ORPHAN [amor homosexual]

XIII- Problemas

CAPÍTULO XIII- P R O B L E M A S 

-Nos vemos hoy a medianoche en la parte de atrás del orfanato.

La petición siempre era la misma.

-Harry, sabes que no puedo...

-Claro que puedes- Harry sacudía la cabeza, pasándose una mano por los revoltosos rizos, y aquel gesto desenfadado era suficiente para convencer a Emm. Entonces ella se mordía el labio con fuerza, y suspiraba.

-Lo intentaré...- susurraba entonces la pelirroja, sabiendo que haría lo posible y lo imposible para abandonar de puntillas de su habitación, sin que nadie la viese, y bajar hasta la puerta trasera de White Willow, saliendo al jardín en la fría noche. Harry saltaría el muro de piedra con agilidad, y pronto el frío abandonaría sus cuerpos.

Nunca hablaban mucho. Emm a veces trataba de mantener una conversación, de aprender algo más de aquel muchacho. Pero él siempre la callaba con un fuerte beso. Durante el primer instante ella trataba de negarse, de oponer algo de resistencia, pero pronto terminaba soltando una risa tonta cuando él atacaba su cuello, llenándolo de besos y suaves mordiscos.

Su boca olía al humo del tabaco que a veces fumaba, pero el resto de su cuerpo desprendía una fragancia única, una mezcla de su esencia corporal mezclada con una suave brisa de colonia. Cada vez que se acercaba, esa aura magnética e indescriptible llenaba el ambiente, atrayendo inevitablemente la atención de Emm. Era como su mera presencia la hechizase, haciéndole olvidar todo lo demás.

-Estás tan buena...

Esa y otras frases similares eran muy frecuentes. Emm solía rendirse en su intento de hablar, y dejaba que él pasase sus manos por su cuerpo, acariciando la fina piel. El simple roce de las yemas de sus dedos la volvía loca, despertaba en ella unas sensaciones que nunca antes había experimentado.

Harry le hacía olvidar todo lo demás. Era así siempre se veían, a escondidas, cuando el cielo se oscurecía y todo White Willow se sumía en un sueño profundo. La simple proximidad de su piel, el roce de sus labios, lograban hacer que el mundo exterior se desvaneciera en la oscuridad. El placer carnal que el chico le daba era una especie de anestesia para el dolor que cosía el corazón de la muchacha.

Pero cuando el encuentro llegaba a su fin, y Emm regresaba a su habitación, las lágrimas inevitablemente volvían a asomarse en sus ojos. El vacío que sentía después de cada encuentro era aplastante, como si la felicidad efímera se desvaneciera en la distancia, dejando tras de sí un rastro de melancolía. Siempre se detenía un momento en la puerta de la habitación de los chicos, su mirada buscando desesperadamente penetrar en la oscuridad. Jasper estaba allí, a menos de dos metros de distancia. Tan cerca físicamente, pero en realidad, tan lejos...

La distancia emocional entre ellos parecía imposible de cruzar, como un abismo infranqueable que separaba sus corazones.

Sabía que era su culpa: si todo se había fastidiado, y si él ya no estaba a su lado, era por cómo se había comportado, por las malas decisiones que había tomado en el pasado. El peso de su propia responsabilidad se había convertido en una carga que arrastraba a diario.

Lo echaba de menos con una intensidad dolorosa. Cada vez que cerraba los ojos, su mente volvía a tejer los recuerdos de los momentos compartidos, de las risas y de los susurros compartidos en la penumbra. La necesidad de su cercanía era como un aguijón en su pecho, recordándole constantemente la conexión que habían perdido.

Ya no habían vuelto a hablar. Ella lo había ignorado durante tanto tiempo, rechazando su presencia, que ahora ambos parecían haber desaparecido el uno para el otro. Cada noche, su mente jugaba con la idea de volver a hablar con él, de acercarse y saludarlo, de tomar sus manos y fundirse en un abrazo interminable. Pero el valor le abandonaba cuando en su imaginación Jasper la soltaba, se apartaba con desprecio, y recibía de él el mismo trato que ella le había dado durante tanto tiempo.