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Sábado, 25 de Marzo. 11:43

   Me había olvidado que ayer por la noche le dije a mi padre que hoy tenía que ir a la casa de Tweek. Literalmente me agarró del brazo y me arrastró hasta el auto. (Tuve que respirar muy profundo para no GRITAR del dolor). Es un hijo de m

...

   —Apestas. —Repudió su padre de forma venenosa, sin despegar las manos del volante ni la mirada del parabrisas. La única respuesta de su hijo fué un gruñido. Sin estar satisfecho con esto, insistió.

   —¿No te da vergüenza?
   —Sí. —Respondió, antes de que prosiguiera. El mayor dejó ir un cruel suspiro para brindarle paso a un silencio tormentoso.
   En la primera parada que realizaron ante un semáforo en rojo, se dedicó a deslizar su vista del vidrio frontal hasta el retrovisor. En el reflejo de los asientos traseros pudo ver a Craig con la cabeza baja y sumergido en la pantalla de su celular. Era como si nada más existiera en los siguientes dos metros alrededor de él, y eso por alguna razón le llegaba hasta debajo de su piel. ¿Por qué te molestaba tanto?

   —Ese dichoso teléfono te hace lucir como un enfermito. —Con ese comentario que se maquillaba a sí mismo como cómico, consiguió captar los ojos del menor por un instante. Pero no sólo había logrado eso, sino que también tuvo el mérito de hacerlo enojar. Quizás le irritaba la innecesaria ambición que tenía un adulto como su papá de amargarlo, o incluso el simple hecho de que para describirlo haya utilizado el diminutivo de -enfermo-.
   "Enfermito estás tú, con ese vigor para cagarme el día", deseaba decirle.

  —Qué te importa. —Optó por pronunciar, aunque ambas fueron ideas terribles.
   —Dame ese celular.
   —¿Eh?
   —¡Que me des el celular! —A Craig se le bajó la presión en menos de un segundo, en cuanto contempló como Tomas se daba media vuelta y con unas manos cazadoras se dirigió inmediatamente a atrapar su dispositivo móvil. No era tanto por el elemento en si, sinó lo que contenía guardado en su software, las notas.

   —¡No! —Se defendió, aferrándose a la pantalla y bloqueando con su antebrazo las manos del mayor. —¡No puedes hacer eso, es mío!
   El semáforo ya daba la luz verde que le permitía a los autos seguir su recorrido, y quienes iban detrás de ellos se impacientaron por la demora. Craig estaba al borde de colapsar de nuevo, tratando de amortiguar los gritos de su padre; "¡Te digo que me des el maldito celular, carajo!". E intentando tolerar los insultos de los conductores con prisa; "¡Apártate del camino de una vez o te patearé el trasero!", bocinas.
   Gritos, "¡Craig, no lo repetiré, dame el puto teléfono!", bocinas, "¡Avanza ya, hijo de puta!", gritos, "¡Te meterás en un serio problema si llego tarde a mi reunión por tu culpa!", gritos, "¡Tendrás problemas si no me das el celular ahora mismo, Craig!",bocinas, gritos, problemas, auto, celular, auto reunión Craig gritos gritos gritos gritos gritos gritos gritos.

   Silencio.
   Todo se había callado en su mente, luego de la bofetada que le plantó su padre en su mejilla derecha y que le había dado vuelta la cara por completo. Tenía aún su celular en las manos, y quienes venían atrás simplemente dejaban el furor y comenzaban a rodearlo, seguramente repitiendo las previas maldiciones y masticandolas entre los dientes. Era como si el tiempo se detuviera en el paisaje que visualizaba sus ojos, pero a su vez fuera a toda velocidad en la mirada de Tomas, que lo seguía penetrando hasta el alma. Había quedado totalmente inmóvil el horrible minuto en el que el mayor se dedicó a no mover un solo músculo de su posición. Con la espalda totalmente torcida para verlo con plenitud, su mano colgando impersonalmente de su brazo y su cabeza fija como una piedra en no perder de vista al menor. Era como un fuego creciente que lo asustaba y amenazaba cada vez más y más. Su calor le generaba dolor, le latía el corazón a mil por hora pero no se iba a permitir llorar.
   Luego, no supo por qué, pero se calmó. ¿Por qué ibas a calmarte, Craig cabecita hueca? Tomas finalmente se había reincorporado a su posición anterior, con las manos en el voltante.

   —Bájate del auto. —Fué el baldazo de agua fría. Sintió una angustia incluso mayor de lo que el golpe le había causado. —Te vas a casa de Tweek caminando, y pobre de tí que me entere de que no fuiste.

   No iba a volver a dirigirle una sola sílaba de una mierda que pudiera resbalarse de su lengua. Guardó su celular en el bolsillo de sus pantalones y salió del auto, cerrando la puerta con cuidado y aprovechando el semáforo en rojo para cruzar rápido hasta la próxima vereda. Aún estaba incrédulo de lo que acababa de vivir, pero su corazón ya se estaba comprimiendo hasta el fondo de su pecho cuando se reprodujo frente a sus ojos la escena de su padre arrancando el vehículo y dejándolo atrás. Tenía ganas de patearle las llantas hasta arruinar su tesoro más preciado, o hasta romperse el pié. No cree que le dolería.

   Los ojos se le pusieron llorosos y su nariz ardía, al igual que toda su cabeza. Pero nuevamente, no se permitió llorar. Secó las lágrimas que apenas se formaban y raspó su piel en el proceso. Va a hacer lo que tiene que hacer y se va a ir bien a la mierda.

...

   Hijo de mil puta. ¿Crees que te necesito? Chupame las bolas y ojalá estrelles el auto.

   Ahora me voy a casa de Tweek solo como quería desde un principio.

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⏰ Última actualización: Apr 29 ⏰

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