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Capítulo 28

Salieron del territorio de la manada a paso lento, mientras poco a poco recuperaba el control de su cuerpo, el dolor aún punzaba en su pecho, pero tenía que hacerlo de lado si quería detener a su hermano, era la única que podía interponerse entre él y la muerte de los que amaba.

- ¿Qué haces aquí? – escucha la voz de Duncan vibrar a través de su pecho, abre los ojos para ver a quién se dirige, es Evie, tiene una expresión sombría, todo en ella parece gritar en dolor, podía jurar que sentía la magia de bruja intentado escapar de su pequeño cuerpo.

-Mi deber es protegerla, estamos vinculadas, no puedo dejarla sola, no hasta verla cumplir con su propósito – en su voz no hay rastro de aquella joven vivaz que había conocido.

- ¿A dónde iremos?, fuimos desterrados de la manada. – Debe revolverse entre los brazos del rubio para que la ponga en pie, hace un gran esfuerzo para no tambalearse, toma las manos de la bruja entre las suyas para llamar su atención.

-Debemos ir a casa – Evie asiente, le extiende su capa roja, ¿Cuándo se la había quitado?, se viste con ella sin rechistar, los ojos de la bruja se oscurecen pasando del plateado a un gris oscuro.

-Deben seguirme – es lo último que dice antes de ser envuelta en una espesa nube blanca, desaparece dejando en su lugar al cuervo negro.

Se gira para encontrarse con Duncan, pero hay un lobo de pelaje café que se arrodilla frente a ella, comprende de inmediato la petición, se sube a su lomo con cuidado, y se sujeta con fuerza cuando echa a correr tras el cuervo.

...

Evie vuelve a su forma humana al paso de unas horas, se ha detenido bajo el arco de dos antiguos árboles, siente que algo la reclama desde el otro lado, pero el lobo y la bruja tienen una sensación diferente a la suya.

-No creo que sea seguro, es territorio de rebeldes – Duncan habla a su espalda, el crujir de sus huesos al volver a su forma humana le produjo escalofríos.

-El rastro de la magia proviene de aquí, este es el lugar, estoy segura de eso.

-No hay nada ahí – sus compañeros comienzan a discutir, mientras Ayla estudia con detenimiento la entrada al territorio, un enrome muro hecho con arbustos espinosos y protegido por una poderosa magia, se erige varios metros al norte, la única entrada es por ese arco.

-Debemos pasar – quiere dar un paso al frente pero el rubio la sujeta impidiéndolo.

-Es territorio de rebeldes y salvajes, nos atacaran al poner un pie dentro – sus ojos claros quieren hacerle entender, pero es él quien no comprende lo que sucede, entiende su temor, pero si desea tomar el lugar del falso rey necesita que sus seguidores confíen en ella.

-Es mi manada, Duncan, no van a lastimarlos, debes confiar en mí, por favor – dice con toda la seguridad que puede reunir, le extiende una mano, el rubio lo piensa unos segundos, pero la sigue.

Ella es la primera en cruzar, de pronto todo se siente tan familiar, como si volviera a su hogar, el arco se conecta a un túnel, debe contener las ganas de correr, Duncan aprieta su mano recordándole que va detrás de ella, hay una luz al final que los ciega momentáneamente, al emerger se encuentran a lo lejos con un kiosco, a unos metros una iglesia, alrededor hay varios puestos de comerciantes, así como establecimientos de comida.

Caminan a paso lento apreciando el encanto del lugar, los colores, el delicioso aroma de un puesto de flores, las personas se detienen al verlos pasar, hay todo tipo de seres, reconoce de inmediato a los vampiros, el color de sus ojos los delata, las brujas y hechiceros visten con ropa alegre, atraen cosas volando de un lado a otro, hay pequeños niños humanos jugando con cachorros de lobo, parece un sueño. Todo en el pueblo se detiene al esparcirse la voz de su llegada, se ven rodeados por los habitantes de la manada, algunos hablan entre ellos en voz baja mientras los señalan, otros solo pueden observarlos con grandes ojos de asombro.

AylaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora