Capítulo 8

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No sé por cuánto tiempo duermo, pero me ha dejado como nueva, este colchón es muy cómodo, nada tiene que ver con el que tengo justo al otro lado de la calle en la ventana de enfrente, aunque tampoco lo puedo comparar con el que tenía en mi casa de...

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No sé por cuánto tiempo duermo, pero me ha dejado como nueva, este colchón es muy cómodo, nada tiene que ver con el que tengo justo al otro lado de la calle en la ventana de enfrente, aunque tampoco lo puedo comparar con el que tenía en mi casa del distrito 1.

Ayer decidimos que vendría a vivir aquí a esta casa con ellos, pero no estoy del todo convencida de ello, en algún momento mi padre se preguntará en donde me estoy quedando y tampoco sería bueno que ande preguntando donde duerme su hija por las noches, por lo que algo tenemos que hacer respecto a eso.

No sé muy bien cómo actuar ahora que se supone que tengo que pasar aquí todo el tiempo libre que tengo. Nunca he convivido con alguien en un espacio tan reducido, espero que para cuando llegue el final de la semana no me hayan echado a patadas ellos mismos.

Salgo de la habitación y Rick está en el sofá con la caja que traje ayer con el dinero encima de la mesa de centro, no me acordaba de ella para nada, asique supongo que la debió de coger él cuándo me entró a su casa, me acerco y me quedo de pie al lado del sofá mirándola.

—La caja —suspiro—. La maldita caja, no me acordaba de ella —aprieto los puños de rabia.

—Se cayó al suelo al levantarte, yo la cogí y la guardé —me explica.

—Gracias —le contesto mientras me siento a su lado en el sofá.

—¿Fue por esto por lo que tú padre te pegó? —dice mientras se le tensa la mandíbula.

—Sí. Esa es la caja por la que forcejeamos.

Sus ojos miran por un momento el golpe, el cual por cierto está muy hinchado, me duele hasta cuando sonrío y gracias a estas niñas es algo que he hecho mucho las últimas horas.

—Dijiste que el buscaba tu collar, ese collar... ¿fue el mismo que querían quitarte los que te atacaron?

—Si —asiento con la cabeza.

—¿Tan valioso es? —cuestiona levantando una ceja.

—No sabría decirte —me encojo de hombros porque es la verdad, nunca me preocupe por su precio—. Valor económico tiene si no, no entiendo como mi padre ha intentado quitármelo es la única razón por la que lo haría, por venderlo. Pero también tiene un gran valor sentimental, claro que solo para mí, era de mi madre y ella me lo dio al cumplir los doce años, desde entonces siempre lo he llevado conmigo.

—¿Entonces no lo has perdido? —sonríe de medio lado.

—Claro que no, aunque no lo tenga a la vista siempre lo llevo conmigo.

Nos quedamos en silencio unos minutos no sé porque me cuesta tan poco desconfiar de él.

Físicamente puede llegar a dar un poco de miedo, o bueno más bien de respeto, por lo alto e imponente que se ve, pero cuando lo conoces no es más que una fachada, una que solo se pone cuando tiene que salir a la calle, dentro de estas cuatro paredes todo eso desaparece.

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