Capítulo 16

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Las palabras resonaron en el aire, creando una realidad inexorable que no podía ignorar. En medio de la tensión y la resistencia, una verdad emergía: estábamos atrapados en un juego donde las líneas del enemigo y el amante se entrelazaban peligrosamente.

Alessandro se acercó aún más, su mirada penetrante sosteniendo la mía con un desafío silencioso. A pesar de mi determinación de resistir, algo en su presencia imponente hacía que mi corazón latiera con fuerza.

—Quizás subestimé tu capacidad para enfrentar lo desconocido, Olivia. —Su voz era suave, pero contenía un matiz de burla—. Pero ahora que estamos en este juego juntos, deberías aprender las reglas.

Lo miré con furia contenida, pero en sus ojos ámbar encontré una chispa desafiante que me intrigaba.

—No te necesito para nada, Alessandro. Puedo cuidarme sola.

Una risa burlona escapó de sus labios, resonando en la habitación.

—Eso es lo que dices ahora. Pero pronto descubrirás que en este mundo, la supervivencia no es solo cuestión de fuerza física, sino de astucia y lealtades bien elegidas.

Cada palabra suya aumentaba mi frustración, pero también despertaba una curiosidad que no podía negar.

—No entiendo por qué me involucraste en todo esto. ¿Qué ganas con esto?

Alessandro se acercó, su aliento rozando mi rostro mientras sus ojos se mantenían firmes en los míos.

—Gano una aliada. Y tú, querida Olivia, ganas una oportunidad de sobrevivir en este mundo despiadado.

La contradicción entre sus palabras y su actitud me desconcertaba. Odiaba admitirlo, pero a medida que avanzábamos en este diálogo tenso, una extraña atracción se tejía entre nosotros. Era un juego peligroso, uno del que no podía escapar fácilmente.

—No sé qué juego estás jugando, pero no pienso ser tu marioneta. —Mi voz temblaba, pero esta vez no solo por la furia, sino por una mezcla compleja de emociones.

Alessandro sonrió, como si hubiera esperado esas palabras.

—Veremos cuánto tiempo puedes resistir antes de que te des cuenta de que, en este juego, todos somos marionetas, querida Olivia. La diferencia está en quién tira de los hilos.

La tensión en la habitación era palpable, y mientras nuestras miradas chocaban, entendí que este juego estaba lejos de haber alcanzado su desenlace. En medio de la incertidumbre y la complicidad forzada, algo inesperado comenzaba a florecer, una conexión que, aunque disfrazada de enemistad, parecía tener la capacidad de cambiarlo todo.

Con la partida de Alessandro, la habitación quedó envuelta en un silencio tenso. Me senté en el borde de la cama. La tranquila soledad de la habitación fue interrumpida por un suave golpeteo en la puerta. Al acercarme, una criada entró con una reverencia rápida.

"Señorita Olivia, la ceremonia está a punto de comenzar. Debe bajar de inmediato", anunció con una voz suave, pero con una expresión que dejaba claro que no había espacio para demoras.

Respiré profundamente, sintiendo el peso de la situación descansar sobre mis hombros. La perspectiva de enfrentarme a una boda forzada, rodeada de personas que apenas conocía, me llenaba de ansiedad. Sin embargo, sabía que, por ahora, no tenía otra opción más que seguir adelante.

Asentí en silencio, agradecí a la criada con una leve sonrisa y me dirigí hacia la puerta para enfrentar el destino que me aguardaba en el piso inferior de la imponente mansión Lombardi.

Descendí las escaleras con una mezcla de nerviosismo y resignación. La mansión Lombardi parecía haber cobrado vida con la actividad de los sirvientes que preparaban los últimos detalles para la ceremonia. A medida que avanzaba hacia la gran sala donde tendría lugar la boda, mis ojos se encontraron con la majestuosidad de la decoración y las luces tenues que creaban una atmósfera íntima.

Cuando alcancé la entrada de la sala, me detuve un momento para observar el escenario que se desplegaba frente a mí. Un mar de invitados elegantemente vestidos ocupaba los asientos, sus miradas expectantes enfocadas en la futura unión. Mi corazón latía con fuerza, pero mi determinación se mantenía firme.

Helena Lombardi, con un vestido de color rojo vino, se erigía como la matriarca de esta ceremonia. A su lado, Alessandro, con una elegancia indiscutible, proyectaba una presencia que no podía ignorarse. La luz de los candelabros resaltaba sus ojos ámbar, pero no dejaba entrever la tormenta oculta tras ellos.

Caminé hacia el altar improvisado, donde me esperaba un destino que nunca había elegido. La música llenaba el aire, creando una melodía que, irónicamente, contrastaba con la turbulencia en mi interior. Aunque mi mente gritaba por la libertad, mi apariencia reflejaba una serenidad fingida.

Alessandro me miró, y por un instante, nuestros ojos se encontraron. En ese breve intercambio de miradas, capté un destello de algo más profundo en su interior, algo que iba más allá de la fachada de un heredero mafioso. Era un matiz de vulnerabilidad que desafiaba la imagen del hombre sin corazón que intentaba proyectar.

La ceremonia avanzaba, pero mi mente divagaba. A pesar de las circunstancias adversas, no podía ignorar la complejidad que yacía en los ojos de Alessandro. Un enigma de emociones sin resolver que comenzaba a despertar una curiosidad que no esperaba.

En medio de las promesas forzadas y las miradas que se cruzaban, una conexión, efímera pero innegable, se tejía entre nosotros. ¿Sería esta boda un acto de sometimiento o un inicio imprevisto de algo más profundo? La incertidumbre flotaba en el aire, y la trama de nuestras vidas se entrelazaba en una danza complicada que dejaba a los lectores ansiosos por descubrir qué depara el futuro para Olivia y Alessandro Lombardi.

La ceremonia continuaba con una coreografía meticulosamente orquestada. Mientras los votos resonaban en la sala, mi mente divagaba entre el encanto superficial de la boda y la encrucijada que se extendía ante mí. Los invitados, ajenos a mi dilema interno, observaban con expectación, y Alessandro permanecía impasible, su expresión difícil de descifrar.

El oficiante, con un gesto ceremonial, pronunció las palabras que resonarían en mi memoria por siempre: "¿Alessandro Lombardi, aceptas a Olivia como tu legítima esposa, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?"

Alessandro, con su característica serenidad, asintió con la cabeza y respondió con un "Sì" firme y decidido. Fue en ese momento que nuestros ojos se encontraron, y aunque sus palabras indicaban conformidad, sus ojos revelaron un matiz de incertidumbre. Me pregunté si acaso él también se sentía atrapado en esta trama de la que ninguno de los dos podía escapar.

Luego, la atención se centró en mí. "¿Olivia, aceptas a Alessandro Lombardi como tu legítimo esposo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?"

Mis labios pronunciaron el "Sí" de manera automática, como si estuviera siguiendo un guion preestablecido. Sin embargo, mientras miraba a Alessandro, una sensación desconcertante se apoderó de mí. Un presentimiento de que este matrimonio forzado estaba destinado a ser mucho más complicado de lo que jamás habría imaginado.

Al sellar el compromiso con el anillo supe que mi vida había dado un giro irrevocable. Las palabras pronunciadas podían haber sido forzadas, pero el destino que se desplegaba era inescapable. Mientras la audiencia aplaudía, mi mente resonaba con la paradoja de esta unión, una combinación de resistencia y aceptación.

Alessandro, en su traje impecable, se volvió hacia mí. En ese instante, sus labios rozaron mi oído, y su susurro resonó con una intensidad inesperada. "La farsa acaba de comenzar, principessa", murmuró. Una frase cargada de significado, un indicio de que detrás de la fachada de un matrimonio impuesto, se escondían secretos y complicidades por descubrir.

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