7.- En el cementerio

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De camino al cementerio, en el transporte público, aún pensabas en lo vivido aquella noche en el jardín. Fue como un punto de inflexión, un evento que marcó un antes y un después en vuestra relación, y no fuiste consciente de ello hasta que no pasaron los días, incluso los meses. Te bajaste un par de paradas antes de llegar a tu destino. Si tu objetivo tenía tiempo para jugar a la persecución, seguro que no le importaría esperar 10 minutos más. A pie, dejando atrás dos callejuelas cercanas a la marquesina del bus, había una pequeña y entrañable floristería.

A ti te encantaban las flores. A veces hasta te autorregalabas un bonito ramo para decorar tu apartamento y llenarlo de colores alegres. Sin embargo, en esta ocasión, las flores que elegiste no eran para ti. La dependienta, tan sonriente y amable contigo como de costumbre, te tendió un precioso ramo fresco de lirios blancos. Ahora sí, ya podías visitar aquel lugar sagrado.

Cruzaste la puerta del cementerio con solemnidad y habiendo pedido permiso a las almas que allí descansaban apaciblemente. La vista no era para nada desagradable, mucho menos con el manso mar de fondo. La sensación de paz y tranquilidad que allí respirabas podía chocar fuertemente con el temor y el desasosiego que muchas personas sentían en aquel lugar; sentimientos que los hacían rechazar la muerte, e incluso negarla, a pesar de ser tan natural como la propia vida. No entendías bien el porqué de aquel contraste de percepciones. Incluso si ahora mismo estabas completamente sola entre las tumbas, te sentías más segura caminando entre los muertos que entre los vivos. Es más, si ahora apareciera el hombre del gobierno en aquel remanso de paz, te sobresaltaría más que si a algún espíritu le dieran ganas de salir de su tumba para saludarte. ¡Qué cosas más estrafalarias podías llegar a pensar!

La brisa del mar llegaba fresca y revolvía tu pelo ligeramente de igual forma que mecía los lirios. Caminaste a lo largo de diversas zonas. Nadie. Sinceramente te importaba poco, había una cosa más importante por hacer. Tus pies te guiaron hasta aquel árbol majestuoso entre cuyas raíces y, bajo la sombra de sus frondosas ramas, daba cobijo a alguien muy especial. En la lápida grisácea, un nombre; S. Oda.


Flashback

Aquella tarde del 26 de octubre, algo más de un mes después de haber celebrado el festival de la luna, Dazai y tú habíais quedado para pasar un rato juntos como de costumbre. Grata fue tu sorpresa cuando lo viste llegar con ambos brazos cargados de preciosas flores. Él conocía perfectamente tu debilidad por las flores y ya habían sido varias las ocasiones en las que te había regalado un ramo sin venir a cuento desde que estabais saliendo. Pero, ¿dos?

En cuanto te saludó entusiasmado y te besó, te hizo entrega de uno de ellos. Esta vez se trataba de un precioso ramo de gerberas, rosas y astromelias rojas, rodeadas de verdes hojas que le daban cuerpo y añadían contraste. Toda una declaración de intenciones porque, tan solo teniendo en cuenta los colores de los pétalos, ya supiste que el romanticismo, la pasión y el amor iban implícitos en el mensaje del ramo. Sonreíste como una tonta y suspiraste ante la belleza del detalle.

—¿Y el otro? —Le preguntaste intrigada al ver que se quedó con el ramo de hortensias blancas.

—Es para la persona a la que vas a conocer hoy. —Sonrió alegremente.

Vaya... eso sí que fue una verdadera sorpresa. ¿Ibas a conocer a alguien de su familia tal vez? Dazai nunca te habló de ello, ni siquiera sabías si tenía, aunque obviamente una madre biológica tuvo que tener. Sin embargo, para haber llegado a la mafia siendo tan joven y haberse visto envuelto en tanta crueldad... Casi preferías no saber, y no solo por ti, sino por él. Escarbar en recuerdos dolorosos si la persona no se siente preparada para hablar jamás es una opción. Quizás ahora sentía que podía hablarte de su madre, o una hermana, o alguien que lo criase de pequeño. En esta ocasión sí que estabas realmente perdida. Perdida y algo rota cuando viste hacia donde te guió, el cementerio cerca del mar. Fuera quien fuera esa persona, ya no estaba en este mundo.

Misión en Yokohama | Dazai OsamuWhere stories live. Discover now