Monstruo

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La muchacha dio por terminada la discusión cuando le entregó a su jefe la bolsa con las compras que él mismo le había solicitado, aunque claro, un tanto adulterada para su propia diversión.

Sabía que no ganaría y había aprendido desde muy joven que con burros no se discutía.

Tras eso, se dio la media vuelta y se concentró en el trabajo, con ellos de fondo, besuqueándose y manoseándose.

—Asquerosos voyeristas —reclamó Lily entre dientes.

Ella podía verlos por el reflejo de los cristales y, peor aún, podía escucharlos gemir, así que, para evitar todo ese incómodo momento, se puso sus auriculares y escuchó un poco de música.

Aprovechó también el momento de enviarle un mensaje a su hermana, explicándole que no llegaría a dormir y que trabajaría algunas horas extras.

A Romy le resultó de muy mal gusto que su hermana pasara tantas horas en el trabajo y con Don Polla dulce.

Mientras la rubia que había invitado a su noche pasional le lamía la polla endurecida y lo saboreaba a gusto, Christopher miraba con agudeza a Lily, deseoso porque ella lo mirara por encima de su hombro y experimentara la verdadera envidia.

Pero a Lily poco le interesaba mirar.

Como Rossi estaba dispuesto a jugarse todas su cartas, abrió la bolsa y revisó todos los productos que Lily le había comprado.

Se rio malicioso cuando vio la caja de viagra y especuló que, ella estaba esperando esa demostración de la que antes habían hablado.

No vaciló en abrirla y con locura se tragó una pastilla con un sorbo de licor.

Su compañera no cuestionó sus métodos. A ella solo le importaba divertirse con Christopher Rossi, el soltero más codiciado de la ciudad, para al otro día poder alardear con sus amigas.

El hombre agarró los preservativos y los sacó de su caja; tras eso, miró el gel retardante y lo abrió con familiaridad.

Notó que el sello de seguridad no estaba, pero poca importancia le dio y se aplicó una buena cantidad de gel en la palma su mano.

Con rápidos roces empapó su polla dura con el gel y llevó a la chica de cabellera dorada a su cuarto para continuar divirtiéndose.

Los dos desfilaron desnudos frente a Lily.

Ella prefirió mirar en sentido contrario y suspiró aliviada cuando los vio desaparecer al fondo del lugar, claro, no sin antes mirarle el redondo culo a su jefe.

—Que asco —susurró y se quitó los auriculares y miró la hora—. Pompitas de nube —se rio.

Supo que sería una noche eterna, aunque sabía que lo mejor estaba por venir.

Solo era cuestión de tiempo antes de que los gritos y los sollozos llegaran.

Digitalizó las primeras diez páginas y continuó trabajando, mientras que de fondo oía a la rubia gemir y reír exagerada.

Apenas pudo llegar a las veinte páginas. Le distraían mucho los ruidos qué se oían por todo el lugar, por lo que optó por esconderse en la cocina.

El lugar estaba aislado y lejos del cuarto desde el que provenían los gemidos fingidos, así que pudo escuchar sus pensamientos y sentirse en paz.

No le distraían los gemidos, sino que le fastidiaban mucho.

La sacaban de quicio.

Christopher le sacaba de quicio. La volvía loca. Le daban ganas de cogerlo por el cuello y ahorcarlo hasta la muerte.

Suya por contratoWhere stories live. Discover now