𝟎𝟔

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Cuatro días habían transcurrido desde que Neuvillette había explotado de aquella manera tan peculiar con el pelinegro, desearía mencionar que no era la primera vez que lo experimentaba y que se encontraba completamente sorprendido, pero no era el caso, y en lo profundo, sabía que había un problema en él, estaba consciente de su mala costumbre de alejar a las personas que manifestaban verdadero interés en él, Furina, su familia, amigos y ahora Wriothesley, del cual aún no estaba seguro si debía dudar, pero mantenía que sus palabras fueron duras e incluso ofensivas.

No tenía claro el por qué de la libertad de Wriothesley, pero había actuado como un completo idiota al alejarlo, claramente él no estaría en las calles tan tranquilo si se hubiera escapado de prisión, actuó sin pensar y además, dijo cosas sin sentidos, lo trató de una manera horrible sin siquiera darle oportunidad de defenderse y explicar lo que estaba pasando.

Sin duda, ya no quedaba nada de lo que alguna vez fue el gran Juez Neuvillette, ya no se sentía digno, si fuera posible, la Diosa de la Justicia estaría apuntándole con la espada, la balanza no estaría a su favor, era una completa deshonra a sus votos, Neuvillette se había quitado la venda de los ojos durante los juicios e incluso en su día a día, sus decisiones ya no eran consideradas objetivas.

En el mundo había una variedad de jueces nefastos, tan solo ejerciendo por el reconocimiento y dinero que obtendrían por golpear el mazo, dando un veredicto completamente fuera de lugar, sin tomarse el tiempo de escuchar con atención y pensar.

Neuvillette no quería ser uno de ellos, pero de alguna manera, terminó convirtiéndose en lo que odiaba.

Para cualquiera, Neuvillette no era el culpable, nadie lo culparía, ni su familia, ni Furina, tan solo él mismo era capaz de juzgar sus decisiones. Aún recordaba parte de los sucesos de esos años, aquel joven Neuvillette de veintiocho años estaba en su mejor momento, la vida era buena para él, llevaba un par de años ejerciendo aquella carrera que tanto anhelaba y por la que se había esforzado años.

Pero él se sentía distinto últimamente, se les repitió incontables veces la responsabilidad de su cargo, además de cómo debían hacerlo, nunca debían de ver a las personas frente a ellos de una manera subjetiva, su moral y sentimientos debían quedar de lado, solo seguir la voz de las leyes.

Neuvillette lo hizo, y él se sentía completamente a gusto con su trabajo, había dado su sentencia de una manera impecable, siempre siguiendo la voz de la justicia, personas que ante la ley eran culpables, y en su mayoría un peligro, rara vez Neuvillette tomaba casos sencillos, le gustaban los desafíos, lo hacían sentir bien.

Pero poco a poco, su perfecta idealización comenzó a quebrarse, cada día podía sentir el sonido de los cristales quebrarse en sus oídos, las voces de las personas resonaba en su cabeza hasta irse a dormir y luego seguían al despertar, el sonido del mazo y el eco de las salas de juicios parecía ser su alarma en las mañanas, Neuvillette sentía que su trabajo estaba mal, sus sentencias parecían ser dadas con duda, mientras sus manos temblaban al salir de la gran sala, acompañado de una mirada perdida e indescifrable.

Llegado el momento, comenzó a olvidar partes de su día, especialmente aquello relacionado a su trabajo, sentía como era el despertar, salir de su casa y luego regresar tarde en la noche, existía una gran laguna en su cabeza, y no sabía cómo pedir ayuda.

Para cualquiera tal vez no era la gran cosa, simplemente el efecto de seguir una rutina agotadora, y ese era el problema, la rutina de Neuvillette era agotadora, en su subconsciente la estaba comenzando a odiar, vivía con el miedo constante de no poder recordar todo lo sucedido, y las dudas parecían pudrir su cerebro, él quería saber cuál era su decisión al finalizar el juicio.

phantom ✧ wriolletteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora