Capítulo 28 : La responsabilidad de la corona

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A continuación, se oyeron muchos murmurios, pero estos cesaron cuando el hombre del bigote, que era el moderador de los miembros del parlamento, habló.

—Silencio, está bien, ¿con qué motivo quiere hacer la moción? —preguntó el señor.

—He estado revisando los archivos de la corona, Carolina II logró que su parlamento le permitiera gobernar sin un hombre a su lado; y aunque poco sé sobre lo que ocurrió o porque no se repitió; quiero también optar a ello, a gobernar sola—aclaró Stella.

—Carolina II, fue una muchacha malcriada que no se portó muy bien con su gente—advirtió un hombre corpulento que estaba en la parte izquierda de la sala.

—Prometió que tendría descendencia, pero mintió y al final la línea real tuvo que seguir con su hermana menor Celia, por eso no todo el mundo conoce la historia de Carolina II—recordó una señora.

—Solo quiere ser otra princesa malcriada—se dignó a decir una mujer.

—Entiendo que tengan reservas para aceptar mi petición, pero no me conocen; no soy como mi antepasada; quiero gobernar mi pueblo a mi manera por ahora, y en un futuro ya habrá tiempo para comprometerme y tener descendencia—pidió Stella.

—No es sincera—dijo una señora.

—No veo problema—mencionó otra.

—Otra vez no—se quejó un señor.

—Silencio, no podemos negarnos a aceptar una moción; sobre todo cuando la princesa Stella ya ha llegado a la mayoría de edad, como todos sabéis; así pues, aceptamos tu propuesta, y el parlamento dispone de dos días para valorarla y luego se someterá a votación, una votación para la cual la familia real debe estar presente—sentenció el hombre del bigote peculiar.

A continuación, Stella tuvo que firmar una serie de papeles, básicamente era para dejar constancia de su moción. La princesa pensó en las palabras que había oído mientras firmaba esos papeles. Significaba que sus tíos estarían presentes para la votación; eso era algo para lo que no estaba preparada. Se preguntaba si recibirían una invitación para la votación aquel mismo día; si era así; estaría en problemas; pero ya no había vuelta atrás. Iba a luchar por lo que quería; por su futuro.

—Muy bien, ¿hay algún otro asunto que quiera tratar? —preguntó aquel hombre.

—No—contestó Stella.

—Debo advertirle de que la moción va a ser conocida por todos los habitantes de Ilios en el día de mañana, así que prepárese para que las cámaras y la gente esté encima de usted. Sé que no está acostumbrada a ello—le recordó a Stella.

La princesa agradeció aquel aviso, aunque no comprendía cuál era la fascinación tanto por ella como por la moción; solo quería que su vida fuera más sencilla en la isla. Quizás se había olvidado de lo que implicaba ser una princesa; quizás había estado más a gusto en Escocia, que en su propia casa. El resto de aquel día procedió sin ninguna complicación; sus tíos no recibieron ninguna notificación del parlamento, y Stella se alegró de tener un día más para pensar lo que quería decir. Pero la mañana siguiente llegó y con ella, el periódico de la mañana. Cuando Stella se levantó para desayunar, todo cambió.

—Siéntate—exigió Ander sin ningún tipo de tacto.

Stella no dijo nada, pero tomó asiento. Olimpia también estaba en la sala.

—He tenido que enterarme por la prensa, que ayer estuviste en el parlamento y que has decidido realizar una moción a tu favor; cómo te atreves a ponernos en evidencia de esa manera en nuestra propia casa—dijo Ander.

—Primero, es la casa de mis padres, segundo, no me habéis dejado elección; me habéis alejado de mis amigos solo porque pensabais que era lo mejor para mí; creo que ya era hora de que empezara a actuar como lo que soy, la heredera al trono—explicó Stella.

—Somos tu familia te guste o no, que dirá el resto de la familia y la gente de la nobleza ante esto, nunca se ha hecho semejante tontería—aseguró Olimpia.

—No es verdad, Carolina II logró ganar la moción que presentó en su momento, y logró ser reina por sí sola—replicó Stella.

—Si la moción sale en tu contra, cosa que me temo que ocurrirá, no vas a poder elegir con quien casarte, tu tía se encargará de eso. Tus padres no querrían esto—comentó Ander.

—No sé lo que querrían, pero tú tampoco lo sabes, intento ser una buena reina para Ilios, pero solo veis un matrimonio de conveniencia para aumentar las tierras que posee el reino; pues yo me niego a eso, me niego a creer que lo mejor para Ilios es ser gobernada por alguien que no la conoce de nada—respondió Stella.

—Te fuiste con ocho años, no has crecido aquí, crees que conoces la isla y a su gente, pero eres una extraña que da la casualidad de que es la princesa; la gente no te va a querer como su reina, y mucho menos en solitario; vas a conseguir que tu querida isla pase a manos de alguna de tus primas; y luego no me vengas llorando—advirtió Ander.

—Tus palabras son crueles, pero sabes qué, me he hecho mayor en poco tiempo, no necesito tener cerca a personas que no me apoyan y que obviamente no quieren lo mejor para mí, ni para esta isla. No soy ninguna niña, no hace falta que sigas cuidando de la hija de tu hermano que tuvo la mala suerte de quedarse huérfana—contestó Stella muy enfadada.

—No tienes derecho a hablarnos así—dijo Olimpia.

—Y vosotros no teníais derecho a alejarme de Ilios en primer momento, y luego cuando me acostumbré a Escocia y era realmente feliz allí, tuvisteis que alejarme a toda prisa, porque la idea de que yo pueda feliz sin vosotros es horrible—echó en cara la princesa.

—Eres una necia—declaró Ander.

—Si la moción sale a mi favor, os quiero fuera de mi hogar, no necesito esta negatividad a mi alrededor, no necesito que me traten peor que al ganado; así que disfrutad de la breve estancia en mi casa—proclamó Stella antes de irse directamente a buscar algo para comer en la cocina de su castillo.

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¿Qué hará Stella con su reino?

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Confesiones de una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora