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Agust se quedó pensativo un rato, y cerró la puerta del vehículo. Me miró a través del vidrio, y me hizo un gesto de despedida. Yo le correspondí con una sonrisa. Los guardias arrancaron la camioneta, rumbo a mi casa. Me puse de nuevo los audífonos, y puse música para el pequeño viaje.

Envidiaba a mis hermanos, que ya tenían coche propio, y podían ir y venir a su gusto. Yo todavía no tenía el mío, y dependía de los guardias para trasladarme. Estaba ahorrando dinero para comprarme uno, pero no era fácil. Mis padres nos daban una paga muy escasa, y yo tenía que guardar cada centavo. Además, tenía que trabajar en secreto, haciendo deberes y proyectos para otros estudiantes, a cambio de una remuneración. Era algo que mis padres no sabían, ni debían saber. Ellos pensaban que yo era una estudiante ejemplar, que solo se dedicaba a estudiar.

Atravesamos las calles de New York hasta que llegamos a mi casa, como siempre los guardias de seguridad de la puerta nos dejaron pasar, estacionaron el coche, bajé de él y caminé hacia los pequeños escalones que conducían a la puerta de la entrada de mi casa, introduje el código y entré, inmediatamente la puerta se cerró sola activando de nuevo el código.

– Ya llegué mamá y papá – dije en voz alta, ya que no se oía ruido en la casa.

Miré el reloj de mi celular 3:20 p.m, a esta hora ya las personas que nos ayudan a limpiar debían haber terminado su trabajo y estarían preparándose para irse. Sin embargo, algo era diferente hoy; el silencio era inusual. La casa, normalmente estaba llena de actividad, pero hoy estaba quieta, como si estuviera esperando algo… o a alguien.

Caminé por el salón observando las fotografías familiares que decoraban las paredes, cada una contando una historia de los momentos felices que habíamos compartido. Al llegar a las escaleras que dan al segundo piso, noté que no había nada de música y todas las puertas estaban cerradas, lo que hacía que los pasillos dieran una atmósfera lúgubre.

– ¿Mamá? ¿Papá? – llamé de nuevo, esperando alguna respuesta.

Nada. Ni un sonido.

Abrí la puerta de mi habitación con un suspiro y la cerré detrás de mí, dejando caer la mochila al lado de la puerta. Me sentía agotada después de un largo día de clases y ser rechazada en el equipo de fútbol americano. Caminé con pasos lentos hacia mi cama, que me esperaba con sus sábanas blancas y suaves. Me acosté boca arriba, sintiendo el alivio de apoyar mi cabeza en la almohada. Miré el techo, buscando algún rastro de vida en la casa. No se oía nada, solo el sonido de la ciudad de New York

Saqué mi celular del bolsillo y mandé un mensaje al grupo donde estaban mis hermanos y mis padres.

– ''¿Dónde están?" – pregunté, esperando alguna respuesta.

– "Nosotros nos quedamos en la universidad para unas prácticas" – respondió Ian.

– "¿Y mamá y papá?" – insistí, extrañado de que no hubiera nadie en casa.

– "¿No están en casa?" – se sorprendió Ian.

– Si estuvieran aquí, no hubiera mandado mensaje – repliqué un poco molesta

Nadie más contestó. Supuse que estarían ocupados o fuera de casa. Me encogí de hombros y guardé el celular. No me importaba mucho, la verdad. Estaba tan cansada que solo quería dormir un rato.

– Mis ojos arden, solo los cerraré por 5 minutos – me dije a mí misma, acomodándome en la cama y cerrando los ojos.

No me di cuenta de que me quedé profundamente dormida. Soñé con cosas extrañas, sin sentido. Pero después de un largo tiempo desperté de golpe, sobresaltada. ¿Qué hora era? ¿Cuánto tiempo había dormido?

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⏰ Última actualización: Apr 28 ⏰

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