Capítulo 14

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—Así que quieres saber más acerca del suicidio... —La mirada de Sophia, una mujer de edad avanzada y cabello rubio cenizo, se tornó suave, y una sonrisa amable asomó a sus labios—. ¿Hay algo en particular que quieras saber? Entre más información compartas, es más probable que podamos ayudarte a hallar lo que necesitas... Algunos de los que están aquí quizá ya hayan pasado por una situación similar a la tuya.

Baltazar lo pensó por unos momentos, y recordó lo que Aris le había dicho.

—Conozco a alguien que ha tenido un intento de suicidio —explicó, bajando la mirada y apretando sus labios en una fina línea recta—, me gustaría saber qué decir o si acaso debo decir algo... Eh, lo que pasa también es que esta persona no sabe que yo sé acerca de lo que pasó, por lo que no tengo idea de cómo sacar el tema.

Sophia ladeó la cabeza.

—¿Esta persona ha vuelto a decaer en conductas suicidas o ha recibido algún tipo de tratamiento? —indagó.

—Eh, no... Quiero decir, no ha ido a ningún sitio para que lo ayuden, si a eso se refiere. Y la verdad es que tengo este presentimiento de que podría volver a tratar de suicidarse... No sabría explicarlo, y la verdad me siento un poco mal, pero sé que su vida es muy difícil, así que entiendo un poco si quisiera volver a intentarlo.

—Deberías llevarla a conseguir ayuda profesional —saltó un hombre de barba espesa y ojeras marcadas en su rostro. Llevaba un bastón en su mano izquierda y sus ojos estaban fruncidos—. Pasé por algo parecido con mi esposa... No es sencillo recuperarse de un intento de suicidio y, por lo general, las personas que ya pensaron una vez que estarían mejor muertos sobrepiensan también ahora en la culpa y el sentimiento de vergüenza... Honestamente, es una de las cosas más difíciles por las que podría pasar alguien. Esta persona nunca podrá salir de ese círculo vicioso por su cuenta; necesita a alguien que pueda guiarla de forma profesional.

—No todos quieren saber de un psicólogo o psiquiatra —intervino una muchacha con un gorro de lana que le cubría la frente, retorciéndose los pulgares y mirando hacia el suelo—, no es fácil sacar el tema... Durante estos últimos años los prejuicios sobre la salud mental han desaparecido un poco; pero no por completo. Incluso me atrevería a decir que en pueblos como este es más frecuente burlarse de quienes buscan ayuda profesional.

—En todo caso —dijo Sophie, mirando hacia Baltazar con una sonrisa—, pregúntale a esta persona si está pensando en el suicidio; tal vez no directamente tomando en cuenta que ella no está al tanto de lo que tú sabes, pero sí planteándole cómo se ha sentido, si se siente sola o piensa en la muerte, etcétera

Baltazar se sorprendió.

—¿Eso estaría bien? —inquirió, recordando que le había preguntado algo así a Cael, mas sin éxito de obtener nada útil—, es solo que... ¿No sería meterle ideas o algo así?

Sophie se rio con suavidad; no con burla, sino como si le conmoviera su inocencia.

—No, cariño —respondió, suspirando con lentitud—, es común pensar que hablar del suicidio con alguien que tiene un comportamiento suicida es como activar una bomba... Sin embargo, no es así. El suicidio no es una palabra que debería causarte miedo. A decir verdad, la mayoría (sino es que todos) los que consideran la muerte como su única salida, quieren sentirse escuchados, y el que hables del tema directo con esta persona que mencionas sería en realidad reconfortante. Si te tiene confianza y entiende a lo que quieres llegar, hablará contigo respecto a lo que siente.

—Y si lo hace... ¿Qué debería hacer luego? —inquirió Baltazar, deseando tener algo en que anotar cada una de sus palabras.

—En el peor de los casos donde te diga (ya sea directamente o no) que está pensando en el suicidio, no la dejes sola... Trata de convencerla de buscar ayuda profesional y, si se niega, vuelve a insistir. Es difícil admitir que tienes un problema, pero un intento de suicidio es el grito más grande de ayuda que puede tener alguien. Ante todo, no trates de resolverlo por ti mismo; no des consejos de los que no estás seguro ni prometas que guardarás lo que te diga como un secreto. —Dibujó una sonrisa amable y juntó sus manos—. No abandones a esta persona, pero tampoco se te ocurra absorber sus problemas. Solo puedes hacerle compañía y aligerar un poco su carga, mas no algo mayor. Asimismo, no debes culparte si la persona no quiere recibir ayuda; recuerda que no depende de ti.

El Otoño de 1999 © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora