Sentía que el pecho le quemaba. Apenas si tuvo el valor de llamarlo por su nombre.

Julián la miró y, claro, se sorprendió de verla allí, más la mueca de dolor y decepción con la que lo miraba.

—Nora, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó él y dejó las palomitas a un lado para levantarse del piso.

La mujer le miró con furia, peor ardió al ver la cortesía con la que su exesposo trataba a la desconocida.

Tras eso, Nora dirigió toda su furia a la rubia que la contemplaba con sus bonitos y grandes ojos verdes. Estaba sentada en la alfombra, delicada y pendiente de cada cosa que su exesposo hacía.

Furiosa, Nora gritó:

—¡Vine aquí porque nuestra hija está en prisión y te encuentro revolcándote con una cualquiera! —Los gritos se oyeron por todo el pent-house—. ¡¿Cómo puedes hacerme esto?!

Julián se rio y sacudió la cabeza en negativa.

—¡¿Cómo puedo hacerte yo esto?! —exclamó él y decidido avanzó hacia ella para enfrentarla—. ¡Te recuerdo que fuiste tú la que se fue con un joven! ¡Tú me abandonaste y te dejé ser libre, Nora! ¡Dejé que buscaras el camino que tanto decías que te arrebaté! —gritó él con rabia.

Lily y Christopher estaban en un pequeño cuarto oscuro que habían improvisado para trabajar más a gusto y en cuanto oyeron los gritos salieron corriendo para ver qué estaba sucediendo.

—¡Me fui porque ya no me hacías feliz! —gritó Nora, llorando—. ¡Pero ya veo que el problema era yo! Bien a gusto que estás con esta mujerzuela...

—¡Basta! —gritó Julián y sacudió las manos en el aire—. ¡No trates de dar vuelta las cosas, Nora! ¡Tú no eras feliz! ¡Yo era el imbécil más feliz del mundo! —lloró destrozado.

Sasha se levantó cuidadosa del piso. No quería estar allí, atrapada en una discusión que no le incumbía.

Se encontró de frente con Lilibeth, quien había avanzado hacia el centro de la discusión con paso cauteloso.

No podía creer que los que gritaban así eran sus padres.

Christopher caminó detrás de ella sin decir ni una sola palabra.

—¿Qué está pasando? —preguntó Lily con un nudo en la garganta.

Nada le dolía más que verlos discutir. Regresaba al pasado, a las peleas nocturnas en casa, los gritos de cada mañana, las noches sin dormir y el miedo de perder a uno de sus padres.

Julián jadeó cuando escuchó la voz de Lily. No sabía si se sentía aliviado o más preocupado. No quería que sus hijas se involucraran en sus problemas de pareja.

No les correspondía.

—Tu madre nos visita —dijo, tratando de ser cortés.

De reojo miró a Christopher y a Sasha.

Nora se echó a llorar y con desespero le dijo:

—Tu hermana está en prisión, hija. Tenemos que hacer algo para ayudarla.

La noticia no sorprendió a Lilibeth y su madre pudo advertirlo. Su ceño se arrugó y con un extraño presentimiento le preguntó:

—¿Por qué no estás sorprendida?

—Porque ya lo sabía —le comunicó Lily y se cruzó de brazos sobre el pecho.

Nora abrió grandes ojos al sentir su desdén, su poco interés y su horrible frialdad y sintió que el mundo se le venía encima.

—¡Y si ya lo sabías, ¿por qué no hiciste nada?! —le gritó enloquecida—. ¡Ni siquiera me llamaste!

Lily enarcó una ceja y esperó a que la mujer se tranquilizara.

Había repasado esa escena miles de veces en su cabeza. La había sobre pensado tanto que, tenía todos los posibles escenarios resueltos.

—¿Habría cambiado algo? —le preguntó Lily, tan fría que hasta su padre se sorprendió de su madurez para manejar el asunto—. No, no habría cambiado nada porque no soy juez y no tengo poder para hacer algo al respecto.

Nora estuvo perpleja, adormecida por lo horrible que todo sonaba.

—Pero Christopher sí —dijo convencida de que iban a ayudarla.

Lily se largó a reír y no pudo disimular su sorpresa. El chiste era tan bueno que tuvo que buscar la mirada de su novio para que él se uniera a ella.

—Mamá, Christopher fue el que interpuso la denuncia —le reveló firme, sin titubear ni una sola palabra—. ¿Crees que Christopher quiere ayudarla? —le preguntó con sarcasmo elevado—. Por supuesto que no, por favor, madre.

Nora se heló completa al escuchar aquello.

—Pero es tu hermana... —hipó dramática.

Lily le sonrió y recordó con exactitud las palabras de Christopher.

—Romina también es mi hermana, madre, pero Victoria no tuvo consideración y se robó el dinero que era para su tratamiento —le aclaró, solo por gusto, para que supiera que no era una estúpida a la que podía seguir engañando—. ¿Qué esperabas? ¿Qué apoyara a una ladrona? —la encaró y avanzó un par de pasos hacia ella.

—¡Retráctate inmediatamente, Lilibeth! No puedes decir eso de tu hermana —refutó su madre con enojo.

Lily sintió que ardió más y no se calló:

—Es una ladrona. Y las ladronas tienen que estar tras...

No pudo continuar. Su madre la abofeteó fuerte en la mejilla.

Christopher explotó cuando oyó a Lily gemir por el dolor del golpe de su madre e intervino de inmediato y de forma violenta.

Agarró por el brazo a la madre de Lilibeth y la empujó hacia la salida, aun cuando ella gritó y peleó con locura.

Sin liberarla, presionó la tecla del elevador y con los ojos oscurecidos le advirtió:

—No puedes venir a mi casa a gritar a mi mujer, ni a mi suegro, mucho menos a mis empleados.

Nora se paralizó al sentirlo tan inflexible. Ese no era el Christopher que ella creía conocer.

—Una próxima vez llamaré a la policía. —Respiró para calmarse—. Respecto a tu hija, ni siquiera pienses en conseguirle un abogado, porque todo abogado de esta ciudad me pertenece. Todo abogado de este maldito país responde ante mí. Ahora lárgate.

La empujó dentro del elevador y no le quitó sus ojos azules fríos de encima hasta que las puertas se cerraron otra vez.

Suya por contratoOn viuen les histories. Descobreix ara