Al mismo tiempo en el que pasaba su lengua en círculos por encima; sumergía uno de sus dedos dentro de mí, sabía perfectamente que no era suficiente, que le pediría más, y por eso lo hacía, porque le encantaba escucharme entre gemidos como le pedía que sumergiera ambos dedos.

—Vamos, mételos ambos —le dije al fin —el sonrío.

Los metió y sacó incontables veces hasta levantarse y despojarse de cada prenda que llevaba encima.

Luego se acostó y yo me fui directo a su miembro, tomó mi cabello suelto y formó una coleta con sus manos, lo hizo entrar en mi boca, con mi mano izquierda apoyé la última parte e hice un par de lamidas, luego lo hice entrar y salir un par de veces.

Cuando ya no pude aguantar más las ganas de sentirlo dentro me senté sobre él, de a poco lo metió y apretó mi trasero con fuerza, hice algunos movimientos hasta que él llegó a ese momento el que es tan malditamente dominante que me vuelvo a su merced.

Con una mano agarró mi cintura y con la otra mi cabello, lo introdujo con fuerza, lo sacaba solo por un segundo porque literalmente no paraba de sentirlo dentro, lo hacía con brusquedad, tanto que llegaba a sentir ardor por el rose casi inmediato que producía el no parar.

Mi mente me decía que parara, pero el placer me hacía decir otra cosa.

—Házmelo impetuoso, mételo todo y hazlo fuerte, hazme gritar de placer —fue lo que dije entre gemidos fuertes.

Lo animé. —te haré pedirme mucho más —dijo colocándome de espaldas y flexionando mis piernas para que pudiera recostar mi cabeza en la cama.

Cogió mis brazos y los sostuvo en mi espalda y entonces sentí como lo embutió sin piedad, era inexplicablemente satisfactorio.

Lo hizo hasta que mis piernas pedían a gritos descansar, si sacarlo nos acostamos de lado, y prosiguió. Acariciaba mis pechos para excitarme más mientas lo metía sin parar dentro de mí, gemí tan duro que lo hizo suave por un momento, me besó.

—¿Lo saco o lo hago hasta venirme? —preguntó junto a un gemido lisonjero.

—¿Acaso he pedido que pares? —dije extasiada —simplemente lo disfruto.

Lo hizo hasta correrse, y entonces descansamos un poco.

Estábamos aún acostados, abrazados, disfrutando de la compañía que nos dábamos el uno al otro, podía sentir su piel desnuda dándome calor por debajo de las cobijas

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Estábamos aún acostados, abrazados, disfrutando de la compañía que nos dábamos el uno al otro, podía sentir su piel desnuda dándome calor por debajo de las cobijas.

Cuando volví en mí decidí contarle lo que había sucedido hace poco en casa, no tenía sentido ocultárselo.

—Parece que nos iremos a Francia —solté.

—Oh, si, las vacaciones de verano están cerca —me miró —no quiero que te vayas tanto tiempo.

—No —me quedé en silencio —nos mudaremos —dije.

El brillo de sus ojos se apagó en ese instante, pude notar como su expresión cambió bruscamente.

—¿No hay más opciones? —cuestionó insistente.

—Las habitaciones de la universidad están llenas, no puedo pagar un apartamento yo sola —suspiré —además nunca he estado lejos de mi familia.

—Puedo pagarte un apartamento, o mejor, puedes vivir aquí conmigo —tomó mis mano —solo dime que hacer, puedo conseguir lo que quieras, pero por favor, no te vayas Romina.

Otra vez mis estúpidas lagrimas no pudieron contenerse y empezaron a salir sin poder controlarlas.

—Yo tampoco quiero irme, pero no creo que pueda hacer algo —dije entre sollozos.

—¿Por qué ahora? ¿por qué se tienen que ir? —preguntó alterado.

—Yo nací allá, nos mudamos a España cuando era una niña, mi padre es joyero, tiene clientes en todo el mundo, sus joyas son extremadamente únicas, así que tiene que viajar constantemente para tallarlas a medida, tenía un proyecto muy importante aquí, así que viajamos, pero mi madre quiso quedarse, de igual forma él siempre estaba viajando —tomé su rostro —parece que por fin podrá trabajar en una joyería donde los clientes vienen a él, y justamente está en Francia.

Éric pasaba sus manos por su cabello, hace eso cada vez que está estresado, lo he podido notar.

—Bien, puedo ir a Francia cada vez que pueda —soltó.

—¿Acaso tienes una aerolínea? —pregunté bromeando.

—No, pero tengo un Jet privado, es parecido, ¿no? —dijo serio.

—¿Estás bromeando verdad? —lo miré desconcertada.

—Romi, digamos que mi familia... tiene un poco de dinero —sonrió.

De verdad creía que estaba bromeando, pero después de recapitular, un sueldo de docente no le daría para comprar apartamento, varios carros, y mucho menos para vestir con ropa tan costosa como la que el usa.

—Un momento, ¿cuánto costó la esfera que me regalaste? —pregunté ya sentada.

Me miró un poco confundido y luego respondió: — 3000€

—¡¿Qué?! —exclamé.

—¿Qué tiene? —preguntó asustado —¿no es suficiente?.

—Con ese dinero pude haber pagado un semestre de la universidad —dije anonada.

—Puedo pagarte la universidad, no tengo problema —sonrío y me abrazó.

«¿Con quién diablos me he estado acostado?» 

El poder de tus besosWhere stories live. Discover now