Visitante III

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El hombre cerró el libro, estaba aterrorizado. Pudo ver todo lo que estaba escrito en el libro, como si de un sueño se tratase. Presenció los gritos de los niños al ser descuartizados, los putrefactos cadáveres que se volvían a levantar para atacar a los vivos, los demonios que corrían felizmente sobre el planeta dejando solo un rastro de destrucción. Y observó a la hermosa mujer de largos cabellos negros y ojos rojos, que reía desenfrenadamente. Lo presenció todo.

—¿Estás tan asustado por eso, David? —Preguntó Mingis a través del libro.

El hombre quitó las manos del libro, haciendo que cayera sobre unas pequeñas piedras al frente suyo.

—¿No vas a responderme? Que patético.

—¿Tú? ¿Tú eres, Mingis?

Mingis soltó una pequeña risa.

—Hace eones de años que no escucho ese nombre. Mis súbditos me llamaban la Emperatriz de la muerte. La Conquistadora de galaxias.  —Mingis guardó silencio por unos segundos contemplando su extraño entorno—. ¿Qué es este lugar, David?

—¿David?

—Está escrito en tu alma.

—¿Puedes ver mi alma?

—Todos los seres vivos nacen con un nombre grabado en sus almas, eso los diferencian de los demonios.

«David» fue lo que se dijo para sí mismo. Estuvo feliz al encontrar su nombre. Luego observó los libros en las diferentes hornacinas de las paredes. Podía seguir encontrando pistas de su pasado si seguía leyendo.

—¿Terminaste? —dijo molesta—. Te atreves a ignorar mis palabras, ¿y piensas que puedes salir sin consecuencias?

El libro se abrió por la mitad y de las páginas salió un brazo de sangre que atrapo la garganta de David. Soltó varios gimoteos de dolor por la asfixia, sentía que moriría en cualquier momento y justo cuando estaba a punto de perder el conocimiento el brazo perdió su forma y se desparramó sobre el cuerpo de David y las piedras.

David tosió varias veces y luego pateó el libro, que chocó contra el muro al otro lado del camino.

—Tu maldita desquiciada.

David no escuchó ninguna respuesta. El silencio llenó el lugar. Luego, del libro salió un inmenso grito de dolor que rompió el tétrico silencio. El sonido era horrible. Luego el silencio volvió a ganar terreno.

David esperó a que Mingis hablara. Esperó un buen tiempo.

—¿Estas muerta?

—Muchos lo intentaron, pero nadie lo ha conseguido —dijo con firmeza ocultando su agitación.

—¿Qué fue ese grito? —preguntó con cautela.

Mingis no respondió.

David quiso volver a preguntar. Un grito grave lo interrumpió. Volteó la vista hacia la dirección del grito y lo que vio lo dejó perplejo. Una inmensa criatura de color verde compuesta por varios tentáculos, y una gran boca con dientes como estacas. Era el monstruo que había leído en el primer libro.

—No me dijiste que tenías un lindo perrito —dijo Mingis con voz burlona—. Parece que tiene mucha hambre. Me gustaría acariciarlo, pero no tengo brazos en estos momentos.

David dio unos pasos atrás mientras veía como la bestia se arrastraba. Su cuerpo era enorme, pero cabía entre los dos muros.

—¡Parece que vas a morir, David! —Dijo Minguis, y luego se echó a reír.

Dissonant Souls - [Almas Disonantes]Where stories live. Discover now