podrás decidir si quieres algo o no, por ejemplo, en la cena quieres jalea, mágicamente papi la preparará.

—¿Y si te digo que quiero galletitas?

—Es solo una oportunidad ¿eh?

—¿Puede ser en cada siesta? —negué y colocó un puchero.

—Es solo hoy así que aprovéchalo bien ¿de acuerdo? —dejé un sonoro beso en su frente y me recosté a su lado.

—¿Te quedarás conmigo? —asentí y le di un abrazo—, contaré ovejitas, una, dos...

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⏰ Huling update: Feb 11 ⏰

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