4. Entre Realidades y Engaños

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Los rayos del sol del inquietante amanecer colándose por la ventana le acariciaron en los párpados, provocando una sensación de letargo tan pronto como despertó. Bostezó, buscando con su mano derecha sus preciados cigarrillos, sin embargo, la caminata de su mano hasta su preciada cajetilla hizo metástasis cuando sintió un cuerpo junto a él, envolviéndolo en un abrazo.

Su pesadilla de fatiga emocional se transformó en algo todavía más insufrible al percatarse de su desnudez. A su lado reposaba un Luffy adormecido, cuyo ronquido rítmico resonaba en sus oídos como una cacofonía, marcando un compás discordante en la sinfonía de su confusión matutina.

Sanji se quedó petrificado, su mente procesando la realidad con ojos que parecían ansiosos por liberarse de sus órbitas. ¿No se supone que era uno de sus tantos sueños húmedos con su capitán? Claro que no, y lo confirmó cuando se pellizcó levemente su brazo. 

Con la boca entreabierta en asombro, se enfrentó a la contundente realidad; realmente compartió la cama con Luffy. La confirmación no sólo residía en la desnudez compartida, sino también en la sensación húmeda y pegajosa que descubrió en su entrada al alzar las cobijas, confirmando que era la esencia de su capitán escurriendo por sus piernas.

—Entonces, no fue un sueño… —murmuró, volviendo a mirar al durmiente chico que ahora tenía una burbuja de moco saliendo de su nariz. 

—Carne —balbuceó cuando la pequeña burbuja en su nariz se reventó y le hizo despertarse, siendo dando la bienvenida por la imagen del rubio, cuyas hebras de oro se mostraban desordenadas—. Buenos días, Sanji. —Bostezó, extendiendo sus brazos y apegándose más al cuerpo del otro. 

—¿Eres real? —Sanji interrogó, creyendo que lo había dicho sólo para él. Pero Luffy lo escuchó fuerte y claro, incorporándose en la cama, curioso. 

—Soy muy real, Sanji —afirmó Luffy, extendiendo una mano hacia la frente del cocinero y examinándolo con preocupación—. Mmm, ya veo, no te has recuperado bien desde que Zoro te encontró, necesitarás más tiempo en cama.

—Yo… no entiendo… ¿por qué estamos desnudos juntos? —Esta vez dirigió su mirada a la ventana. Se sentía mal, obligó a su capitán a hacer cosas indebidas, abusó de la confianza que este le tenía—. Lo siento, no quise hacerte daño…

—Tranquilo, es lo que se supone que los novios hacen, ¿no? —lo tomó del mentón para que lo viera—. No me obligaste a nada, yo también lo quería. Después de todo, llevamos saliendo desde que nos conocimos en el Baratie, y hemos estado esperando mucho para esto.

Sanji no apartó sus ojos zafiros de las profundidades de los ónix de su capitán. Luffy hablaba con sinceridad, y Sanji lo reconocía. Su capitán no era hábil mintiendo. No obstante, la situación resultaba extraña. Según recordaba, sus sentimientos nunca fueron correspondidos. Luffy, apasionado por la aventura y con el sueño de convertirse en el Rey de los Piratas, le dejó claro que su corazón pertenecía a la búsqueda del One Piece, sin espacio para el amor. ¿Cómo reconciliar esa verdad con el engaño inesperado de él diciéndole ser su novio?

Por otra parte, no podía negar su felicidad, uno de sus más grandes sueños se hizo realidad, tenía como novio al atolondrado Monkey D. Luffy. 

Prefirió ignorar la cuestión de cómo, por arte de magia, su capitán terminó enamorado de él, aferrándose a ese engaño de manera egoísta, evitando mirar más allá. En su interior, su lado más oscuro le sugería dejar las cosas como estaban.

—Lo entiendo. Es sólo que me duele la cabeza. 

—Por eso digo que debes descansar, Sanji. —Le reprochó, inflando los cachetes, levantándose de la cama para dirigirse al baño. Sanji lo siguió, y juntos compartieron la intimidad del agua. Mientras se bañaban, Sanji tallaba la cabeza de Luffy con espuma, y este se encargaba de lavar el pecho del rubio.

—Tu corazón late mucho, shishishi. —Rio, acariciando los rosados pezones del más alto. 

—No estoy acostumbrado a bañarme en compañía y mucho menos con alguien tocándome de esa forma. —Explicó. 

Ambos tenían sus mejillas coloradas por el calor del baño. Luffy volvió a mirarlo incrédulo, haciendo más chicos sus ojos y frunciendo los labios.

—Siempre nos bañamos de esta manera, Sanji. Te gusta que yo pase la espuma por todo tu cuerpo y a mí me gusta que talles mi cabello.

Sanji volvió a guardar silencio, sin dejar de lavar al otro, escuchándolo preocupado. No entendía varias cosas… o a su vez, se negaba a entenderlas, pero ya no quería preocupar a su capitán. 

—Sólo bromeaba —aceptó mintiendo, aunque eso le provocó un dolor en el corazón, trayendo consigo la imagen de él viendo a una anciana, rodeada de velas. Una punzada, a la que eligió ignorar, invadió su cabeza—. Quiero hacerte reír, es todo.

—No me gusta tu método —dirigió sus manos a las costillas de Sanji, jugando con sus dedos ahí—. Así es como debes hacerme reír. 

Comenzó a hacerle cosquillas al rubio quien se detuvo de lavarle el cabello para reír, Luffy sabía bien donde tocaba. Las carcajadas de ambos inundaron el baño.

No supo cuánto tiempo transcurrió a la vez que su capitán le hacía cosquillas, pero en ese lapso olvidó todo; sus preocupaciones y el cigarrillo. Aquel momento se convirtió en un instante suspendido en el tiempo, como si estuviese en el paraíso.

De reír tanto comenzó a lagrimear. Ese día se coronaba como el día en el qué más había reído. Luffy paró de hacerle cosquillas, entendiendo que era demasiado para el de hebras áureas. Sanji se limpió las pequeñas lágrimas. 

Se reencontraron en la danza de sus miradas, iris de zafiro y ónix entrelazándose, amalgamándose como una estela celestial. Estuvieron apunto de besarse.

—¡Chicos! —Nami interrumpió, en un acto impío que obstruyó el ansiado encuentro de labios—. Lo siento, pero tenemos problemas. Los marinos finalmente llegaron a la isla. 

 

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Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos「 LuSan 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora