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Érase una dulce mañana, aquella que nos abraza y despierta con un beso en la mejilla, dónde la luna se despide del sol para comenzar un nuevo día, todo siendo protagonizado por aquellas criaturas que permanecían en un gran refugio, pequeños híbridos tratando de convivir entre sí y de hacer su vida siendo sólo unas crías, cuidando de unos a otros con cariño y dulzura manteniendo un símbolo paternal hacia los más débiles.

Un grupo de personas recorría lo más cercano a un orfanato, observaban asombrados las instalaciones tal como un niño pequeño miraría el juguete que había estado deseando desde hace un tiempo, el lugar no contaba con jaulas, aquellas estaban prohibidas, no sé aceptaba la crueldad de quitarles la libertad a unos seres iguales a nosotros los seres humanos, era un santuario, lleno de prados verdes y con la naturaleza siendo la protagonista desde cada punto de vista que las personas tomaran, frutas, flores, arbustos por doquier, un paraíso para aquellos que la vida les había quitado una parte importante.

Pequeños híbridos se acercaban a las personas, algunos tomaban confianza con los niños que acompañaban a sus padres como si de chicles se trataran, pegados a sus figuras paternales con algo de miedo pero al ver como sólo de jugar trataba el acercamiento de aquellos pequeños traviesos entonces sonreían y comenzaban a juguetear, corriendo, saltando, abrazándose tirados en el pasto, actos inocentes que llenaban el corazón de los mayores con sentimientos cálidos y dulces.

Entre su caminata por el santuario veían todo tipo de híbridos, mamíferos, anfibios, reptiles, artrópodos y mucho más, la diversidad era aquello que caracterizaba al lugar, quienes orgullosos tomaban del cuidado de aquellos que más los necesitaran, el recorrido lo daban por grupos de diez personas, cada cuidador siendo la amabilidad personificada.

Los niños e incluso los adultos sonreían ante aquellos que los saludaban y les devolvían el saludo, híbridos y humanos siendo uno, dejando el miedo ante lo nuevo, lo extraño, lo misterioso que podía ser ver algo que no es un igual, simplemente sonreír ante el conocer nuevas culturas y nuevas experiencias ante otros seres vivos.

Nuestro cuidador denominado por sí mismo como "Señor Hoseok" recorría el lugar como si lo conociera con la palma de su mano mientras informaba sobre el tipo de híbrido que estaban observando, cada uno estando correspondiente a su habitad, aunque a veces ocurrían ciertos casos como el que los visitantes asombrados y algo temerosos veían con grandes ojos.

— Señor Hoseok, ¿Es correcto que un conejito y un tigre estén juntos? — una pequeña niña de dos coletas y vestido color rosa pastel se atreve a preguntar luego del claro -e incómodo- silencio que llenó a las personas a su alrededor, todo esto tocando suavemente del chaleco lleno de insignias del señor Hoseok.

— ¡Qué buena pregunta! Pues, no es normal encontrarnos con este tipo de escenas, por lo general los conejos están resguardados en sus madrigueras o en compañía de otros conejitos pero esta es una pequeña excepción — aplaude suavemente mientras señala con su mano. — Nuestro pequeño Koo no se lleva bien con los otros conejos, es algo tímido, tanto así que siempre lo dejan a un lado y eso es bastante triste para un niño como él, es por eso que es un gran amigo de nuestro pequeño bebé tigre, Tae.

— Y... ¿Por qué el tigre no le hace daño al conejito? — un señor de graciosos bigotes y una gran panza pregunta mientras señala al bebé tigre que se encuentra mordiendo suavemente las orejitas del conejo.

— Aquí las peleas entre híbridos no se ven muy seguido, es un santuario pacífico en el que todos conviven con todos pero claro, eso podría pasar al ser un carnívoro con un herbívoro... — el señor Hoseok suspira — pero nuestro Tae es un bebé inocente, fue abandonado por su madre cuando era un recién nacido al igual que Koo, se sienten identificados al haber llegado al mismo tiempo al refugio y haber vivido situaciones bastante dolorosas en la intemperie, es por eso que son buenos amigos aquellos traviesos. — sonríe suavemente mientras observa a los dos híbridos jugar entre ellos.

Un "Oh..." se escucha al unisono entre aquel grupo de personas guiadas por Hoseok mientras sus miradas yacían en los cuerpos de aquellas pequeñas criaturas inocentes.

Un pequeño tigre envuelto en rayas de tonos negro y naranja se mecía encima del pequeño conejo color azabache, mordía suavemente sus orejitas mientras el conejo acariciaba su cabeza sobre el pelaje del otro, las diminutas patas del tigre caían en el cuerpo del conejo e incluso una de ellas inocentemente en el trasero del híbrido conejito, haciendo que este salte de un lado a otro mientras el tigre lo mire confundido y sentado en dos patas. Una tierna relación que florecía de dos almas gemelas que se brindaban el amor más dulce, aquel de niñez donde la confianza y seguridad estaba puesta de ambas partes y que ninguno le temía al otro.

— Ellos son muy lindos, no se preocupen. — sonríe Hoseok mientras niega suavemente — el mayor daño que Tae le puede hacer a Koo es arruinar su pelaje, debido a sus pequeños dientes una alopecia parcial ha atacado a Koo, lo cual lo mantiene algo enojado con el tigre. — ríe un poco antes de comenzar a caminar para finalizar con el recorrido. — Son amistades que no siempre se ven y son muy especiales, en todos los sentidos, ¿No es así?

Los niños asienten mientras junto a sus padres siguen al señor Hoseok, todos llenos de dulzura en sus corazones luego de haber presenciado aquellas escenas de nuestros dos amigos amándose y jugando entre sí.

Los niños asienten mientras junto a sus padres siguen al señor Hoseok, todos llenos de dulzura en sus corazones luego de haber presenciado aquellas escenas de nuestros dos amigos amándose y jugando entre sí

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