Capítulo 7 Tú felicidad es mi regalo de navidad

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Ana bajó del auto y subió los escalones para entrar a la casa. Y quedó sorprendida haberla tan bellamente decorada para esa noche de Navidad. Ellos siempre la celebraban en familia, pero en esta ocasión había un toque diferente, especial que hacía ver la casa diferente. El corazón de la joven se llenó de nostalgia.

— ¡Mamá! – gritó la joven para llamar la atención.

La mujer salió secándose las manos del delantal sonriente y la abrazó.

—¡Bienvenida a tu casa! — le dijo la mamá y señaló el segundo piso — tu hermana te está esperando en su habitación. Estuvo limpiando y arreglando la casa y por eso está algo cansada.

La joven subió corriendo a las escaleras y al ver a su hermana acostada en la cama, dejó la caja a un lado y se tiró al lado de ella.

—¿Qué haces aquí floja consentida? Levántate tienes muchas cosas que hacer para esta noche —dijo la joven dándole un beso en la mejilla y haciéndola que se levantara. Los ojos de Ana vieron que estaba bastante delgada y algo pálida.

—¿Te sientes bien?— le preguntó la justiciera.

—Sí, me siento bien y muy feliz de que estés aquí— se incorporó para sentarse en la cama— Solo estoy un poco cansada porque he abusado haciendo oficios.

Ana se la quedó mirando y vio que estaba con mucho maquillaje como si tratara de ocultar algo.

—¿Está segura de que te sientes bien?— volvió a preguntar.

Edith miró la caja y la pidió con las manos.

—Ven, quiero ver ese vestido de novia – dijo mirando a su hermana.

Ana dejó escapar el aire de sus pulmones iba a reclamarle sobre el vestido, pero prefirió callar.

—Te quedó muy hermoso – y se lo mostró luego lo colocó en un gancho para que ella lo pudiera apreciar mejor.

Edith se lo quedó mirando fijamente y sonrió feliz.

—Realmente es hermoso ese vestido. La persona que lo diseñó lo hizo pensando en el amor tan grande que siente por el hombre con el que se va a casar— dijo soñadora Edith.

Ana carraspeó su garganta y caminó hacia la ventana.

—Sí, está bonito — dijo y dejó salir el aire de sus pulmones.

Edith la miró.

—Estás bellísima y te tengo un regalo de Navidad muy hermoso. Mamá me dijo que no querías estar esta noche aquí con nosotros para compartir en familia por eso adelante mi regalo.

Ana sonrió al saber que iba a recibir un regalo y luego se puso triste.

—Pero yo no traje nada para darte —dijo en medio de una risa nerviosa.

La hermana me acarició las mejillas con amor y luego la inclinó para darle un beso.

—Ana, tú felicidad mi regalo de Navidad — y le entregó una pequeña caja— ábrelo y esta noche lo confirmaras.

Ana nerviosa abrió la caja pues se sentía extraña. Nota a su hermana demasiado sentimental y le preocupaba aquella palidez y delgadez que tenía Edith.

Las manos temblorosas de Ana tomaron la caja y comenzaron a soltar la cinta roja que la sujetaba. Abrió sus ojos y quedaron fijos en lo que estaba dentro de aquella pequeña caja. Luego alzó la mirada a su hermana.

—¿Qué es esto? – le preguntó.

—Es tu anillo de compromiso— dijo y se lo quitó para colocarlo en el dedo de Ana — Walther te propuso matrimonio y tú aceptaste. Por eso hoy los dos se van a casar.

Ana retrocedió unos pasos y río nerviosa.

—¿Qué te pasa?— preguntó —¿Estás loca? Él es tu novio...

Edith la miró y sonrió.

—No Ana. Desde hace tiempo él y yo no somos novios — dijo la joven para mostrarle todas las cartas de amor que ellos se habían enviado— ustedes desde hace tiempo tienen una relación romántica y creo que ya es hora de hacerla realidad y sólida.

Ana sigue retrocediendo. La mira a ella y mira el anillo.

—¿Estaba loca?— dijo al borde del llanto — tú me pediste que le enviara esas cartas...tu...

Al seguir caminando hacia atrás se tropezó con sus padres.

—Mamá, papá ¿Qué le pasa a mi hermana? – se limpió una lágrima. Sentía que algo estaba mal con Edith — está divagando como una desquiciada.

—Ana, querida tu hermana te está pidiendo su regalo de Navidad y es tu matrimonio con el hombre que tú has amado desde los quince años.

Los ojos de Ana miraron a sus padres y ambos la abrazaron.

—Tú lo amas desde hace mucho tiempo— dijo el padre – y ahora él está abajo, esperándote.

A Ana le costó aceptar aquellas palabras, pero impulsada por su hermana y sus padres bajó.

Walther al verla sonrió feliz.

—Pensé por un momento que me ibas a dejar plantado en el día de nuestra boda— dijo algo nervioso. Parecía un adolescente enamorado de su primera novia.

—Yo no he dicho que me vaya a casar contigo— respondió ella igual de nerviosa.

—¡Oh, sí! — se acercó y tomó las manos de la chica— en cada letra de las cartas que me enviaste, me decías lo mucho que me amabas y lo feliz que vamos a ser después de nuestro matrimonio...

—Esas cartas...— ella trató de hablar.

—Esas cartas son la evidencia de nuestro amor— dijo e inclinó su cabeza y la besó— gracias a que te vi esa noche con Leonel, supe que no podía perderte. Ese día lo quería matar de celos. Y aquí estoy para cumplir mi promesa de matrimonio. Te amo, Ana mi princesa ¿Te quieres casar conmigo?

Los ojos de Ana se llenaron de lágrimas de la alegría que sentía en esos momentos.

—¡Oh, sí, te amo! — susurró la joven.

Y globos y cintas cayeron alegrando el momento y cubriendo a la pareja que se daba su primer beso de novios.

Horas más tarde con ayuda de su hermana y de su madre ayudaron a vestir a la novia con el vestido que ella misma diseñó para ese día tan especial.

—¡Estas bellísima! — dijo Edith con una sonrisa – tú felicidad es mi regalo de navidad. Y estoy muy feliz de compartir contigo este maravilloso momento.

—Te amo, hermanita— dijo Ana y la abrazó — quiero que siempre estés conmigo.

Edith la miró y sonrió, aún faltaba ese pequeño detalle, pero se lo diría en enero.

—Siempre estaré conmigo— dijo abrazando a su pequeña justiciera.

Ana y Walther se casaron en la casa en la noche de Navidad en compañía de familiares y amigos.

Presente.

Ana terminó de escribir aquella carta como lo hacía todas las navidades y guardó el libro donde las guardaba. Luego tomó la última foto que se tomó en enero con su hermana y su esposo. Antes de que Edith partiera para siempre.

—Te amo, hermanita. No te olvido— murmuró llena de nostalgia.

—Mamá, Edith está molestando el arbolito — dijo una pequeña quisquillosa— y papá solo la consiente. ¡Ve y regáñala!

Ella se giró y sonrió y en ese mismo instante un hombre alto rubio llegó al quicio de la puerta.

—Amor— dijo Walther cargando a una pequeña traviesa— ya llegó la familia. Vamos te estamos esperando.

Ella se levantó y abrazó a su marido y luego tomó de la mano a la pequeña y fueron hasta la sala.

El matrimonio se reunió con la familia para celebrar y recordar momentos de felicidad y de secretos que los unía. El amor entre hermanas es fuerte cuando hay renuncias, sin egoísmo.

Fin.

Tu  felicidad es mi regalo de NavidadWhere stories live. Discover now