—¿Qué sucedió? —inquirió Mendoza y lo ayudó a quitarse la chaqueta y el chaleco, para revelar la gravedad de los golpes—. ¿Tolfree?

—No...Daykin.

—¿Daykin? ¿Pero por qué? Pensé que era tú cliente.

—Mmm... —. Se enderezó en la silla, para que Mendoza pudiera quitarle la camisa por la espalda y bajó la mirada hacia los moretones en su torso—. Puede que lo expusiera ante sus amigos y...No lo tomó muy bien.

—Ah, no...Es que usted es tonto... —. Roland sonrió, no entendía una mierda de lo que decía cuando hablaba en español, pero le encantaba ese acento colombiano que marcaba sus palabras—. ¿Cómo va a decirle eso al hombre? Si sabe que está loco. No creo que tengas nada roto.

—Sabía que me cuidarías —bromeó y Mendoza le sonrió con cierto aire seductor y acarició su mejilla antes de besar su frente.

Había habido una época, tiempo atrás, en la que Mendoza había ansiado una relación con él, que pudieran ser una pareja como lo serían hombre y mujer y tener una vida juntos, así fuera poco convencional. Roland se había negado, dejando que sus prejuicios brillaran a través de él, señalando lo anormal que sería que estuvieran juntos de esa forma.

No había día que no se arrepintiera de aquella decisión y de haber lastimado al único buen hombre en su vida (sin contar a Cecil), pero al mismo tiempo, dudaba ser capaz de tener algo sano y serio con un hombre, no cuando el simple acto de querer a uno le producía ganas de vomitar y lo llevaba a repudiarse a sí mismo por días completos.

Apenas lograba lidiar con su atracción por los hombres, disfrazándolo como trabajo, no podía tener nada más que eso. No podía ser feliz, porque estaba seguro de que la felicidad no existía para las personas como él.

—Te prepararé un baño ¿sí? Hueles terrible.

—Lo sé —gruñó en medio del dolor y se enderezó en la silla—. Anoche terminé en el parque...No recuerdo cómo.

—¿Y por qué provocaste a Daykin? Necesitas dejar de ser tan auto-destructivo.

—No lo soy —aseguró, aunque sabía que sí lo era—. Él me forzó a provocarlo, persiguiéndome todas estas semanas por el dinero que dijo no necesitaría regresarle...Bastardo mentiroso.

—Pero lo expusiste y no creo que le cause gracia.

—Fue una decisión impulsiva, lo admito —. Se puso de pie, con cierta dificultad y dio unos pasos débiles hacia el baño, donde Daykin ya estaba empezando a llenar la bañera con agua fría para aliviar el dolor de su cuerpo—. Pero no es como que importe, ya debo demasiado dinero a Tolfree, Daykin, el bar y las tiendas...Si no termino en prisión por mis deudas, terminaré en el cementerio.

—No digas eso —espetó, enderezándose bruscamente para mirarlo.

Roland se recostó contra el marco de la puerta y alzó los hombros.

—Es la realidad, Daykin ya dejó en claro que me matará si no tengo su dinero para esta noche y podría trabajar todo el día y aun así no conseguiré lo que le debo.

—Dime cuánto es y tal vez yo pueda dártelo, tengo bastante ahorrado y...

—Doce dólares —interrumpió y Mendoza amplió los ojos—. Y eso solo a Daykin...Han de ser como cuarenta en total.

—¿Cómo...Cómo mierda les debes tanto?

—Se ha estado acumulando desde hace un año —explicó y entrecerró sus ojos ante el cansancio—. Honestamente, han sido más pacientes de lo usual...Supongo que han de ser mis habilidades seductoras, que los mantienen distraídos.

Vidas Cruzadas El ciclo. #4 EN DESARROLLO +18. BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora