4.- En la calle de los almacenes

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Desde donde te encontrabas te era imposible ir hacia tu nuevo destino a pie, así que decidiste coger un taxi. Durante todo el camino no parabas de darle vueltas al asunto de tu "misión". Sentías como un pellizco, una sensación extraña. Si es algo de alto secreto, ¿por qué involucró a la mujer del museo y al niño del muelle? En una mano, aquella nota; en la otra, aquella caja misteriosa. ¿Realmente era una simple entrega, tal y como te habían explicado tu novio y el señor Fukuzawa? Pensándolo fríamente no había motivos para dudar, y mucho menos dudar del señor presidente, un hombre íntegro de pies a cabeza; pero...

El taxista reclamaba tu atención, pues el trayecto había llegado a su fin y era hora de entregarle sus honorarios correspondientes y de continuar con tu tarea. No había nadie en los alrededores. Al fin te encontrabas en medio de la calle de los almacenes. ¿Pero es que aquel maldito funcionario no se iba a dignar a aparecer? ¿Hasta cuándo ibas a estar perdiendo tu valioso tiempo de descanso? Pateaste una pequeña piedra y, de repente, una desagradable sensación en tu cuello estremeció tu cuerpo entero. ¿Aquello era lo que creías que era?

Un metal, frío y puntiagudo, estaba a punto de abrirte la garganta. Sabías perfectamente que el simple hecho de tragar saliva rasgaría tu piel y un fino hilo de sangre comenzaría a brotar al hacer contacto con aquel puñal. No te atreviste a mirar atrás, simplemente aquella persona te obligó a caminar bajo la amenaza de su arma blanca y te arrastró hasta un oscuro almacén cuya puerta estaba entreabierta.

Tu mente pensaba en todas las posibles opciones aceleradamente. Podía ser el agente del gobierno o tal vez alguien que quisiera interceptar la entrega de la caja. ¿Y si ya había estado allí antes el misterioso hombre y lo habían matado? ¿Serías tú la siguiente? ¿Cómo podías escapar? ¿La nota había sido un señuelo? Lo mejor era intentar mantener la calma con frialdad hasta saber qué estaba ocurriendo. Ninguno de los dos habló. No fue hasta que estuvisteis más alejados de la entrada del almacén cuando retiró su puñal de tu cuello, te soltó y te empujó hacia delante. Había otro individuo esperando, estaba agachado en el suelo pero no podías distinguir bien debido a la oscuridad del lugar. ¿Sería el funcionario? ¿Había sido secuestrado?

—Bienvenida, (TN)-san. —Aquella voz...—. ¿Qué la trae por esta zona del puerto? —Tosió.

—¡AKUTAGAWA-KUN! —gritaste sin poder disimular tu asombro.

Cuando al fin tus ojos se acostumbraron a la penumbra, viste al pelinegro ante ti. Aquel gesto con una rodilla en el suelo no era más que su actual forma de saludar cuando se encontraba con Dazai o contigo en algún lugar. Al parecer, el respeto y la lealtad profunda que le profesaba a su antiguo maestro también la había trasladado a ti. Eso no te terminaba de hacer mucha gracia puesto que era el mafioso más letal de la Port Mafia, pero nunca te había tratado mal y tú le correspondías del mismo modo. Al voltearte viste que quien te había arrastrado hasta las profundidades del edificio había sido Gin, su hermana, una asesina realmente sigilosa. ¡Con razón no te enteraste de nada hasta que te había atrapado de lleno! Un suspiro de alivio escapó de tus labios. Solo fue un susto. En el fondo compadeciste a la muchacha, no sabía comportarse de un modo más suave con la gente cuando estaba trabajando como mafiosa.

—¿Este almacén es propiedad de la Port Mafia? —Le preguntaste más calmada. Él te respondió con un "Sí" alto y claro. —Entiendo, y... no habréis visto rondando por aquí a un hombre un tanto extraño, ¿verdad?

—Vaya vaya... yo lo único que veo es a una ratita chismosa que rondaba nuestro territorio y fue atrapada.

Esta vez no reconociste aquella voz socarrona, tampoco sabías de dónde venía. Akutagawa se puso tenso de inmediato, parecía que no esperaba aquella compañía. Miraste a tu alrededor, Gin había desaparecido. Escuchaste con atención, definitivamente había más gente en el almacén. Notaste que en la parte de atrás estaban moviendo contenedores de carga. Probablemente contenían armas de contrabando y alguna que otra sustancia ilegal en cantidades industriales para hacer negocios turbios con otras potencias extranjeras. Una silueta se fue acercando cada vez más, parecía que no le gustaba mucho lo que estaba viendo por lo que dijo a continuación.

Misión en Yokohama | Dazai OsamuDove le storie prendono vita. Scoprilo ora