1 - El Pueblo De Erendillar

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El día ilumina mi ventana y golpea contra mi cara, quitando de inmediato mis entusiasmos por seguir durmiendo, me levanté; me limpié; fuí a tomar té con mi padre, Bato; y culminé mi día escribiendo y leyendo todo el día

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El día ilumina mi ventana y golpea contra mi cara, quitando de inmediato mis entusiasmos por seguir durmiendo, me levanté; me limpié; fuí a tomar té con mi padre, Bato; y culminé mi día escribiendo y leyendo todo el día. Así era todo el tiempo, todo los días. Siempre seguía esa rutina con tal de vivir en paz y tranquila junto a mi única familia.

Todo era sencillo así, demasiado sencillo para mi gusto, pero creo que era una vida feliz al fin y al cabo.
Mi parte favorita del día era cuando mi padre me contaba historias de las grandes maravillas del mundo espiritual y las criaturas mágicas que habitaban allí, era simplemente aterrador pero a la vez muy increíble. Decía que antes, hace mucho tiempo las bestias no existían, que los humanos y espíritus vivían juntos como si fuesen de la misma especie, pero por desgracia esos mismos espíritus desaparecieron como si nada. Yo la verdad no le creía mucho sobre esas criaturas, claro, a excepción de las bestias oscuras, esas sí existían y hacían cosas malas a mi pueblo, y ciertamente yo les tenía mucho miedo.

Siempre que esas historias culminaban volvía a la realidad llena de monstruos horribles y me olvidaba por completo de los espíritus amigables de los que papá hablaba. Ojalá fueran reales, así habría alguien con quien hablar a parte de esconderse de los monstruos.

Los monstruos eran imparables, no había nada qué hacer con ellos, debido eran demasiado grandes como para poder hacerle frente tan siquiera a uno. Su cuerpo era similar al agua podrida mezclada con algas sucias del mar, parecían caminar en cuatro patas casi todo el tiempo, y algo que no sé si es por influencia de ellos, es que el cielo siempre se ponía oscuro cada vez que aparecían, incluso si era de día.
Esas bestias atacaban mi pueblo todo los días y se llevaban personas. Este día parecía no ser la excepción, ya desde afuera de mi casa se podían oír ruidos fuertes de lo que supongo que eran los monstruos, ruidos que pronto cesarían. Esperaba que por lo menos tan temprano no se presentaran.

Yo apenas me levantaba de mi cama tratando de buscar a mi padre con la mirada. Grande fue mi miedo al saber que no estaba en casa. Supuse eso al no verlo en ninguna parte, ya que era una casa pequeña, podría verlo a penas me levanto.

Pronto eso no sería un problema, ya que ví al mismo "desaparecido" salir de debajo de mi cama pegando un gran grito, que terminaría haciendo que yo hiciera lo mismo que él.

— ¡¿Por qué?! — Grité algo enojada por eso, él solo se rió y me rodeó con sus brazos tratando de no estrellarse contra el suelo de la risa.

— ¡Lo lamento Éter! — Dijo con dificultad gracias a las risas. — Era solo para sacarte una sonrisa. — Culminó soltandome y reincorporandose nuevamente estirando su espalda. Tronó, eso me dejaba claro que debajo de la cama no era nada cómodo.

— Pues no me reí. — Hablé en un tono molesto haciendo un puchero con mis labios.

— Ay, tranquila mariposa, ni que te hubiera atacado. — Hablaba mientras se dirigía a la mesa, no le costó más que unos cuantos pasos al ser una casa muy pequeña. Él apoyó su mano contra la mesa y se mantuvo parado allí mismo. — Vamos a olvidarnos de esto con una buena noticia ¿Quiéres adivinar qué tengo aquí?

Una Niña De ErendillarWhere stories live. Discover now