O6 : Leche de fresas

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Su cuerpo se mueve con destreza a través de sus oponentes al tiempo que sus manos controlan el balón como si éste fuese una extensión más de su cuerpo. Puede escuchar gritos expectantes cuando varios jugadores se mueven peligrosamente cerca de él para arrebatarle el tesoro anaranjado, pero antes de permitir que más obstáculos se atraviesen en su camino, decide que es momento de lanzar la pelota hacia el aro metálico frente a sus ojos. Sus pies lo impulsan hacia arriba al tiempo que sus brazos se extienden hacia adelante, y los vítores de sus compañeras no se hacen esperar cuando el marcador cambia a su favor.

El entrenador Kang hace sonar el silbato, indicando el final del partido.

Su-hyeok apenas tiene tiempo de tomar algunas bocanadas de aire antes de que sus compañeros de equipo, y algunos otros estudiantes que lo estaban apoyando fuera de los límites de la cancha, se amontonen a su alrededor. Gritos eufóricos cargados de elogios llegan hasta sus oídos mientras algunos de sus compañeros se aventuran a rodearlo con sus brazos, haciendo el amago de querer levantarlo.

—Está bien. Ya entendí, ya entendí, Dae-su. Gracias —dice entre risas entrecortadas causadas por las inevitables cosquillas que los nervios de su cuerpo despiertan por el abrazo de su amigo.

Una vez que el bullicio de su victoria se ha calmado, sus ojos se aventuran a viajar entre todos los rostros que lo rodean. Evita desanimarse por no encontrar la familiar dulzura que ha estado buscando, en su lugar, mueve su vista más allá de la pequeña multitud hasta las últimas gradas; es consciente de lo poco entusiasta que es Cheong-san cuando se trata de participar dentro de una ruidosa aglomeración de personas.

Finalmente, el iris marrón de sus ojos captura el reflejo de la figura que ha estado paseándose por su mente las últimas cuatro semanas, consiguiendo ensanchar su sonrisa hasta que sus ojos se convierten en dos pequeños arcos. Más allá de sus compañeros se encuentra Cheong-san luciendo igual de entusiasmado que los demás por la victoria de Su-hyeok. Está de pie sobre la penúltima grada con los brazos extendidos hacia arriba, y parece que, a juzgar por el rojo sobre sus pómulos, estuvo dando un par de saltos antes de que la mirada de Su-hyeok lo encontrara.

Un par de segundos en los que parecen ser los únicos en el mundo consiguen evocar un sinfín de sentimientos dentro de sus corazones. No existen palabras suficientes en ningún idioma para describir con exactitud el significado de sus emociones, aunque no hace falta; la calidez naciente de sus pechos, que se extiende hasta sus amplias sonrisas y miradas cargadas de brillo, dicen más de lo que alguna vez podrían expresar con palabras.

—Equipo C aquí —ordena el entrenador Kang desde el centro de la cancha—. Equipo A, regrese a las gradas.

Su-hyeok aclara su garganta con una tos poco creíble para obligarse a poner los pies sobre la tierra y de mala gana aparta su mirada de Cheong-san. Accidentalmente se encuentra con la extraña sonrisa de Dae-su en su camino hacia el entrenador. Parece que se está conteniendo de decir algo, y sea lo que sea, Su-hyeok no tiene ganas de escucharlo.

Ambos equipos se reúnen alrededor del hombre más viejo. Sus indicaciones son superficiales y sus palabras de "apoyo" son las más vacías que el grupo ha escuchado hasta ahora. El entrenador Kang no se esfuerza en disimular su favoritismo por algunos estudiantes ni su falta de vocación como educador, pero muchos ya se han acostumbrado (resignado) a ese comportamiento suyo, por lo que les resulta más fácil ignorar todo lo relacionado con ese hombre.

Cuando los dos equipos han terminado sus discusiones internas sobre el plan que van a ejecutar, se ubican en sus posiciones dentro del espacio de juego, intercambian un par de amenazas inocentes e inician a moverse cuando escuchan el silbatazo del entrenador.

El primer tiempo se desenvuelve sin problemas importantes para ambos equipos, lo que indica una igualdad de condiciones entre oponentes. Si esto no fuese un partido amistoso, estarían en problemas con el entrenador Kang. Por fortuna, el hombre no parece estar prestando atención a lo que sucede en la cancha, y luce más preocupado por cepillar su copete teñido de negro. Esto les da más libertad a los jugadores, permitiéndoles disfrutar de su encuentro con menos seriedad y tensión de la necesaria.

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