Capítulo 10 · Torbellino Interdimensional

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· La primera escena está escrita por Caronte. Correcciones por SombrayLuz ·

Madrid, mediados de marzo. Un día de diario como otro cualquiera en la capital, con sus calles abarrotadas y su sofocante tráfico. El cielo se encontraba despejado a pesar de las bajas temperaturas, y los cálidos rayos de sol invernal invitaban a los transeúntes a pasear en lugar de usar el metro para desplazarse.

En pleno centro de la ciudad, en el Círculo de Bellas Artes, se celebraba la Cumbre de los Pueblos Latinoamericanos; un evento que acogía a representantes de diversas asociaciones políticas y culturales tanto de España como de Latinoamérica. Se trataba de un encuentro de gran impacto social retransmitido por multitud de medios de comunicación.

En las inmediaciones del edificio, multitud de comensales de prensa esperaban la oportunidad para entrevistar a los participantes, atrayendo las miradas de las personas que pasaban por allí y formaban aglomeraciones y tumultos que colapsaban la ya congestionada avenida.

Súbitamente, el cielo adquirió una tonalidad grisácea a pesar de no haber nubes en el horizonte. El ambiente se notaba cargado, como en los momentos antes de estallar una tormenta eléctrica. Una sensación de inquietud y angustia estremeció a los viandantes, que detenían su paseo para buscar el origen del repentino cambio en el cielo de mediodía. Un destello cegador y un poderoso estruendo dieron paso a un vórtice, de oscuridad aterradora, que se abrió sobre la fuente de Cibeles1, situada en el centro de la gran avenida. Del interior de aquel portal emergió una figura que a muchos resultó familiar, y cuyo recuerdo desató el pavor entre las calles: Boltboutamon.

El temible corsario parecía sorprendido de haber aparecido en aquel lugar, aunque su expresión se tornó rápidamente en una mueca de asco y desagrado. Habían pasado meses desde su primera visita a ese mundo.

Tras unos instantes de estupor, la gente comenzó a reaccionar. Mientras que la mayoría iniciaba una huida desesperada para alejarse lo máximo posible de aquel terrorífico ser, un número reducido de insensatos decidieron grabar el momento con sus teléfonos móviles para retransmitirlo en sus redes sociales. La prensa, movida por su avidez y morbosidad, también permaneció en las inmediaciones para documentar en directo lo que estaba ocurriendo.

—Pérfidas criaturas. Vuestra mera existencia me produce repulsión. —A pesar de ocultar su rostro bajo una máscara dorada, el brillo de sus ojos rezumaba odio y arrogancia, algo que incluso las cámaras lograron captar—. Que el destino de este mundo sea el mismo que ella desató en el nuestro: caos.

Con un rápido movimiento, desenfundó sus armas y apuntó directamente a la fuente que se encontraba bajo sus pies, disparando una ráfaga de proyectiles que pulverizó la estatua de la diosa en cuestión de segundos hasta sus cimientos. El estruendo provocó una estampida humana semejante a la de las manadas de animales en la sabana africana al intentar escapar de sus depredadores. La confusión, el terror y la destrucción que se desataron dibujaron en la faz de Boltboutamon una sonrisa maquiavélica que se fundió con el vórtice hasta que le hizo desaparecer con un fogonazo que generó una invisible pero potente onda expansiva.

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Un silencio sepulcral se apoderó de toda la habitación. Los vídeos de Twitter, extractos de lo sucedido, no eran nada comparados con los reportajes emitidos por todas las cadenas de televisión. La programación habitual se había visto interrumpida para dar paso a múltiples directos especiales y directos que hablaban del nuevo atentado contra la humanidad.

Esnou y Teddy miraban atónitos el televisor con el rostro desencajado y lágrimas el los ojos. Habían quitado el volumen para evitar escuchar el llanto de los supervivientes, los gritos de dolor. Sus lamentos les oprimían el corazón y les dejaban sin respiración. La fortuna, según las primeras estimaciones, enumeraba en dos el número de fallecidos. No obstante la cifra de heridos por la metralla despedida, caídas y accidentes de tráfico no dejaba de aumentar.

Digimon: ArkadiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora