Capitulo 1

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—El sacerdote está buenísimo —susurré, con la mirada fija en el hombre que estaba de pie en el escenario, soltando sus chorradas religiosas a la embelesada audiencia de la iglesia.

—Sí, lo sé —susurró mi hermana JiSoo, apoyando su cabeza en mi hombro—. Qué desperdicio.

Me encontraba sentado en una iglesia, esperando para ver a mi sobrina hacer su primera comunión. Había intentado no asistir, pero JiSoo había insistido en que JiWoo quería que estuviera allí.

Así que aquí estaba. En primera fila, viendo al hombre más sexy que jamás había visto leer pasajes de la Biblia, deseando desesperadamente que llegara a la parte en la que JiWoo tenía que comerse una galletita de su mano para que yo pudiera largarme de una vez.

El sacerdote por fin llamó a JiWoo, la cual se levantó y se dirigió al altar. Su padre, BoHyun, se levantó y la siguió. Y JiSoo se levantó, me rodeó el bíceps con los dedos y me puso de pie con ella.

—¿Qué estás haciendo? —le gruñí al oído mientras la seguía para alinearme detrás de su familia.

—Todos comulgamos —respondió JiSoo.

—No soy católico —le recordé.

—Cállate y come —siseó.

JiWoo se adelantó y el sacerdote se inclinó para ponerle la hostia en la boca. Detrás de nosotros, un suspiro colectivo resonó en la silenciosa iglesia.

Aquello resultó de lo más extraño.

BoHyun se adelantó y aceptó la comunión. Luego JiSoo. Y no tuve más remedio que seguirle.

Me arrodillé en el escalón, como habían hecho los padres de JiWoo antes que yo, abrí la boca y el sacerdote me colocó lo que parecía un trozo de espuma de poliestireno en la lengua. Cerré los labios, pero al parecer lo hice demasiado rápido, porque atrapé la punta del dedo del sacerdote entre ellos.

Sus ojos se abrieron de par en par, sorprendidos, y me dedicó una pequeña sonrisa mientras el calor me subía por el cuello y se extendía por mi cara. Me puse en pie de un salto y me apresuré a sentarme de nuevo junto a JiSoo mientras la cosa repugnante que tenía en la boca se deshacía en una sustancia viscosa y me obligaba a tragarla.

—¿Estás bien? —preguntó JiSoo, mirándome fijamente.

—Me siento humillado —le dije—. ¿Cuánto más va a durar esto?

Se giró para mirar a la fila de personas que esperaban para recibir su propia comunión, y luego volvió a encogerse de hombros para mirarme.

—Va a haber alcohol en la fiesta de después, ¿verdad? —le pregunté.

—Jin, somos católicos —me recordó—. Por supuesto que habrá alcohol.

Gracias a Dios por los pequeños milagros.

Pasó casi una hora hasta que todo el mundo pudo coger su galleta bendecida y volver a sentarse. Pero al final, la misa terminó y la gente empezó a salir por el pasillo. No entendía por qué la gente tardaba tanto en salir por la puerta, pero a medida que nos acercábamos me di cuenta de que todo el mundo se paraba para darle la mano al sacerdote al que acababa de ofender.

Jodidamente fantástico.

—Padre Jeon —dijo JiSoo alegremente cuando llegamos hasta él. Le cogió la mano y sonrió—. Muchísimas gracias. La misa ha sido preciosa.

—De nada —le aseguró él—. Gracias por permitirme compartir el día especial de JiWoo.

—No habríamos querido a nadie más —insistió JiSoo—. Y vendrás a la fiesta, ¿verdad?

—No me la perdería —dijo, su mirada pasó por encima de su hombro para encontrarse con la mía.

—¡Oh! Este es mi hermano Jin —dijo JiSoo rápidamente, cogiéndome de la mano y tirando de mí hacia delante.

—Mami —se quejó JiWoo—. Tengo que ir al baño.

—Discúlpenos —dijo JiSoo, sonriendo al Padre Jeon y luego a mí—. Los veré a los dos en la casa.

Y entonces me quedé a solas con el sacerdote.

—Encantado de conocerte —dijo el padre Jeon, extendiendo la mano para estrechármela.

—Igualmente. Escucha, siento mucho lo de... eso. —Señalé hacia el frente de la iglesia—. También es mi primera comunión, supongo.

—Bueno, siempre me alegra adoctrinar a otro Kim — bromeó—. Pero no te preocupes, pasa todo el tiempo. —Metió la mano en el bolsillo y sacó una toallita húmeda—. De verdad.

—Bueno, eso no me hace sentir mejor, pero gracias, supongo. — Me reí entre dientes—. Y gracias por organizar tan bonita misa para mi sobrina. Mi hermana ha estado estresada por esto durante meses.

—Lo disimula muy bien. —Sonrió y casi caigo de rodillas. ¿Cómo demonios era tan sexy? ¿En serio? Nadie era así de sexy. No en la vida real—. Entonces, ¿nos vemos en la fiesta?

—Allí estaré —dije.

Me di la vuelta y me dirigí a mi coche, sentándome al volante durante un minuto con el aire acondicionado a tope, aunque en realidad no hacía tanto calor fuera.

—Maldita sea, Jin —murmuré mientras ponía el coche en marcha y salía del aparcamiento—. No vas a enamorarte de un puto sacerdote.

PecadoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon