03; home sweet home

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La puerta de mi habitación se cerró con un click, dejando atrás un rastro de incertidumbre y anticipación. El camino hacia España se extendía ante mí, y mientras ajustaba el cierre de la maleta, sabía que este viaje podría cambiarlo todo y, quizás, solo quizás, podríamos convertirnos en la familia que fingimos ser delante de todos por tanto tiempo. Con un suspiro, me encaminé hacia el aeropuerto para que esta tortura terminara lo antes posible.

El vuelo transcurrió en un torbellino de pensamientos. Miré por la ventanilla mientras el avión descendía sobre la familiar tierra española. El nerviosismo creció con cada minuto que pasaba, pero me repetí a mí misma que este viaje no duraría mucho más que este fin de semana. Al aterrizar, el temporal español abrazó mi piel, un recordatorio constante de que estaba de vuelta en casa. Tomé un taxi que me condujo a la casa familiar, rodeada de viñedos que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. El aroma a uvas frescas impregnaba el aire, una mezcla de nostalgia y familiaridad.

Mis padres, ocupados entre las hileras de viñas, apenas levantaron la vista al llegar. Aunque una parte de mí esperaba un recibimiento cálido, recordé que en la familia, el trabajo era la prioridad. Me adentré en la casa, donde la quietud se mezclaba con el eco de mis propios pasos.

La tarde avanzaba, y decidí dar un paseo por los viñedos. El sol arrojaba destellos dorados sobre las hojas verdes, y el silencio solo se interrumpía por el susurro del viento entre las vides. Cada rincón evocaba recuerdos de infancia, algunos amargos, otros llenos de inocencia.

Al regresar a la casa, el aroma a comida casera flotaba en el aire. Me encantaría decir que es mi madre quien está cocinando pero es Carmen, la mujer que me cuidó durante toda mi infancia. A su lado, como siempre, estaba Rocky con ojos de cachorrita, rogando que le dé un poco de lo que está cocinando. Le silbo a mi perrita, quien, cuando se percata de mi presencia, corre hacia mí y comienza a saltar.

—¡Victoria! —saluda la mujer con emoción. Se acerca a mí y me abraza con fuerza—. Ven aquí, déjame verte —pide, llevando mi rostro hacia la luz—. Mira qué bonita estás pero estás muy pálida. Hija, ¿has comido algo?

—No pega mucho el sol en Inglaterra —le cuento.

—¿Cómo está todo por allí? —me recuesto en el suelo para estar a la altura de Rocky para abrazarla. Cuando me fui, decidí que quizás no era bueno hacerla pasar por todo el estrés que conlleva que viaje con el resto del equipaje así que la dejé aquí.

—Bastante bien, el trabajo es bueno y estoy viajando mucho. Estoy contenta —digo con una sonrisa sincera—. ¿Aquí cómo va todo? —Rocky se sube sobre mis piernas y recuesta su cuerpo contra mi pecho.

—Igual que siempre, aquí las cosas no cambian. Hiciste bien en irte, ya te lo digo yo —dice mientras revuelve la paella—. El chico ese... ¿cómo se llama?

—¿Mi hermano?

—¡No! Con el que salías.

—David.

—¡David! —recuerda—. Ese viene aquí y comienza a dar órdenes como si fuera el rey. No sé quién se cree que es... Después de lo que te hizo, Victoria.

—Ya, es el poder que le dan mis padres supongo.

—Pues, que se vayan a tomar por el culo todos, que ya estoy cansada —se queja—. Soy la próxima en irse, hazme caso.

—¿Hace cuánto vienes diciendo eso? —me levanto y me acerco a abrazarla mientras la miro cocinar.

—Ya hasta perdí la cuenta. ¿Qué edad tienes tú?

—Voy a cumplir 33.

—Pues 35 entonces porque me llamaron para que cuidara de tu hermano y luego llegaste tú a... —la puerta de la cocina se abre y puedo ver a mi madre, quien se encarga de observarme de arriba a abajo, como si estuviera buscando algún error en mi.

𝐍𝐎𝐓 𝐈𝐍 𝐋𝐎𝐕𝐄 | Fernando AlonsoWhere stories live. Discover now