6. Índigo

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Cuando encontramos a Bam nuestra familia estuvo completa.

La casa cada ve más se escuchaba con más felicidad. Sonreímos mucho más y cada vez eran más frecuentes nuestras carcajadas.

Bam era como un niño chiquito y no cambió cuando se volvió en un perro adulto.

Le gustaba jugar en los parques, atrapar la pelota y ser acariciado por cuánta persona se le acercaba.

Pero definitivamente su favorito eran los días de playa.

Le encantaba jugar en la arena, tocar el agua fría y atrapar las ramas que le lanzabamos.

Su inocencia era todo un espectáculo que Jimin y yo amábamos ver.

Lo malo era cuando debíamos volver a casa y nuestro hijo se volvía en un adolescente rebelde en el momento que debíamos subir al auto.

Incluso Jimin se transformaba en un autoritario para persuadir al perro de que se subiera de inmediato.

Pero aún así seguíamos llevándolo al mar.

Pronto se acercaba nuestro aniversario, y por mucho que amaramos a nuestro hijo de cuatro patas, yo deseaba estar a solas con mi novio.

Y nuestra cita fue en el mar de Busan.

Bam se quedaría con Seokjin un par de días, hasta que volviéramos a casa.

– Nos va a odiar si se entera que vinimos, Jungkook. – dice Jimin, riéndose y recordando la vez que nos fuimos y no lo llevamos.

Bueno, podríamos resolver eso luego.

Paseamos por muchos lugares de la ciudad que nos vio nacer, disfrutamos de la comida y aprovechamos para ir a casa de sus abuelos.

Sin embargo la experiencia en esta última no fue la mejor. Se negaron a aceptar nuestra relación, diciendo que era anti natural que dos hombres estuvieran juntos.

Mientras más avanzaba la conversación, peor se ponía el ambiente y esto era lo último que quería que Jimin pasara.

En unas cuantas horas debíamos volver, y quería que las cosas fueran mejor, así que desvíe el camino a la playa.

Aún faltaban para la puesta del sol así caminamos por la arena con las manos entrelazadas.

– Te amo, Jimin.

– Te amo, Jun.

Nos quedamos de pie, abrazados el uno al otro mientras veíamos el alba.

Y creo que jamás había estado tan asustado hasta que Jimin habló.

– Creo que hay eclipse, ¿Verdad Jun?

Sentí el corazón latir con tanta fuerza y las ganas de llorar no se iban.

No había eclipse, de hecho podíamos ver perfectamente al sol.

Y yo sabía que eso significaba una cosa.

– Creo que debía irnos, Jimin. Hay otro lugar donde quiero ir antes de volver a casa.

Es aceptó y tomó mi mano para dirigirnos hacia el auto.

Tuve muy poco tiempo para escribirle a Namjoon, su médico, y una vez enviado el mensaje, tomé camino hacia el único lugar en el mundo que ambos odiamos.

El hospital.

Pedía en silencio a mis padres que me ayudarán, porque Jimin era todo lo que tenía y no podían quitarmelo a él también.

Sin embargo, mis pensamientos, la alta velocidad y mis lágrimas no me dejaron ver el auto que se acercaba a nosotros.

Sabía que era demasiado tarde para reaccionar, así que solo me aventé a Jimin para tratar de cubrirlo de lo que sea que pudiera pasar.

Porque nada ni nadie me lo quitaría, ni siquiera un loco en la autopista.

Ni siquiera yo.

Ni siquiera esa maldita enfermedad que pensaba que estaba ganando la batalla.

Jimin es un ángel, pero ni de chiste está listo para abrir sus alas y volar.

Dos.

Rainbow - KookminWo Geschichten leben. Entdecke jetzt