↬ Especial navidad

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『 PARTE 1

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PARTE 1

La ojiverde era la más emocionada de todos, hasta más que los niños. Las fechas festivas eran sus favoritas desde que era una niña pequeña y ahora, que ya era toda una mujer adulta no era distinto. Ella seguía amando esas fechas con toda su alma y más ahora que tenía hijos, porque todo era más cálido. La ilusión que le generaba todo lo que implicaba la navidad era impresionante.

Steve se apoyo en el marco de la puerta, viendo como ella se encargaba de envolver los regalos de los niños y preparar todo para cuando ellos se despierten.

—¿Necesitas ayuda?—Pregunto acercándose a donde estaba ella. La rubia estaba sentada en el piso y él se sentó en el sillón individual.—¿O mejor me quedo lejos sin molestarte?—Consulto con diversión sabiendo lo perfeccionista que era la joven Williams.

—Ya lo termine, tranquilo. Este era el último de todos.—Le sonrió.—Pero, tengo un regalo especial para vos, en nuestra habitación.—Murmuro suavemente levantándose del piso, acercándose a donde estaba él.

—¿Ah si?—La miro.—¿Qué es?—Pregunto con curiosidad, levantándose de su asiento. Ella lo tomó de la mano, guiandolo a la habitación.

—Es algo especial..

—¿Vos sos mi regalo?—Murmuro con una sonrisa pícara, tomándola de la cintura para acercarla a su cuerpo.—Porque ese sería un gran regalo y me gustaría más de lo que crees.

—En realidad, era otra cosa, pero creo que puede esperar un poco.—Sonrió ampliamente, poniéndose de puntitas de pie para llegar a darle un apasionado beso al contrario.

La sujeto de la cintura con fuerza, haciéndola envolver sus piernas alrededor de su cintura y con cuidado la llevó hasta la cama. La acostó en la misma, pero de todas formas no se alejo de ella, ni dejó de besarla en ningún momento. Desde que eran padres era mucho más complicado tener momentos de pareja e íntimos, porque los niños les consumían demasiado tiempo pero eso hacía que cada momento que tenían fuera el doble de especial.

Mcgarrett metió sus mano bajo la remera de pijama de la rubia, acariciándola suavemente. Cuando estaba apuntó de quitársela, se escucho el vidrio de una ventana romperse en el piso de abajo y así varios más.

Los dos se alejaron bruscamente y Mcgarrett busco su arma en la mesita de luz y bajo al piso de abajo. En cambio, la rubia entró al cuarto de su hija tomándola en brazos a pesar de que estaba dormida y se encontró en el pasillo con Nick, el más grande. Lo abrazó, manteniéndolo cerca de ella hasta que Steve volvió a subir las escaleras.

—Todo esta bien, vuelvan a la cama. No fue nada.—Aseguró guiandolos al cuarto principal. Ambos niños se acostaron en la cama de sus padres, volviendo a dormir a los pocos minutos.

—¿Qué pasó?—Pregunto con preocupación una vez los niños volvieron a dormir.—¿Qué se rompió?—Lo miro.

Suspiro.—No lo se, fueron unas piedras en las ventanas de la sala. Pero no había nadie cuando baje, tal vez solo sea una broma tonta de alguien.

—¿De quién?

—No lo se, cariño. No había pistas de nada, solo rocas.—La miro.—Arreglaré las roturas de forma provisoria hasta mañana para que podamos dormir e intentaré ver las cámaras.

Asintió.—Esta bien, ¿Quieres que te ayude en algo?

—No, tranquila. Quédate con los niños mejor, así no sienten miedo.—Se acercó dejando un casto beso sobre sus labios y otro en su frente.—Volveré antes de que te des cuenta.

—Bien, te espero.

.

.


.

A LA MAÑANA SIGUIENTE.

Los niños fueron los primeros en abrir los ojos porque la emoción que sentían era mucho más fuerte que cualquier otra cosa. En cambio, las adultos les costo un poco más levantarse por lo ocurrido la noche anterior pero de todas formas se levantaron para acompañar a que ellos abrieran sus regalos.

La rubia se sentó en el sofá mientras los pequeños miraban todo con ilusión y se fijaban que regalos le pertenecían a cada uno.

—¡Este es para mamá!—Chillo, Nick. Acercándole el regalo a su mamá. La rubia le sonrió aceptando el regalo, pero algo en ella se sintió extraño al ver la mirada confusa de Steve.

—¿Qué pasa?—Pregunto en un tono bajo cuando él se sentó a su lado.—¿No es de tu parte?—Siguió. No estaba entendiendo nada.

Negó.—No, yo no deje eso ahí y anoche tampoco estaba.

—¿Qué crees que sea?

Suspiro.—No lo se, ¿Por qué mejor no lo abres en la cocina? Por si las dudas, aquí están los niños.

—Si, mejor.

La rubia se levanto del sofá yendo a la cocina. Miró la pequeña bolsa de color blanco con una nota que tenía su nombre. Dudosa abrió la bolsa encontrándose con una pequeña carta.

Que linda madre eres.
Son niños maravillosos. Me duele tanto que no sean míos, se verían genial con mi apellido.
Te extraño tanto, Darling.

¿Tú no me extrañas?

J.

Sintió como sus piernas temblaron y su corazón comenzó a latir con fuerza. Soltó un suspiro pesado antes de arrugar la nota en su mano y arrojarla en la basura.

—¿Qué era?—Pregunto, Steve. Entrando a la cocina. Ella se tomó unos segundos y se giro, mirándolo con una sonrisa adornando su rostro.

—Supongo que una broma. Estaba vacía, seguro que tiene que ver con lo de anoche.—Mintió sabiendo de lo que era capaz Steve por sus hijos y ella.

—Que extraño..

—Si, lo se.

Lᴏᴠᴇ ᴍᴇ ˢᵗᵉᵛᵉ ᴹᶜᵍᵃʳʳᵉᵗᵗ Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu