Capítulo 2

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Mis labios temblaban mientras pronunciaba una respuesta que cambiaría mi destino.

—Viviré... me casaré contigo. Por favor, solo déjame vivir —susurré entre sollozos, sintiendo la gravedad de mis propias palabras.

Alessandro apartó la pistola, aunque su mirada intensa seguía clavada en la mía. El silencio se prolongó, y la noche pareció sostener su aliento mientras él sopesaba mi elección.

—Entonces, serás mía, Olivia —dijo finalmente, con una sonrisa sutil que desafiaba la gravedad de la situación.

Me sentí atrapada en un pacto con el diablo, pero la alternativa era demasiado espantosa para contemplarla. A medida que aceptaba mi destino, Alessandro retiró la pistola y, en cambio, acarició suavemente mi mejilla con el dorso de su mano.

—Tu vida ha cambiado, Olivia. No olvides que esto es para protegerte, y puede que algún día lo entiendas —susurró, su aliento cálido rozando mi oído.

El peso de sus palabras se hundió en mi corazón mientras me llevaba de regreso al coche. Mis lágrimas continuaban fluyendo, pero ahora eran lágrimas de resignación y miedo.

El viaje de regreso transcurrió en un silencio pesado, interrumpido solo por el eco de mis sollozos ahogados. Mientras el coche se adentraba en la oscuridad de la noche, me pregunté cómo sería mi vida ahora que estaba atada a un hombre como Alessandro.

Al llegar a algún lugar que parecía la salida del bosque, Alessandro se detuvo.

Entre sollozos, asentí, aceptando la pesada carga de su elección. En lugar de la pistola, Alessandro me entregó un papel y me indicó que lo usara para secar mis lágrimas.

—No soporto las lágrimas, Olivia. A partir de ahora, usa eso en lugar de llorar —dijo, su voz autoritaria.

Mientras intentaba controlar mis sollozos, él se sentó al volante, y me indicó que ocupara el asiento del copiloto. En el silencio del coche, el papel absorbía mis lágrimas mientras la oscuridad de la noche nos envolvía. Aunque la situación era extraña y aterradora, un extraño diálogo entre Alessandro y yo comenzó a tejerse, fusionando miedo, incertidumbre y una conexión inesperada.

Mientras el coche se adentraba en la noche, los sollozos cesaron gradualmente, pero el nerviosismo seguía palpable en el aire. Observé a Alessandro mientras conducía, sus ojos ámbar reflejando la luz de la luna filtrada por los árboles y rompió el silencio.

—¿Por qué estabas en ese lugar, Olivia? —preguntó, su voz más suave pero aún llena de autoridad.

—Solo me había perdido. No sé cómo terminé en ese bosque —respondí, aún sosteniendo el papel que él me había dado.

Alessandro asintió como si mi explicación fuera irrelevante. La conversación se volvió más ligera cuando cambiamos la dirección hacia temas más triviales. Me preguntó sobre mi vida, mis sueños, y aunque la tensión persistía, comenzamos a encontrar una extraña conexión en medio de la confusión.

Finalmente, el coche se detuvo frente a una impresionante villa. Las luces suaves destacaban la elegancia del lugar. Alessandro se volvió hacia mí, sus ojos ámbar brillando en la oscuridad.

—Bienvenida a tu futura casa, señora Lombardi —anunció en italiano con una sonrisa enigmática.

Mis ojos se abrieron con sorpresa. ¿Lombardi? Mi mente daba vueltas mientras procesaba las palabras de Alessandro. La realidad se había transformado completamente, y ahora me enfrentaba a un destino que no habría imaginado ni en mis peores pesadillas. La lujosa villa parecía esconder más secretos de los que yo estaba preparada para descubrir.

Las puertas de la villa se abrieron ante nosotros, revelando un interior lujoso y suntuoso. Mientras Alessandro caminaba con confianza hacia la entrada, me quedé parada por un momento, asimilando la realidad surrealista de la situación. Era como entrar en un mundo diferente, gobernado por reglas que aún desconocía.

Alessandro se volvió hacia mí con una mirada penetrante, y su sonrisa desafiante parecía jugar con el misterio que envolvía su figura.

—¿Preparada para tu nuevo hogar, Olivia? —preguntó con un tono que dejaba entrever un matiz de provocación.

Asentí con cautela, sin saber qué esperar realmente. Al entrar en la villa, mis ojos se posaron en cada rincón lujoso, pero también observé las sombras que parecían danzar en los bordes de la opulencia.

Alessandro lideraba el camino con una confianza que dejaba en claro que conocía cada rincón de aquel lugar. Me llevó a una sala elegantemente decorada y me indicó que tomara asiento en uno de los sofás.

—Olivia, eres una sorpresa. ¿Cómo alguien perdida termina en el medio de mi mundo? —comentó, su mirada evaluadora recorriendo mi figura.

—No lo sé. La vida tiene formas extrañas de llevarnos a lugares inesperados —respondí, intentando mantener la calma a pesar de la inquietud que burbujeaba en mi interior.

Alessandro se sentó frente a mí, la intensidad de su mirada sin disminuir. Había algo en su presencia que sugería un peligro latente, pero también una atracción imposible de ignorar.

—Eres un enigma, Olivia. Una turista con más coraje del que aparenta. Me intriga —comentó, su tono ronco resonando en la habitación.

Las puertas de la villa se abrieron majestuosamente, revelando un interior que respiraba elegancia y misterio. Alessandro avanzó con la indiferencia que solo un heredero de la mafia italiana podría proyectar, y mis lágrimas continuaron fluyendo mientras lo seguía a regañadientes.

—¿Preparada para tu nuevo "hogar", Olivia? —murmuró Alessandro con desinterés evidente, su sonrisa desafiante acentuando la frialdad en sus ojos.

Asentí, aunque la idea de este "nuevo hogar" no hacía más que aumentar mi desasosiego. Mientras caminábamos por los pasillos suntuosos, sentí una irresistible necesidad de escapar de este escenario surrealista.

—No me quedaré aquí. Esto no es lo que quiero —dije con determinación, ignorando la intensidad de su mirada.

Alessandro, aparentemente indiferente a mi resistencia, me instó a sentarme en una sala ricamente decorada. Sin embargo, decidí que no iba a ser una prisionera complaciente.

—Voy a salir de aquí. No puedes obligarme a quedarme —declaré, levantándome y dirigiéndome hacia la puerta.

Pero antes de que pudiera dar un solo paso, Alessandro sacó su teléfono y marcó un número. En cuestión de segundos, dos guardias musculosos aparecieron en la puerta, bloqueando mi salida.

—No subestimes las reglas de este mundo, Olivia —dijo Alessandro con una calma inquebrantable.

La situación me superaba, pero la rabia y la desesperación ardían dentro de mí. 

—No soy parte de tu mundo. No me quedaré aquí en contra de mi voluntad —afirmé, mis lágrimas mezclándose con la frustración.

Alessandro, sin mostrar signos de ceder, continuó con sus respuestas lacónicas y desinteresadas, una táctica que, paradójicamente, solo intensificaba mi deseo de desentrañar el enigma que era él.

En ese momento, una presencia imponente interrumpió la tensión. El patriarca de la familia Lombardi hizo su entrada, y la habitación se cargó con una atmósfera pesada. Observé al anciano, cuyos ojos, a pesar de la edad, destilaban autoridad y un conocimiento profundo de los secretos ocultos de la familia.

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