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                                                Las vísperas de nochebuena, una cree que las va a pasar decorando la casa, escuchando a Mariah Carey, tirándome a la pileta de mi amiga o haciendo tiktoks con mi hermana más chica. Como suelo hacer cada año.

Sin embargo, este año estoy divagando por el único supermercado en todo Calchín con mi abuela Alba y puedo sentir como la gente que pasa a nuestro alrededor me mira de reojo y habla por lo bajo.

—Mija, a este paso vamos a terminar haciendo la comida para navidad del año que viene, hay que meterle turbo— Me dice la anciana— Y deja de preocuparte por las chusmas estas, que no importa la opinión de esta gente. Lo único que interesa es que yo sé que vos no le metiste los cuernos a nadie.

—¿Qué es meter los cuernos nona?— Se apresura a preguntar Ana Paula.

—Nada Pauli, es la Nona delirando— La susodicha larga unas pequeñas risas y se acerca a la góndola de las verduras para seleccionar un par.

Aunque sé que lo que me dice ella es verdad, no puedo evitar sentirme mal al respecto.

Desde que esas noticias sobre una supuesta infidelidad de mi parte hacia Julián salieron, siento que la gente solo me mira mal. Y como si no fuera poco, mi pueblo natal es el lugar más indicado para que las personas invente cosas sobre mi vida. Y las señoras de tercera edad ya han estado chismoseando al respecto. Puedo darme cuenta por la forma en la que intentan inclinar sus orejas con poca audición a las conversación que tengo con mi abuela en este momento.

Y también cabe aclarar que mi casilla de solicitud de seguimiento está llena de gente que solamente quiere alimentar su sed de chisme y seguir provocando más especulación sobre la situación.

Ni siquiera sé quién es Agustina Pousa. Los medios dicen que la de la foto de la cafetería es ella— en realidad soy yo— y se filtró un video de la pelinegra saliendo de un restaurante con alguien de contextura muy similar a la del nueve de River.

No es que me ponga celosa.

Julián y yo no somos nada. Pero me sentí humillada. Incluso cuando el resto del mundo no sabe que estábamos compartiendo tiempo de calidad la última semana, tengo una sensación fea en el pecho. Una sensación de traición.

Aunque intento convencerme a mí misma de que lo merezco. Después de todo, hace cuatro años fui yo quien rompí nuestra relación y su corazón.

—¡Maca! ¡Maca!

—¿Qué pasa Pauli?— Le pregunto a la rubiecita.

—¡Mira!— Exclama señalando hacia delante.

Cerca de la góndola de las bebidas vislumbro al delantero de River, acompañado de Agus, uno de sus hermanos, hablando supongo, sobre que elegir.

Trago en seco y una amargura se expande por todo mi cuerpo. Sin saber muy bien que hacer, intento agarrar la mano de mi hermanita y el carrito del súper para irme hacia otro pasillo y no tener que cruzarme al castaño. Por lo menos no en público. No quiero que este quilombo mediático siga creciendo.

—Pero quiero ir a saludarlo, es mi amigo— Me dice arrugando la nariz.

—Pero está ocupado Paulita. Vení vamos a la parte de los juguetes— Cuando acerco mi mano a su brazo lo esquiva con brusquedad.

—¡Dije que no! Quiero ir a saludar a mi amigo Maca— Frunce el ceño y se cruza de brazos.

Suspiro intentando armarme de paciencia. Llevo mi mirada a donde estaban los hermanos Álvarez y me quedo congelada cuando aquellos ojos marrones chocan con los míos.

ETERNO | Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora