O7 : Leche de fresas

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Los últimos rayos de luz solar se dispersan en el cielo como descuidadas pinceladas rojizas y anaranjadas mientras el lejano horizonte absorbe los cálidos colores del atardecer hasta dar paso al oscuro manto de la noche.

Pocas son las estrellas que titilan sobre la ciudad, pero el brillo de la bien formada luna, junto a la luz artificial que emiten los faroles y las diferentes tiendas a su alrededor, iluminan el camino de Su-hyeok y su pequeño grupo de amigos hacia el restaurante de la señora Lee, quien les invitó, por medio de su hijo, a probar su nueva receta de pollo agridulce.

Para el alivio de Su-hyeok, después de su inesperado encuentro con la presidenta en la enfermería, todo permaneció igual. Al principio temía que Nam-ra pudiera hablar con alguien sobre la conversación para nada discreta que de seguro había escuchado, pero después de toparse con ella un par de veces más a lo largo del día y ver su habitual expresión de indiferencia frente a todo lo que pasa a su alrededor, los temores de Su-hyeok se calmaron.

No es que le sorprenda la indiferencia de Nam-ra ni su falta de comunicación con cualquier persona que no sea un profesor, pero Su-hyeok había esperado aunque fuese un murmullo o una mirada, mas no hubo ningún tipo de reconocimiento al respecto, lo que es, en realidad, un gran alivio; si en algún momento él y su Sannie formalizan ese "algo" entre ambos (él reza por eso), Su-hyeok preferiría que sean ellos los primeros en decidir si se lo dirán a alguien o no y cómo lo harán.

En cualquier caso, Su-hyeok agradece la discreción de Nam-ra, o su falta total de interés. Lo que sea está bien. De hecho, está contento de que haya sido la presidenta la testigo sobre cualquier otra persona; ya se puede imaginar lo intenso que se habría puesto Gyeong-su con el tema si él hubiese estado en el lugar de Nam-ra. Y pensar en el imbécil de Myeong-hwan, o cualquiera de sus secuaces, le hace hervir la sangre.

—Quiero la que tiene corazones.

Hablando de amigos metiches.

Una mujer de avanzada edad que vende manzanas cubiertas con caramelo, y algunas otras con chocolate, llama la atención de un obsesivo del dulce llamado Gyeong-su, quien amablemente les "invita" a probar algunas por la ocasión de un día tan especial para el amor, aunque todos saben que será Su-hyeok quien terminará pagando.

Qué es exactamente lo que termina pasando.

Contrario a lo que pueda parecer, Su-hyeok no tiene quejas al respecto; si tiene la oportunidad de complacer a sus amigos con alguna chuchería de vez en cuando, va a tomarla. Además, no todos los días puede darse el lujo de mimar a su Sannie sin que éste tenga algo que decir gracias a su modestia natural, o mejor dicho, la modestia que nace de él cuando es Su-hyeok quien quiere atenderlo, de lo contrario, será un desvergonzado total si tiene oportunidad, en especial con el hombre a quien considera su hermano de otra madre.

En teoría fue Gyeong-su quien les invitó las manzanas, no Su-hyeok, así que Cheong-san no tiene motivos para rechazarlo. Claro tampoco es excusa para Su-hyeok; aún le debe una buena respuesta a su Sannie más allá de una simple manzana.

—Prefiero de las otras, las de caramelo —dice On-jo cuando Su-hyeok le ofrece una manzana bañada en chocolate blanco con algunos pequeños corazones de dulce adornando la superficie, similar a la de Gyeong-su.

Su-hyeok la observa por un momento con evidente confusión, y no por la aparente preferencia hacia el caramelo sobre el chocolate de On-jo, sino por la expresión incómoda que se dibujó en su cara en el momento que Su-hyeok le ofreció la manzana.

Su-hyeok se pregunta si el verdadero problema es él y no algo tan simple como preferir una manzana u otra por su cobertura, sin embargo, antes de que pueda hacer o decir algo, Cheong-san arrebata la manzana de sus manos y se la entrega a On-jo.

CATORCEWhere stories live. Discover now