— Es difícil de comprender. Ni yo misma llego a arrojar luz a todo este disparate, sin embargo, es así, meleth nîn. (mi amor)el rostro de Legolas se alzó rápidamente al escuchar como lo había llamado. 

Silwen le acunó el rostro con una dolorosa sonrisa.

— Tu piel... —farfulló él, recordando en aquel instante todas las veces que la había acariciado o besado tras la batalla. — Está fría. —la conclusión le cayó como un golpe al corazón, pues había estado su cuerpo congelado todo este tiempo, mas él no había caído en ello, o no había querido hacerlo.

Poco a poco los recuerdos le fueron encajando, pequeños detalles ocurridos, palabras, miradas e incluso extraños actuares de Silwen a los que no había dado mayor importancia. Todo le cobró sentido, un sentido cruel que le estaba arrebatando el aire.

— Respira. —Silwen se inquietó ante sus lágrimas, que comenzaron a deslizarse también por sus dedos al acariciarle las mejillas. Lo besó y, al separarse, escuchó con alivio como tomaba aliento al fin— ¿Cómo son los enlaces de tu pueblo? —preguntó desconcertándolo— ¿Cómo habría sido el nuestro si hubiéramos tenido más tiempo? 

— Son... Habría sido... —hipó y, aturdido, dejó que ella le retirara las lágrimas— Habría sido durante la noche, bajo la mirada de Varda y sus estrellas.

— Bajo la Luna. —sonrió y, aunque Legolas amaba fervientemente su sonrisa, no pudo corresponderla en lo más mínimo— Me agrada la idea, continua...

— Mi pueblo se habría convertido en el tuyo, mi padre y tu familia, mi hogar y el tuyo, se habría convertido en un nosotros. —se apartó, consternado— ¿Cómo pudiste dejarme soñar con un futuro, sabiendo que no ibas a estar en él? —preguntó, observándola ponerse en pie junto a él. Silwen no contestó, sabiendo bien que no existían palabras capaces de remediarlo— Me creíste un niño, frágil. —se irritó— Me dejaste soñar como un estúpido. —su delicado rostro se arrugó en una expresión de enfado, dejándole rasgos semejantes al rey. — No lo entiendo, ¡no entiendo cómo puedes mantener la calma, no entiendo cómo...!

— ¡Basta! —gritó por vez primera. Legolas respiró aceleradamente, la tristeza comenzaba a asemejarse a la ira, y su quebrado corazón no lograba mantenerlo cuerdo— Hazme tu esposa. —atónito, la miró como si hubiera perdido todo juicio. Silwen tomó sus manos, con tal determinación en su mirada que lo hizo tragar por reflejo— Jamás pensé que con tantos años vividos pudiera decir que me faltaba tiempo, mas es así. Si mi último día es este, te ruego que me hagas tu esposa.

— Un día no me es suficiente. —confesó en un murmullo, recostando su frente junto a la suya— Ni con todo el tiempo en Arda tendría suficiente para amarte. 

Silwen abrió con duda la boca, no sabía bien qué decir, sin embargo tampoco tuvo tiempo de intentarlo. Legolas apresó sus labios con los suyos, plasmando en un pasional beso toda la agonía de sus sentimientos. La rodeó con sus brazos tras notar un leve temblor en ella, quizás quebrándose por primera vez.

La besó tanto como lo permitió su aliento, mas Legolas lo recuperó rápidamente para regresar a sus labios. Eran dulces, de ella, y únicamente para él. Entre caricias y el rozar de sus bocas, ambos se dieron cuenta de que las lágrimas comenzaban a interponerse entre ellos, pero lucharon contra la tristeza misma. Nada importaba más que amarse en aquel instante, pues el tiempo de Silwen era, definitivamente, efímero.

Legolas la guio sin pensarlo en exceso al interior del bosque, tomando sus manos y observando como cedía ante él. Ambos portaban un brillante y doloroso deseo en sus miradas, una rojez vergonzosa en las mejillas y, un suspirar en sus bocas que clamaba por más, por todo aquello que la injusticia y la guerra les estaba arrebatando.

✓ DAMA DE PLATA ⎯⎯  ʟᴇɢᴏʟᴀꜱWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu