Su vida no era tan dulce y sus días sin sabor.
Pero un día un muchacho llegó a darle un toque de dulzura a sus tardes, ella era tan terca y tan amarga, el era tan confiado y tan dulce
No puede existir lo dulce sin lo amargo, ambos sabores se complem...
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Europa, un continente lleno de oportunidades y belleza. Charlotte era una niña de 12 años de edad proveniente de Reino Unido, junto a su madre recorrían en diferentes ciudades y países buscando un lugar donde vender los Chocolates Brown, eran madre e hija, nada más ni nada menos, un día llegaron a la ciudad añorada y allí se ubicaron. Con sus ahorros Rosemeri Brown, su madre, logro rentar una pequeña habitación cómoda en aquella ciudad.
Charlotte no podía estar más que feliz, veía a los niñas correr de un lado a otro, jugando con pequeñas muñecas de trapo muy famosas en su época.
—Lottie ¿Quieres salir a explorar? — Pregunto su madre cargando con las pocas maletas que portaba.
—¿Podría? —La pequeña dió pequeños brincos con emoción.
—Claro que si, dulzura, solo no te alejes mucho —Rosemeri espero que su pequeña niña saliera para suspirar y lanzarse a aquella unica cama en la habitación, suspiro frotando su mano por su cara.
Rosemeri era una mujer pobre, apenas podía sostenerse a ella y a su pequeña niña, pero no podía verse mal frente a Charlotte, aquella luz en sus ojos era lo que la mantenía viva o al menos hasta que aquella enfermedad la consumiera, la razón tan desesperada por la cual Rosemeri buscaba un lugar donde vender sus chocolates era porqué tenía una enfermedad, Arritmia cardíaca, aquella enfermedad que ella no podía curar, no tenía el dinero suficiente, por ello buscaba encontrar un lugar donde conseguir dinero. Para tratarse y no dejar a Charlotte sola.
Por otro lado, Charlotte corría por los lugares, era de día, por lo que no era tan peligroso, la pequeña jugaba con la nieve del lugar, Charlotte amaba la nieve, amaba el frío y nada la haría cambiar de opinión. Mientras corria llegó a un lugar con varias tiendas entre ellas una de muñecas, miro el exhibidor dónde se presentaba una muñeca de porcelana, era muy bonita a su parecer, si, se lo pediría a su madre.
Las campanas del lugar sonaron, Charlotte decidió que ya era hora de volver, camino de vuelta a casa mientras que con su mirada examinaba el lugar mejor, a paso lento llegó al pequeño edificio donde se alojaba.
—¡Buenas tardes! —Saludo a la dueña del lugar, pero está solo le miro de reojo para volver a lo que hacía, Charlotte le dió muy poca importancia y subió las escaleras a su habitación.
—Volvi —Aviso la niña, pronto escucho los tarareos de su madre y el sabroso olor a chocolate recién hecho.
—Hola, querida —Saludo Rosemeri poniendo el chocolate en su molde.
—¿Puedo comer uno? —No era sorprendente que a Charlotte le encantará el chocolate y más el de su madre.
—Ah-Ah —Nego— Este chocolate es para vender, Lottie
—¿No puedo tomar ni uno? —Pregunto con un puchero.
—Debemos venderlos, la dueña del lugar solo nos dió posada por dos noches.
