Capítulo 7

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Era raro sentirse protector con alguien que, en teoría, debería serlo con él. Le resultaban de lo más extraños los roles que habían adoptado, incluso si Cael era incapaz de saber la ironía que había detrás de eso.

Baltazar sabía que, para su hermano, apenas si se conocían de un día. Sabía que, en su perspectiva y opinión, el que fuera protector sería de lo más pedante y molesto... Era consciente de que Cael no apreciaría que alguien aparentemente mayor que él por dos años le tratara como un niño...

Sí, sabía todo eso, pero al parecer sus impulsos y su cuerpo no lo sabían, a juzgar por la forma en que reaccionó instintivamente aun antes de lograr llegar a una conclusión o reacción adecuada para lo que sucedía.

—¡¿Qué estás haciendo aquí?! —Baltazar no gritaba por enfado, sino porque, de otra forma, no se haría oír en medio de ese escándalo.

Cael no pareció darse de cuenta del tono que inundaba las palabras de Baltazar, puesto que una amplia sonrisa tiró de sus labios y apoyó sus antebrazos sobre la superficie de la barra.

—¡Este es club es genial! —gritó; todavía llevaba las gafas oscuras, lo que le hacía ver completamente fuera de lugar y como si no supiera a qué había venido—, ¡de haberlo sabido, habría venido antes! ¡Qué bueno que te dieron el puesto y ahora tengo una excusa para venir!

—¡Pero este club solo es para mayores de edad! —recalcó Baltazar. La verdad era que le había sorprendido que le contrataran tras su mentira de tener diecisiete—, ¡no puedes estar aquí!

Su hermano ladeó la cabeza, como tratando de discernir si lo decía en serio o no. La sonrisa se le desvaneció un poco cuando pareció caer en la cuenta de que estaba yendo muy en serio con esa riña, y se ofuscó un poco.

—¡¿De qué hablas?! ¡Lo de la mayoría de edad solo es una formalidad, dejan entrar a cualquiera con una identificación falsa! —se defendió con cierto toque de burla y molestia—, ¡y vamos, no me digas ahora que no vas a darme nada por el mismo cuento!

Baltazar parpadeó varias veces. ¿Es que acaso ahora quería que le diera alguna bebida alcohólica?, ¿pues qué se había creído su hermano? Había leído en algún lado de internet que las bebidas alcohólicas y las adicciones podían conducir a la depresión y ansiedad, aunque, por otro lado, muchos que se metían en tales asuntos era a causa de trastornos y problemas similares. ¿Y si el caso de Cael era uno de esos?

La idea lo alteró y lo puso ansioso, y meneó la cabeza en negación.

—¡Bebe agua, si quieres! —espetó con algo de frialdad, más de la que pretendía soltar—, ¡yo no voy a darte nada de lo que está aquí!

Cael de nuevo tuvo problemas para entender que lo decía de forma real, y luego le sacó el dedo de en medio mientras gritaba:

—¡Pues bien! ¡Jodete!

Y dicho esto, dio media vuelta y se internó en la multitud de jóvenes y personas que bailaba al son de la alocada y fuerte música, que empezaba a ser lo suficientemente dolorosa como para causarle una jaqueca a Baltazar. Sintió una punzada de culpa al recordar la mirada de enfado y odio que le había dirigido Cael... Sin embargo, ¿qué podía hacer? La sola idea de contribuir a una adicción o algo parecido le parecía detestable, y no era algo que pensaba en lo absoluto hacer. No obstante, también sabía que lo ideal para acercarse a Cael no era hacer que le odiara desde un inicio.

Pasó una mano por su cabello y maldijo entre dientes, enfadado por la personalidad desconocida de su hermano ante él. Aunque tenía sentido... A los siete años no tenía manera de averiguar ese estilo de vida en Cael.

Siguió murmurando y quejándose entre dientes a la par que continuaba sirviendo bebidas a una buena cantidad de desconocidos. Rostros que olvidaba casi al instante luego de entregar su pedido; miradas desinteresadas e indiferentes. Baltazar había jurado en algún punto de su vida que jamás iba a trabajar en un empleo de servicio al cliente por su carencia de habilidades sociales... Y ahora estaba ahí, lidiando con la música de un club, atendiendo a un montón de gente de su edad y cuestionando con seriedad el sitio al que había ido a parar.

El Otoño de 1999 © [EN PROCESO]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu